No sólo eso, también, lo es poderosamente contradictorio. Hay conductas individuales muy disparadas de sus orígenes de clase, enajenadas de su condición original, escamoteando escandalosamente su referencia de clase social.
Por suerte esta década le permitió al pueblo argentino, tener la mejor opción Presidencial, en una mujer, exuberantemente, brillante en toda su extensión.
El ausentarse del Bar trae sus inconvenientes, digamos de tipo técnico. Es mi caso, ya que las fiestas de fin de año, inexorablemente, me alejan del salón de juego y de la presencia de los muchachos.
Este fenómeno de la política actual refleja (en parte) el comportamiento, por momentos patológico de los opositores al gobierno, que no es otra cosa, que las expresiones antidemocráticas a las que tenemos que asistir, diariamente, los ciudadanos comunes de nuestro bendito territorio.
Aparentemente el temor al bochorno social no tiene edades precisas, no tiene fronteras etarias, aunque se la registre con más fuerza en la adolescencia. Unidas por líneas sensibles, son emociones muy asociadas entre sí y casi familiares, tales como el miedo/la vergüenza y la culpa, distinguidas como desestabilizadoras de las personas. La vergüenza es una emoción que nos descubre las limitaciones propias.
Por razones proyectivas, mis relatos tienen como protagonistas a terceras personas cuyos dramas personales (propiamente su historia íntima) se presta a generalizaciones que, involucran a pares.
Muchas parejas temen confesarse que han perdido interés sexual por el otro porque asocian esa ausencia de ganas con el fin del amor y la amenaza de una separación.