Al drogadicto habría que preguntarle porqué se droga. O preguntarnos ¿porqué la droga invade con tanta facilidad los estamentos sociales? ¿ porqué la opción por la evasión y la autodestrucción de nuestros chicos es válida para ellos?
Se gastan millones en campañas de prevención mediante la publicidad. Se inauguran obras de contención al drogadicto que no dejan de ser más que una propaganda política porque realmente la infraestructura es efímera e insuficiente. Hablar de droga es hablar de una especie de pandemia.
Se realizan congresos, reuniones entre especialistas en el tema y luego sigue todo igual o peor, el flagelo avanza destruyendo chicos, padres y familias enteras, el futuro, la sociedad. (Ver nota sobre “Especialistas en investigación en drogas se reúnen en Salta”).
El consumo de drogas es un fuerte si a la muerte, a la desvalorización de la vida, a la falta de esperanza, una fatal expresión de aburrimiento, de desmotivación. Una forma letal de denunciar a la sociedad esa faceta asesina que tiene con las personas más débiles. Una sociedad que en gran parte es cómplice de esta situación de exterminio casi consentido voluntariamente.
La droga y el alcohol son muy parecidos de varias maneras en su tratamiento mediático. Por ejemplo, se hace propaganda de prevención para no consumir alcohol, o se dice que hay que hacerlo con moderación; sin embargo, la promoción del consumo de estas bebidas es intensísima, elegante y eficaz en las propagandas directas y en las indirectas, como si fuera la costumbre, algo normal. De hecho no es bueno y el consumo aumenta trágicamente la muerte por accidentes de tránsito y eleva el coraje para mil macanas más. Se porduce el deterioro de la voluntad para el trabajo, gatilla los instintos sexuales que pueden volverse incontrolables con sus consecuencias conocidas: violaciones, violencia, embarazos no deseados, etc.
Bueno, esto esperamos de una bebida que para muchos no tiene nada de droga y que es legal, sólo se le asemeja en su dimensión de vicio. Nos podemos imaginar lo que puede llegar a suceder con las drogas que alteran en mayor medida las facultades más importantes de la persona como son el pensamiento y la voluntad en muchos casos de manera irreversible.
Sería bueno preguntar a los especialistas en droga, técnicos y profesionales de instituciones oficiales si recorrieron las villas, las plazas, los alrededores de las escuelas, los boliches, las noches de los jóvenes. Si escucharon el llanto de las madres desesperadas al ver a sus hijos matarse casi voluntariamente (repito). Si escuchan el clamor desde las escuelas que hacen un esfuerzo sobre humano para socializar a sus alumnitos y luego verlos perderse entre las garras diabólicas de quienes lucran con el consumo de estupefacientes. El clamor de las organizaciones intermedias que ponen toda la garra desde su voluntad para salvar a alguno de este flagelo sufriendo en definitiva la impotencia.
Preguntarle a los políticos de nuestra sociedad si realmente están jugados por el bien común el cual comienza por un si absoluto a la vida. (Ver por ejemplo el “Informe sobre la droga en las villas: despenalizada de hecho”).
Hoy en día parece algo raro hablar de la vida. Cómo que se pierde el concepto por la misma desvalorización que hay de esta, por la cantidad de banalidad que tenemos en la cabeza al no poder llenarla de un futuro prominente, por la inmensa desilusión sembrada desde una pseudo historia en nuestro subconsciente que muchas veces nos dice en nuestro interior que todo pasado fue mejor y así nos ubicamos en la peor de las posiciones: creer que nuestra vida no es tan importante o valiosa y comenzamos suicidándonos socialmente, afectivamente y finalmente, nuestra existencia fenece irremediablemente y nos quedamos a la manera de Julio Iglesias cantando “me olvidé de vivir” o simplemente resignándonos ante un pensamiento como “la vida me engañó” , o cantando un tango una y otra vez. Esta es nuestra deuda social: revalorizar la vida, darle luz, color y creatividad diaria para sabernos como lo que realmente somos: Los amos, señores y privilegiados de toda la creación.
De esta manera quizá le demos una mano a los burócratas (en el buen sentido) de la lucha contra la droga, enviando un mensaje a todos aquellos que demandan la droga (sin demanda no existiría el mercado, pero esto no justifica a los personeros de la muerte), un mensaje de esperanza autenticado por el testimonio de que la “vida, vale la pena vivirla”.