Antes que ocurra la Audiencia Pública sobre las tarifas de gas, la Administración Macri realizará un evento al que le concede la mayor trascendencia. Desde el lunes 12/09 al jueves 15/09, se cierra el CCK (Centro Cultural Kirchner) para que suceda el 1er. Foro de Inversión & Negocios de Argentina, organizada por Juan Procaccini, desde la Agencia Argentina de Inversiones, con la supervisión del asesor presidencial en temas de inversión, Horacio Reyser; y la conducción de Marcos Peña, jefe del Gabinete de Ministros, quien se ufanó: “Muchos pensaban que nos íbamos a consumir un mandato en salir del kirchnerismo y ahora ven que lo logramos en 6 meses”.
De todos modos muchos anticipan que la mesa más interesante no será sobre economía & finanzas sino sobre política: “¿Y después de Macri qué pasará?”, ejercicio de ciencia ficción que abrirá María Eugenia Vidal, para que luego debatan los gobernadores Juan Schiaretti (Córdoba), Hugo Passalacqua (Misiones), Omar Gutiérrez (Neuquén), Juan Manuel Urtubey (Salta) y Sergio Uñac (San Juan), con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, en rol de moderador. Pero el árbol no puede ocultar el bosque.
En una encrucijada de la economía, la Administración Macri intenta concretar un evento que reinstale la paciencia en las clases medias. O un moderado optismimo de que ya llegará lo que se le prometió. Son días de disputa abierta por las expectativas, y esto es responsabilidad del Ejecutivo Nacional, que prometió 25% de inflación anual, un 2do. semestre de repunte de la actividad económica, pero desde entonces tuvo que revisar todas sus previsiones concentrándose apenas en la baja de la inflación como gran logro del 1er. año de gestión. Es evidente que el enfoque fue un desacierto por lo mezquino, y cabe preguntarse qué sucederá ahora.
Aquí algunos apuntes, comenzando por la completa la descripción de Mariano Spezzapria en el diario platense El Día:
«El gobierno sostiene que ya hay indicadores que anticipan una reactivación. La oposición, en cambio, es mucho menos optimista. Los gremios, directamente, aseguran que el macrismo profundizó los problemas que dejó el kirchnerismo. La economía es hoy el principal motivo de discusión política en la Argentina.
De hecho, la situación económica no sólo provoca el debate entre las fuerzas políticas, sino que también agudiza contradicciones internas entre aliados y activa las prevenciones de un factor extrapartidario pero muy influyente, como la Iglesia católica, que este fin de semana realiza la tradicional colecta “Más por Menos” en medio de advertencias sobre la “pobreza creciente”.
Como suele ocurrir en los debates públicos, emergen datos para todos los gustos. Los especialistas de casi todos los sectores afirman que la economía tocó piso en julio y que se puede esperar un rebote. También indican que la inflación está controlada desde agosto. Aunque conceden que el primer semestre del año dejó un tendal en materia de empleo –se perdieron 120.000 puestos- y en los niveles de consumo.
En forma paralela, creció la recaudación aduanera por el aumento de las importaciones, pero el ingreso fiscal general aumentó sólo un 25% interanual, muy por debajo del índice inflacionario. Sólo en el Conurbano, la compañía de neumáticos FATE tuvo una caída del 40% en sus ventas para el mercado interno, mientras que una planta de Peugeot promovió 1.500 retiros voluntarios.
Sin embargo, el gobierno mantiene su línea económica y sigue apostando a la llegada de inversiones. Tanto, que el martes el presidente Macri abrirá un foro conocido como “mini Davos” que se realizará en el Centro Cultural Kirchner (CCK) con presencia de referentes empresarios de las principales compañías del mundo. Y lo presentará como un “hito” para el país y la región. Mientras tanto, el oficialismo se prepara para lanzar e iniciar la ejecución de un gran plan de obras públicas que, según confían, ayudará a promover la reactivación. Los más importantes organismos internacionales de crédito están dispuestos a financiar emprendimientos para reparar y modernizar la infraestructura del país, tan olvidada en lo vial, ferroviario, energético e hídrico. (…)».
Sin embargo, es interesante complementar la descripción con la mirada -siempre conspiranoica aunque con datos concretos- de Horacio Verbitsky en Página/12:
«(…) En su afán por naturalizar el desplazamiento de las necesarias políticas de seguridad por la obsesión con el narcotráfico y el terrorismo, el oficialismo no perdona bloopers. La ministra federal Patricia Bullrich, quien disputa su espacio a brazo partido y golpes bajos con el suspendido aduanero castrense Juan José Gómez Centurión, anunció la detención en la Triple Frontera de un narcoterrorista libanés con pasaporte falso, que resultó ser apenas un consumidor libio experto en cheques sin fondos y con un documento auténtico.
