El sistema electoral que la clase económica capitalista ha impuesto como método de permanencia en el poder, ha dispuesto para el corriente año que se lleven a cabo elecciones legislativas de renovación parcial, que les servirán de termómetro para las generales del 2015.
Y es precisamente en estos tiempos en que despojados de toda prudencia y mesura por la necesidad de acaparar voluntades de los votantes, los candidatos del sistema se exponen ante la opinión pública sin las posturas ni las formalidades con las que salvan la imagen cuando ejercen los cargos.
El vértigo de las campañas, la publicidad mediática como faro rector de esas empresas y la puesta en marcha de los aparatos burocráticos irregularmente puestos al servicio de la carrera personal de cada uno, evidencian la podredumbre del esquema y la total desaprensión de estos personajes. Estamos en la etapa donde todo vale, y donde las acusaciones recíprocas entre ellos mismos los exponen; y es buen momento para indagar la catadura de cada uno.
En esas ligerezas y por la poca experiencia en el terreno, sumado por cierto a que seguramente el publicista que ha contratado es otro inexperto como él, el hermano mayor de Juan Manuel Urtubey, el ex titular del Fondo de Reparación Histórica y actual aspirante a senador nacional Rodolfo Urtubey, gozando del privilegio de haber sido designado en ambos casos por el democrático dedo de su propio hermano, se lanzó al ruedo afirmando que tenía la misma sangre y la misma lucha, develando ante todos de manera muy clara que en su pensamiento elitista y retrógrado se la cree de verdad en eso de pertenecer a una clase elegida que sigue la llama sagrada de los bendecidos desde la cuna. La andanada de inevitables críticas le hizo cambiar rápidamente los afiches –no la foto tuneada que sigue igual de ridícula- y ahora solamente se exhibe en las pancartas que sigue la misma lucha. Todo un improvisado.
En la misma vereda y gozando diariamente de la publicidad disimulada de portales, diarios y radios que exhiben sin pudor de manera anticipada pases de campaña bajo la apariencia de entrevistas –chivos que se les llama- el joven letrado Matías Posadas camina de una inoportunidad a otra, soltando frases sin sentido e imprudentes, con la fingida postura firme e inmutable como si dijera una genialidad tras otra.
Así por ejemplo a fines de febrero del corriente año afirmó que ellos –él mismo y sus supuestos seguidores en el llamado Frente Plural- eran el ala progresista del gobierno de su colega Juan Manuel, afirmando con ello que los otros por lo tanto son lo contrario, esto es, reaccionarios (antónimo de progresismo: reacción). No me ayudes más habrá prensado el joven gobernador. Ahora ha expresado que si su hermano Federico se postula como candidato a legislador nacional, aportará renovación y oxígeno a la política. Precisamente quien viene ocupando –también a puro dedo- cargos ejecutivos de ministro, director, lanzador de rallys y esas cosas. Nada nuevo, nada original, nada de nuevos aires.
Por otro lado el ex secretario de asuntos municipales Marcelo Cil acosado por su vertiginoso progreso patrimonial, e inmediatamente designado como flamante titular de la Comisión de Patrimonio Histórico Cultural quien obviamente en su condición de licenciado en administración no tiene la menor idea del área que tiene que conducir –zoquetes de ocasión, especialistas en generalidades, aptos para todo servicio que me asignen sin concurso y sin mediciones de productividad o eficiencia- anuncia su intención de postularse por el departamento La Caldera donde posee una de sus noveles adquisiciones inmobiliarias, obligando al primer mandatario a tener que salir a explicar que si algún funcionario –claramente aludiendo al nombrado- ha cometido error o delito deberá ir a la justicia, como si el sistema judicial necesitara de su venia para actuar. No es una ironía por cierto.
Y así podemos seguir mencionando funcionarios, ex ministros y futuras ex ministras, lanzados todos a las más variadas y curiosas propuestas electorales, pero todas, sin excepción colgadas de la teta del Estado. Nunca una oferta de querer ser servidor público desde una actividad privada, del ejercicio de su profesión o desde un emprendimiento personal que no sea presupuestario. Nada de eso señores, el erario les pertenece por sangre, linaje, amistad, lealtad u obsecuencia. Y la mayoría de ellos en esas lides se presentan como exitosos, todos tienen como justificar sus compras e inversiones con prolijas declaraciones juradas, pero siempre a partir de la función pública, en sorprendente contraste con la modestia de los inventarios que exhibían antes de ser funcionarios en sus ya olvidadas actividades particulares. Si todos son tan eficientes y cumplidores en el empleo público, cómo es que no se vuelcan a la actividad por cuenta propia y hacen fortuna? Sencillamente porque en la calle está la realidad del otro Estado, del Estado donde hay que hacerse valer por sí mismo y no al amparo de la impunidad oficial creada para la elite gobernante y sus seguidores, firmes e inmutables en el largo camino de permanecer en un cargo a cualquier precio.
En este panorama es inevitable que los ciudadanos contribuyentes que la vemos pasar, no tengamos muchas expectativas puestas en el llamado sistema electoral. También es entendible que carezcamos de esperanza –la real, no la prometida con el cambio por el joven gobernador- porque no se trata creerse que unos son los buenos y los otros los malos, ni de bregar para que vuelvan los anteriores mezclados con leales conversos y libertos, ya que su eventual reciclado dará como resultado la misma repetida galería de presupuestarios ávidos de seguir prendidos al sistema de la prebenda y del carguito salvador, aunque tengan que darse vuelta otra vez como panqueques, enajenando por monedas sus sucesivas lealtades.