Comparada con Tucumán nuestra provincia puede parecer tranquila. El padre de Paulina Lebbos -joven violada y asesinada- acusa al gobernador Alperovich. Tras el crimen de San Javier una chica desapareció y la buscan en Salta. Familiares de 130 víctimas denuncian que en Tucumán impera un sistema de impunidad, encubrimiento e injusticia.
(Informe Especial para Salta 21, desde San Miguel de Tucumán) La provincia de Salta no es un apacible jardín del Edén. Tiene su rosario de crímenes que golpearon a la opinión pública: los muertos por la represión a las protestas en el norte provincial, el asesinato de Liliana Ledesma -quien había denunciado que el ex diputado Ernesto Aparicio y los hermanos Castedo son cómplices en el narcotráfico-, la serie de crímenes perpetrados por hombres golpeadores que asesinaron a sus parejas.
Ello sin olvidar casos tan resonantes como el del empresario que intentó violar a una niña en un motel, el descuartizador de Cerrillos o el adolescente parricida de Tres Cerritos. El crimen de Pelusa -travesti que denunciaba malos tratos de la policía y gestionaba una zona roja para el trabajo sexual- permanece impune.
Sin embargo la Provincia de Tucumán -y específicamente su ciudad capital, San Miguel- parece por momentos alcanzar un paroxismo de violencia e inseguridad sin parangón en el Norte del país, a pesar de que los medios sólo reflejan un porcentaje ínfimo de los casos de homicidios, desapariciones y violaciones seguidas de muerte.
Todos los martes, a las 19, familiares de las víctimas marchan en la Plaza Independencia en demanda de Justicia y Verdad. En un volante advierten: ¡¡¡CUIDADO!!! Los asesinos están sueltos en Tucumán. «Estos son nuestro hijos, hermanos, amigos…víctimas de la impunidad», denuncia la Comisión de Familiares de Víctimas de la Impunidad de Tucumán.
Impresiona leer la larga nómina de nombres. En un primer momento, cuando nos topamos con el cartel en la Plaza Independencia, preguntamos: ¿Son los desaparecidos de la época de la dictadura? «No, son las víctimas de la democracia de Alperovich», nos contestan.
«Y no son todos» nos aclara luego Alberto Lebbos, un productor ladrillero de 52 años que vió su vida desbarrancarse en tragedia cuando su hija de 23 años, estudiante de Comunicaciones Sociales, no volvió a casa cuando salió a bailar con amigas la noche del 26 de febrero de 2006 para festejar la aprobación de una materia.
El cuerpo sin vida de Paulina Alejandra Lebbos apareció 13 días después. Fue violada y luego extrangulada. El caso conmovió a Tucumán y se difundió a nivel nacional.
La joven había salido de un boliche céntrico a las 7 de la mañana y tomó un remis trucho con una amiga a la que dejaron en su casa y ella siguió en dirección a su hogar al que nunca llegaría.
El gobierno, la protesta y la fe
José Alperovich logró su reelección como gobernador con un 80% de los votos. «Yo lo voté, está haciendo bien las cosas -dice un taxista-. El nació en cuna de oro, no necesita robar. Y maneja bien la provincia, porque es empresario. Miranda, Palito y Bussi fueron un desastre. Por fin tenemos un buen gobierno. Por eso ganó. Me parece bien que limite el horario de los boliches. Si los padres no ponen límites, los tiene que poner el gobierno».
Y los límites y el orden parecen imperar. En todos los locales se ve un cartel con un cigarillo entre rejas que recuerda que está prohibido fumar. En la puerta de los taxis se lee: «el juego, el alcoholismo, el tabaquismo y las drogas son perjudiciales para los jóvenes».
Viernes por la Noche. Frente a la Casa de Gobierno de Tucumán se levanta un escenario donde cantan grupos rockeros. Es una protesta conjunta de estudiantes de Artes de la Universidad Nacional y la Comisión de Familiares de Víctimas de la Impunidad. El rostro de Paulina Lebbos y otros muertos y desaparecidos preside el escenario.
«Alperovich es como Romero, tiene un sistema muy bien aceitado de clientelismo político» -opina el estudiante salteño de derecho José Luis Toro-. «Sabemos lo que hizo Romero con el periodista Sergio Poma. Ahora está restringiendo las becas a los estudiantes de universidades nacionales y se las da a los que van a la Católica», se queja José Luis mientras participa en la protesta.
Enfrente una multitud con velas hace fila en la vereda a lo largo de una cuadra para ingresar al templo de la Iglesia Universal ¨Pare de Sufrir». Tres mujeres explican a Salta 21 que el fin del mundo está cerca, que Dios las curó de enfermedades graves y que encontraron la paz al entregarse a Jesús. «Las cosas terribles que pasan son anuncios que están en el Apocalipsis, pero la sangre de Cristo nos protege y nos salva», dicen las mujeres, que parecen realmente confiadas y esperanzadas.
