La Memoria, ¿camino a ser idiotas sociales o funcionales al poder?

La historia es esa prostituta de Shaw que se acuesta con todos pero no ama a ninguno, ya que no existe la objetividad, dicen… Porque hay poder detrás de la historia, ¿saben? La vida, es aquí y ahora.

“nous sommes la somme de nos actions passées, et donc se mentir à soi c’est se mentir sur nos actions passées” (Somos la suma de nuestras acciones pasadas, y, por tanto, mintiendo a sí mismo es mentira acerca de nuestras acciones pasadas) J.P. Sartre

El genealogista, tal cual lo intuyeron los Nietzsche, los Deleuze, los Foucault, sabe que la historia, representada ésta como una recta, elucida al poder como el factor de cambio tal vez fundamental de la historia de la humanidad. Esta tarea de minucia, de buceo arqueológico, desdeña al origen como heráldica de alturas y bajezas que justifican los mitos nobiliarios, y sabe que al final de cuentas la tragedia y el drama sobre los cuales se debate la historia, es el franco enfrentamiento de fuerzas de poder que pugnan por ganar mejores posiciones.

Así, el poder como motor de la historia se intuye como genealogía para su comprensión.

Así, lo que generalmente se conoce por moral y buenas costumbres, por sistema republicano, por ordenamiento jurídico de los estados-naciones, por religiones, por bancos, por trabajo, por universidades y por un sinfín de otras construccioness neutras en apariencia, son un todo complejo detrás del cual obra la gracia del poder que se vale de tales instituciones para continuar no sólo con vida, sino que a través del tiempo histórico, se hace más fuerte en las alturas y genera más capilares hacia abajo.

Así, los modelos culturales y los discursos, las conductas y los lenguajes, son los laboratorios experimentales que inauguraron la más inconmensurable producción de unidades funcionales al poder. En el individuo actual, el individuo masificado como objeto de la dinámica del consumo y la producción material, es el más claro ejemplo de cómo el poder antes de reprimir conductas, las crea y las informa para que les sean funcionales, para que alimenten su afán de eternización.

– ¿Y qué tiene que ver la memoria?

– Que hoy a la memoria, fuerza activa si las hay, la quiere suprimir. Y la quiere suprimir el poder, al que le servimos como idiotas sociales, más preocupados por un presente teleológicamente dirigido hacia el consumo y hacia el individualismo burgués de producción material como realización de la existencia. El poder no simpatiza con la crítica, con la duda metódica y su ética de la conclusión, con la erudición franca sin oropel ni distinciones ni honores de oportunistas. Y mucho menos con la frugalidad y el vivir en total armonía con la naturaleza. Ni locos! Si nos dijeron que tenemos que ser “amos y señores de la naturaleza!” Y así estamos, destruyéndola dado que las grandes extensiones de propiedad privada supone pocas fragmentaciones y también supone pocos amos. Pero eso sí, muchos súbditos.

La memoria es el receptáculo consciente de la historia individual y colectiva. Es la historia la que probabilísticamente, aún conscientes de nuestra falibilidad, nos evitaría costear los errores que hemos cometido en el pasado. Pero, sucede que a veces la historia es esa prostituta de Shaw que se acuesta con todos pero no ama a ninguno, ya que no existe la objetividad, dicen… Porque hay poder detrás de la historia, ¿saben?

Entonces, una vez más, decimos que lo que se construye históricamente, se destruye políticamente. ¿Seremos, pues entonces, capaces de actuar como seres políticos para criticar esta intentona de supresión contra la memoria?. Y no estoy haciendo un llamado a todos, dada la multipolaridad en la que estamos inmersos, sino a aquellos que comparten humanidad con los harapientos del mundo, y saben que el “reino de los pobres” del más allá, es una afrenta para la noción y la acción de la rebelión del más acá. La vida, es aquí y ahora.

– El autor de la nota reside en Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es Columnista de Salta 21. Para leer su artículo anterior hacer click en su nombre.