El kirchnerismo no sabe muy bien para dónde correr después de la decisión de la Corte Suprema de EEUU respecto de los fondos buitre. No es que esperara algo diferente, como confesó la misma CFK, sino que pretendía que el fallo tuviera lugar el año que viene, cuando ya tuviese que entregar el gobierno a otro partido o corriente dentro del suyo (el sciolismo, por ejemplo), para que ellos se arreglaran.
El kirchnerismo ha completado el circuito de la entrega y de la infamia: con el pago al Club de París, terminó de legitimar una deuda que la misma justicia argentina declaró, a través de un fallo del juez Ballesteros en el año 2000, ilegal, ilegítima y fraudulenta.
Algún día habrá que investigar seriamente qué fue de cada uno de los anuncios que el kirchnerismo utilizó como propaganda política de sus iniciativas, pero que sólo quedaron en eso: meros anuncios, cáscaras vacías presentadas con pompa y desvergüenza.
El país vive momentos de tensión debido a la indisimulable crisis que envuelve al “modelo” kirchnerista, sumido en sus propias contradicciones y miserias.
El kirchnerismo es tan nefasto, que ha formado masas que aplauden el pago a Repsol, al FMI, al saqueo de las corporaciones del Imperio, mientras acusan a los trabajadores de “desestabilizadores” por pedir el salario que les corresponde.