Violaciones, desapariciones, asesinatos
En la larga lista de víctimas de la impunidad tucumana hay casos diversos. El remisero Jorge San Millán simplemente desapareció, nunca más se lo pudo encontrar. Se reiteran casos de gatillo fácil, de mujeres violadas y asesinadas.
A Mauro Orellana lo mató el custodio del hermano del gobernador. «Mi hijo tenía 19 años y trabajaba en una estación de servicios frente a la casa del hermano del gobernador. El custodio era un loco que jugaba con su arma, los apuntaba. Un día le puso la pistola en el cuello a mi hijo cuando estaba lavando un auto. Quiso hacer una broma y se le escapó un tiro. Mauro agonizó 52 días» cuenta su padre, un chofer de taxi.
¿Por qué el crimen de Paulina Lebbos tuvo resonancia mediática a nivel nacional y los otros no? «Porque muchos familiares no salen a denunciar, tienen miedo, o no saben qué hacer. Yo me planto y grito y denuncio. Y a partir de allí empezaron a acercarse los otros familiares y formamos este movimiento», cuenta Alberto Lebbos, cuya vida se transformó de golpe en un infierno. Su mujer murió al año del asesinato de su hija, devastada por la tragedia.
Lebbos aclara que él no preside la Comisión de Familiares de Víctimas de la Impunidad ya que esta es una organización horizontal. Tienen el apoyo del Partido Obrero y han establecido contacto con las Madres del dolor de Santiago del Estero y Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Tragedias noveladas
Los diarios locales (La Gaceta, El Tribuno y El Siglo) toman un caso -por lo general un crimen teñido por el misterio, la pasión, la ambición o los celos- y lo siguen, aportando día tras día novedades, como en una especie de morbosa y electrizante novela policial.
Hasta que aparece un nuevo caso que va desplazando al anterior.
Una farmacéutica con problemas económicos asesina a una amiga contadora a la que le debía dinero, descuartiza el cadáver y lo guarda varios días dentro de la farmacia.
Una profesora es nombrada directora de un colegio católico, pero ese ascenso sería para ella letal: una pareja de ex monjas la habrían asesinado por celos profesionales. Su cuerpo aún no aparece.
La mujer de un comerciante denuncia que su marido fue asesinado mientras dormía por desconocidos que ingresaron a su casa. La policía encontró en el gimnasio de su entrenador personal ropa manchada con sangre. Ambos están detenidos.
A una bella jovencita secuestrada de día en pleno centro de Tucumán la obligan a prostituírse en distintas ciudades. Alguien la vió en La Rioja. Su madre, en su búsqueda incesante, se transforma en ejemplo de lucha y recibe premios internacionales. Pero todavía no logra recuperar a su hija.
El último caso, que hoy conmueve a Tucumán, es el crimen de Carla Romina Ortega, de 17 años. La joven fue al cerro San Javier (a 15 km de la capital) el 26 de agosto con unas amigas, y apareció muerta en el fondo de un barranco. Se sospecha que la arrojaron al precipicio en un ataque de celos. Hay dos chicas de 15 y 16 años detenidas y una tercera de 18 está en el centro de la investigación.
Marta Erika López de 14 años -testigo del asesinato de Ortega- fue a clases el lunes pero no regresó a su casa. Sus padres creen que podría estar en Salta. Marta era conocida de Carla y de las chicas que están presas tras su muerte. La están buscando en nuestra provincia.
Un sistema perverso
A un año y medio del asesinato de Paulina, su padre, Alberto Lebbos, denuncia -en diálogo con Salta 21– que hubo un zona liberada, que la policía cometió delitos y señala al gobernador José Alperovich como el responsable máximo de un sistema de impunidad y encubrimiento que abarca las fuerzas de seguridad, los políticos, la justicia y la legislatura.
– Se dijo alguna vez que acá en Tucumán el peligro provenía de bandas mafiosas como la de los gardelitos
No, acá la mafia que impera es la de Alperovich detrás de la cual hay intereses económicos porque todos los grandes edificios que se están construyendo son de la empresa del gobernador.
– Pero el gobierno tras el crimen de su hija redujo el horario de diversión nocturna hasta las cuatro e hizo campaña contra los remises truchos
Todo eso es un maquillaje que lo único que hace es avanzar contra las libertades. Yo le prohibí al gobernador que haga eso en nombre de mi hija, que tampoco lo hubiera aprobado. Porque ahora salen a las cuatro y deambulan por las calles y el riesgo es mayor. Los remises truchos no desaparecieron. El gran negocio aquí es la coima porque este es un régimen corrupto.
– ¿Pero no se puede pensar también que son ineptos para investigar, que la policía no está bien preparada para esclarecer los crímenes?
No. Eso es lo que se quiere hacer creer. Pero se trata de algo premeditado, como los crímenes que cometían los militares. No puede ser torpeza o desconocimiento el hecho de que los policías lleguen al lugar del crimen y borren huellas, muevan el cadáver. Si la policía hubiera actuado de inmediato cuando sus padres denunciaron su desaparición la chica que apareció muerta en San Javier estaría con vida. El sistema perverso y criminal que impera en Tucumán sólo puede ser ser revertido con una rebelión popular.