Su segundo, Gerardo Milman, y el ministro bonaerense Cristian Ritondo informaron la detención de una banda internacional de narcotraficantes de la Mara Salvatrucha de El Salvador. Esto fue desmentido por el periodista Carlos Martínez, de la prestigiosa revista salvadoreña El Faro, quien explicó que no se conoce caso alguno de vinculación de ninguna mara con ese delito, que a lo sumo sus miembros reclutados en los sectores marginales de la sociedad son consumidores que revenden al menudeo. Estas hipérboles no son casuales, sino parte del plan oficial por tornar creíble el paradigma de las Nuevas Amenazas diseñado por el Comando Sur que, por supuesto, ofrece toda la colaboración que el gobierno acepte, porque esa política permite a Estados Unidos supervisar a los países de la región y al gobierno argentino controlar a los sectores sociales y políticos golpeados por sus decisiones.
No es algo original: en la edición de abril de este año, la revista Harper’s publicó una entrevista que el periodista Dan Baum realizó con quien fue el principal asesor de Richard Nixon cuando instalaron la nefasta “guerra contra las drogas”.
Richard Haldeman fue condenado por Watergate y luego desapareció. Baum lo encontró en 1994 en una empresa de ingeniería en Atlanta. Sin vueltas Haldeman le dijo que los enemigos de Nixon eran “la izquierda que se oponía a la guerra [en Vietnam] y los negros [que luchaban por sus derechos civiles]. Sabíamos que no podíamos ilegalizar la oposición a la guerra o el ser negro, pero los quebraríamos si lográbamos que el público asociara a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína y luego las criminalizáramos con dureza. Podíamos arrestar a sus líderes, allanar sus casas, interrumpir sus reuniones y vilipendiarlos día tras día en los noticieros de la noche. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo sobre las drogas? Claro que lo sabíamos”. (…)».
Cuando escribía la columna dominical en el diario Clarín que ideológicamente orientaba Rogelio Frigerio (el original, no el nieto), Joaquín Morales Solá escribía acerca de la industria local y las importaciones con un enfoque totalmente opuesto al que tiene en La Nación del domingo 11/09/2016. Si hoy día escribe lo que realmente opina, está muy bien. Ahora, si es lo que creen Marcos Peña/Francisco Cabrera, tenemos un problema. De todos modos, no queda en evidencia si la preocupación es la reconversión de la economía o el freno a Sergio Massa, a quien cuestiona tanto como viceversa. Aqui un fragmento de lo suyo:
«(…) La economía argentina tiene un enorme problema de precios relativos (es también uno de los países más caros del hemisferio occidental), sobrelleva un monumental déficit en sus cuentas públicas, padece muy altos índices inflacionarios y, encima, muchos empresarios están acostumbrados a aumentar los precios por las dudas. La economía cerrada permite esos desvaríos de los precios en tanto la presión sindical esté satisfecha con importantes aumentos salariales. El resultado es una economía chica, protegida e inflacionaria. Todos contentos, mientras el 30 por ciento de los argentinos se hunde bajo la línea de la pobreza. En rigor, gran parte del sistema se sentía más cómodo con el modelo de los Kirchner que con cualquier otro.
Massa, otros políticos peronistas y muchos empresarios clamaron al cielo en días recientes por la «ola importadora» que destruiría la industria y el trabajo. Primero: ¿qué hay de verdad en todo eso? Poco. Entre enero y julio de este año las importaciones cayeron un 11,8 por ciento. En julio, la caída de las importaciones fue del 17% con respecto a julio de 2015. El gobierno de Cristina dejó 100.000 expedientes sin resolver con autorizaciones para importaciones (DJAI), que incluían insumos básicos para la industria. La Organización Mundial del Comercio fijó el 31 de diciembre pasado como plazo para que dejaran de existir esas trabas aduaneras.
El gobierno de Macri debió aprobar a las apuradas aquellas autorizaciones morosas para no frenar la industria por falta de insumos. A pesar de aquellas caídas en las importaciones, éstas tuvieron hasta junio un peso mayor por la influencia de las autorizaciones que hubo en diciembre.
