A Federico Cash: Necrosociología de un crimen

Con la actuación estelar de un fiscal que patotea a un sospechoso plebeyo y le sopla la vela al hijo del Senador, no vaya que se incendie. La mala noticia es que les queda poco tiempo: la mentira siempre tiene patas cortas.

Necrosociología de un crimen

Epílogo: El Juicio de Dios
A Federico Cash
Perdido.

Ordalía se llamaba en el medioevo a una práctica ritual relacionada a los primeros rudimentos de lo que se denomina Justicia: Ordalía o Juicio de Dios.

Según la mirada de Michel Foucault, sociólogo y filósofo crítico contemporáneo, la llamada Justicia no existe, y en caso de existir lo hace como un efímero acto ritual destinado a anular o morigerar los conflictos inmanentes a la vida del animal humano en sociedad. Dicho de otra manera, si la Justicia existe lo hace como mascarada, como una mera fantochada.

El Juicio de Dios consistía en someter al reo, o sospechoso de un delito, a una prueba generalmente relacionada al tormento, como era el caso, entre otros, de poner las manos en el fuego. Si el inculpado salía más o menos a salvo de la prueba, se interpretaba que, por vía de la manifestación Divina, estaba demostrada su inocencia. Y viceversa.

Después, con la llegada de la Santa Inquisición, esos rituales fueron suplantados por la mazmorra, el potro del tormento y otras sofisticadas formas de tortura. Qué le íbamos a andar preguntando a Dios.

Como corolario final de esos desarrollos institucionales de la culpabilización, el proceso y el castigo, en estos días la Justicia de la Administración Política de la Provincia se dedica a demostrar y confirmar sin ambages las tesis del Profesor Michel Foucault, a la postre Maestro de la École de Sociología de La Sorbona, a la cual pertenecían las dos sociólogas asesinadas en circunstancias aún no claras.
Pues, en lo que va del Juicio por el crimen de Casandra Bouvier y Moumni Hourie, los actores del derecho, en roles protagónicos y de reparto e incluidos algunos de la querella (con excepción de un par de aguerridos que saltan a la vista), han hecho gala de una imbecilidad elocuente.

Es sabido que el mundo está lleno de boludos. Y también de hijos de mil. Que los hay bolu h. de p. también es conocido: esos son los peores.

Si considerásemos las distintas escalas de la evolución podríamos estar comparando una colonia de pingüinos o pájaros bobos con la Administración de Ciudad Gótica. Con la diferencia de que los pájaros bobos parecen estúpidos en relación con otros palmípedos, como podría ser el pato. En cuanto a los actores de referencia no parecen, como es el caso del pájaro bobo, sino que se hacen. Lo que es algo parecido pero no es la misma cosa.

Esta mañana nos despertamos con la noticia de la muerte de Federico Cash en accidente, mientras viajaba tras otra pista ambigua en busca de su hija.

Recuerdo que lloró cuando les regalamos un libro y una pintura de Picatto. Se esmeró en dar explicaciones de su llanto. Aclaró que no lloraba porque fuera frágil, o mariconcito.
– Lloro –nos dijo-, porque me he dado cuenta de que éste es el primer gesto de gentileza que recibimos desde que llegamos, hace tres años, a buscar a nuestra hija en la ciudad de Salta.

Por eso es que la había bautizado como Salta la linda y la cruel. Nos contó de las veces que las autoridades responsables del caso los hacían viajar de urgencia por una versión o un trámite peregrino sobre la desaparición de su hija María, afrontando gastos de viaje para los que no disponían de recursos. Para que al final los funcionarios de tribunales los hicieran hacer largas esperas, los derivaran a Secretarios que no estaban en su lugar y finalmente, después de tratarlos con desdén, no los recibieran.

Recuerdo que esa noche le conté que a ese edificio lúgubre, gris y adoquinado adonde tantas veces lo habían humillado, la imaginería popular de Salta le había puesto un apodo bastante peculiar: Ciudad Gótica.
Cuando me preguntó porqué, le dije:
– Porque está llena de delincuentes.

Esbozó una sonrisa luminosa, como si finalmente comprendiera, que resaltó por un momento su silueta de camello en una caravana de amarguras.

Hoy es el número noventa de una lista de crímenes encubiertos en la provincia (a ciencia cierta no sé si esa cuenta incluye al Comisario Píccolo). Porque si no sabemos qué pasó con su hija, aunque lo atinamos, no hay dudas de que a él lo mató la imbécil y perversa maquinaria de la Justicia de Salta.

Porque si algo conocemos, entre otras cosas, es que estos actores protagónicos o de reparto se recibieron leyendo de costado apuntes incompletos y pagando una carrera que en nuestra provincia es con salida laboral. Imberbes perfumados de soberbia que creen saber algo del derecho romano y jamás aprendieron una sola línea del Deber Ser, del Don de Gentes.

Si algo va dejando en lo que va el llamado Juicio por el crimen de las francesas, es un aplicado y ampuloso movimiento de ocultación o encubrimiento por parte de las autoridades que entran (a la vista o entre bambalinas) en esta gran Mise en escéne, o Puesta en escena, como más nos guste.

Por lo que, si tendríamos que evaluar algún progreso en este caso, tendríamos que concluir en que vamos bien, demasiado bien:
Aunque no sepamos, y quizá nunca lo sepamos, quienes fueron los mandantes y los esbirros que consumaron semejante barbaridad, ya sabemos quienes saben: Porque no se encubre tan bien sin mirar a quién.

Con la actuación estelar de un fiscal que patotea a un sospechoso plebeyo y le sopla la vela al hijo del Senador, no vaya que se incendie. Con un Rogelio que viene de Cancha Rayada y padece incontinencia e incoherencia verbal al punto que no es creíble que hubiera estado capacitado para algún puesto de favor en la administración pública provincial.

Si tuviéramos que evaluar desde la filogenética el desarrollo cerebral de estos actores, tendríamos que compararlos con la unca, un simple y triste invertebrado que no sabe adónde tiene la cabeza y dónde tiene el culo.

Pudiéramos atribuir tal desempeño a la Imbecilidad, en el mejor de los casos; en el peor a la complicidad. Eso lo dirá el Juicio de Dios.

La mala noticia es que les queda poco tiempo: la mentira siempre tiene patas cortas.
Cuando los atrape el detective privado y ya nadie escuche sus reclamos de inmunidad, seguramente van a ser embarcados, como se trata de Gótica, al Arkham Asylum, adonde van a compartir con el Guasón, El Acertijo y El Pingüino, el pabellón destinado a los que Lombroso denomina criminales con discapacidad moral.
La buena noticia es que no van a reencarnar, porque estos especímenes no tienen alma.

Ya tienen el diagnóstico y el pronóstico.

Para terminar un Consejo Psicológico:

Si quieren ver mujeres hermosas, vayan al supermercado. Allí, entre las góndolas, las bellas sueñan que pasean por Venecia.

¡Ay Venecia! En sus canales de aguas pestilentes, poco profundas, verdolagas se puede ver pasear de vez en cuando a la Justicia, entre gondoleros corruptos, arlequines drogados, payasos cornudos y otras mascaradas.

Juan Ahuerma Salazar
Otoño del 2014