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sábado, noviembre 23, 2024

Se casó Manu

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Puso primera y arremetió decidido incluso sin mediar consultas familiares, como todo chico moderno.

No es el caso de Román, que está agazapado y preparado para entrar en esa futura condición. Es un tal vez, quizá (o sea, ya veré si me decido). En el caso de Manu, no es un tiempo potencial de ya veré cómo viene la mano, sino una acción efectiva y concreta. El hombre puso la fecha (en acuerdo con la consorte) y procedió a materializar la propuesta casamentera, sin dubitaciones ni retrocesos. Puso primera y arremetió decidido incluso sin mediar consultas familiares, como todo chico moderno. Primero se convive y se ve si resulta la cosa y si los olores de la fulana y el fulano, se concilian; o sea si las pieles hablan favorablemente y no se rechazan. Ya le pasó a mi amigo Domingo, que con una de las tantas parejas probadas, ésta le usaba el cepillo de dientes, por lo que decidió cortar antes de llegar a mayores (en la duración de la convivencia, convengamos). El hombre no entendió que en la relación ofrecida, se incluía los utensilios íntimos, algo así como ceder a las cosas extremadamente personales. En el caso de Manu, ya habían llegado con Vir, a comer del mismo piojo, la intimidad personal (grupal) convenida. No existían límites de intimidad; por lo tanto, lo único que restaba es legalizar la relación.

Y así se hizo. En los temas de alcoba la cosa estaba acomodada y los orgasmos eran compartidos, ameritaba una nueva etapa convivencial. ¿Para qué alargar más la agonía? La madre les regaló un Departamento y con techo la cosa es aliviada. Convengamos (que en la mayoría de los casos actuales) las parejas dependen de lo que puedan ligar de sus padres; contrario a lo que era en nuestros tiempos que, despaciosa y paulatinamente, uno se iba armando de sus petates sin pedir ayudas paternas. Por ese extremado orgullo y voluntad de saber que uno podía y no debía y a los padres se los liberaba de las obligaciones de la nueva familia. Uno se sentía muy “machito” y lo que menos pasaba por la cabeza de la pareja, era recurrir y depender de la economía de los mayores. Yo puedo y podré (si habremos acumulado muebles previos). En el caso de Manu, la cosa fue entremezclada y el muchacho, le pegó un mangazo a cada uno de los presentes, incluido el suscripto, que tuvo que pagar la invitación al casorio como cualquier cualumque. Se le llama, cortésmente, “costo de cubiertos” y los que se resisten a pagarlo, no tienen derecho a la comida central sino un acceso posterior a la pachanga, que no es algo menor pero ya está la ficha de “colado”.

La fiesta

No hay cosa más densa que, cuando uno no es pariente directo (o sea, cuando no se tiene los lazos consanguíneos acreditados), tragarse la ceremonia eclesial. Peor si el cura es larguero y pretende ser protagonista central, dejando a los novios como “protagonistas de piedra” tal como si el fuera él el que se casa. Como vio, que entre los presentes redundaban los “diablitos” no escatimó en prolongar la ceremonia nupcial hasta el borde del bostezo, pero el cura sabía que no todos los días bendice un matrimonios y no dejó pasar esta oportunidad. La tenía de “pechito” y gambeteó sin piedad hasta que filtró un padrenuestro y que otro Ave María. Las más ansiosos (como el que te dije) puso la quinta derecho al salón de fiestas donde esperaban las entradas clásicas de aperitivos, que por lo general, los angurrientos manotean de a dos sin pensar que luego viene un plato fuerte para rellenar espacios. ¡Qué precipitados son los comensales!, por no decir poco inteligentes. Se lanzan famélicamente al bulto. No es mí caso que tengo una vasta experiencia en estas lides, de manera, que estoicamente y sin despeñarme espere mi turno para la mesa mayor.

El fotógrafo ya hacía de las suyas, hostigando abrumadamente la humanidad de los novios. Un flash por aquí, otro por allá. Había que justificar un álbum y nada mejor que darle sin contemplación a la automática. Con el desgano del que ya se comió el postre, Manu no disimulaba el hastío de las formalidades, y la forzada alegría de los concurrentes, que aparte de las “auténticas” bendiciones de los padres y tías solteronas, lo del resto es fingimiento generalizado. Sólo se intenta pasar, lo mejor posible, la velada de juerga. No obstante esa “no cara” de Manu y Vir, le entraron bien al vals, mientras los comedidos se alineaban (en los dos bandos) para salir en la foto de los convidados y quedar en la posteridad de los asistentes. ¿Cuántas décadas seguirá vigente este aparentamiento social? No es pregunta fácil de contestar, por cuanto las convenciones se perpetúan en la inmensidad de los tiempos y nadie sensato se va a animar a bajar el telón de los atavismos. De manera, que por el momento, sigamos con las costumbres ganadas y el baile es signo de salud en todos los órdenes. El jaleo se extendió armoniosamente.

Faltaba la pelea (esperando la torta)

La discordia en una fiesta es parte del ceremonial y, lamentablemente, Yo iba a ser la piedra en disconformidad. Mientras los jóvenes saltaban con euforia viviendo el presente eterno (propia de la edad), los adultos mayores nos congregamos en una mesa de habladores, esperando discurrir sobre banalidades. Cuál no fue mi sorpresa que entró a tallar la política y como de costumbre a centralizarse en la figura Presidencial y los exabruptos que se agregan cuando de Cristina, se habla. O sea, la parentela de los novios era ANTI-K asumidos. La irritación comenzó a trepar, cuando el temple de Mangherita, se resistió a aceptar que hablaran “livianamente” de mi Presidenta (y de todos los argentinos). Yo saqué (desde mi interior profundo) los argumentos a favor del modelo y, como todas las discusiones que involucran la política actual, son divergentes. Estamos en tiempos en que cada uno se cierra en su verdad y repele los argumentos contrarios. Me quedé en mis dichos, pero los dueños de la pelota sacaron a relucir su intolerancia a la diversidad y mi concurrencia al casamiento de Manu, terminó en una honrosa retirada.

Un casamiento de mierda no me iba a hacer ceder mis convicciones adultas, de manera que me fui silbando bajito sin despedirme de los consortes que tan cariñosamente me habían invitado. Tengo la tranquilidad de que Román en cualquier momento me va a decir: “Mangherita, hoy me caso” y ésa será mi revancha.

– Nota relacionada:

Se casa Román
http://www.salta21.com/Se-casa-Roman.html

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