Massa se limitó a pedir en su proyecto una autorización especial para cinco productos: motos, bicicletas, caucho, juguetes y zapatos. «Una cuestión aduanera», la redujo el ministro de la Producción, Francisco Cabrera, quien calificó al dirigente renovador de «irresponsable». El tan mentado sector textil tendrá este año importaciones de menos del 6% sobre el consumo total. El último año de cierta normalidad, 2012 (después, la falta de divisas cerró a cal y canto las puertas de la Aduana legal), las importaciones de textiles fueron del 6,8%. En quesos, aceites, carne de vaca, dulce de leche, manzanas, peras y pollos, las importaciones serán en 2016 de menos del 1% sobre el total del consumo. El único salto en el porcentaje es de la zanahoria (10,50% del consumo), porque la producción local fue muy afectada por las lluvias.
Las licencias no automáticas vigentes en el gobierno de Macri (significan una revisión detallada y precisa de las importaciones) comprenden el 85% de las importaciones de juguetes; el 64% de motos; el 94% de calzado; el 57% de línea blanca; el 62% de maquinaria agrícola, y el 90% de artículos de vestir. Es verdad que hay, además, una sensibilidad especial con las importaciones por la recesión de la economía. A la caída del consumo (comenzó a remontar en agosto, según el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, y el economista Miguel Bein, antiguo asesor de Scioli) se sumaron nuevos, aunque pocos, oferentes. La piel del sistema se erizó.
La sensibilidad aparece con cualquier dato nuevo del extranjero, ya sea por la compra «puerta a puerta» en el exterior o por la adquisición de 120 kilos de dulce de leche chileno para un mercado argentino de 48 millones de kilos. Algunos pidieron el cierre inmediato de las importaciones de dulce de leche. Los argentinos deberían preocuparse por el dulce de leche chileno, pero por otras razones. Chile logró colocar en el mundo 3000 toneladas de dulce de leche en el primer semestre de 2015. La Argentina vendió sólo 2000 toneladas con una mayor capacidad de producción.
El único problema serio que existe aquí y en el mundo tiene nombre y apellido: China. No es una economía de libre mercado; las condiciones de trabajo en China son más que pésimas; no existen protocolos para el cuidado del medio ambiente, y hay créditos y subsidios del Estado para las exportaciones. La competencia es desigual para cualquier actor mundial. América y Europa podrían ser, en cambio, oportunidades para la Argentina cuando esté en condiciones de competir. (…)».
Julio Blanck en el diario Clarín intenta esbozar una agenda para el Macri que viene:
«(…) En el Gobierno ahora se permiten evaluar que la sociedad debería sentir la mejora no más allá de abril, para que sus efectos se derramen de lleno sobre el camino a las urnas. Es una pretensión lujosa que hasta hace pocas semanas no se permitían.
Pero en ese tránsito hay otros asuntos menos gratos a los que el Presidente estará también “condenado”. Por ejemplo, a acentuar el juego político para establecer acuerdos más consistentes con los gobernadores opositores y lograr que el Congreso le vote antes de fin de año las leyes que necesita. Y sobre todo, a desplegar un ejercicio de negociación constante con gremios y organizaciones sociales para evitar que las demandas acumuladas exploten antes de fin de año, incluso a despecho de las mejoras que empezarían a sentirse por el freno a la inflación y los aumentos de las paritarias.
(…) El ministro Rogelio Frigerio lleva la relación con los gobernadores. El Gobierno sostiene que se trabaja con fluidez y comunión de ideas de gestión con casi todos los peronistas, la mayoría de ellos estrenando el cargo. Mucha plata se puso ya para lubricar ese vínculo. Quizás algún día otorgue algún rédito electoral. Pero mientras tanto va dando frutos en los acuerdos que se logran en el Senado.
El paquete de leyes va a tener como broche el Presupuesto, que esta semana será remitido al Congreso. El negociador en jefe allí es Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados. Ya hubo reuniones bicamerales en las que se juntó con Sergio Massa y Miguel Pichetto para establecer una agenda posible. Al Gobierno le interesan además la reforma electoral, hoy de destino incierto; y la ley de Ministerio Público, que está para ser aprobada, y que recortaría mandato y atribuciones a la procuradora Alejandra Gils Carbó, tratando de forzar su salida.
Pero lo más delicado se relaciona con la situación social y con una posible expresión de protesta activa que ocupe la calle, que es el escenario más temido.
(…) La pulseada puede definirse en dos posturas: Pablo Moyano empujando al conflicto abierto y Cavalieri más moderado, recordando –según aseguran lo hizo sin ruborizarse– que “con los gobiernos liberales siempre fue avanzar y retroceder”. Con opinión mayoritaria, Cavalieri recomendó “administrar la estrategia”. O sea, retomar el eterno ejercicio de apretar y negociar. (…)».
– Urgente 24