Fecha fundacional de un partido político con dirigentes millonarios y votantes mayoritariamente pobres.
El 17 de Octubre el Peronismo recuerda el “Día de la Lealtad”, la fecha fundacional del movimiento político creado por Juan Domingo Perón en 1945. Es el día que los militantes peronistas vivieron con pasión y compromiso durante los años duros de su proscripción político-electoral, en forma más atenuada en los tiempos posteriores a la muerte del fundador, y casi olvidado en los doce años de Kirchnerismo cuando Néstor y Cristina Kirchner pretendieron refundar el Movimiento y erigirse en una instancia superadora del Líder histórico.
Los antecedentes de esta fecha emblemática de la historia argentina del siglo XX se remontan a junio de 1943, cuando un grupo numeroso de oficiales jóvenes del Ejército bajo el liderazgo de cinco generales se alzó contra el gobierno constitucional de cuño oligárquico de entonces, produjo un golpe de estado y tomó el poder político del país. Tanto los oficiales jóvenes como los generales golpistas tenían una identificación común: provenían del nacionalismo católico, coincidían ideológicamente con el fascismo europeo y eran ferozmente anticomunistas. Uno de esos oficiales, muy respetado por sus pares, era el coronel Juan Domingo Perón.
Si bien aquellos militares sostuvieron siempre que habían dado el golpe para desalojar del gobierno a los representantes de la oligarquía e impedir el triunfo del oligarca salteño Robustiano Patrón Costas en las elecciones que se avecinaban, el motivo principal era impedir que la Argentina rompiera su neutralidad y declarara la guerra a la Alemania nazi, de la cual todos los oficiales eran entusiastas admiradores. De hecho, el gobierno militar que tomó el poder a mediados de 1943 recién le declaró la guerra a Alemania el 27 de marzo de 1945, cuando el Ejército Rojo (soviético) ya había aplastado al ejército alemán en Stalingrado y Kursk, se acercaba a Berlín y la caída del nazismo era inminente.
El coronel Perón ocupó puestos importantes en ese gobierno militar: fue ministro de Guerra y luego vicepresidente de la Nación. Pero habría de ser ampliamente conocido en todo el país como titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión, donde desplegó su política destinada a favorecer los derechos de los trabajadores y de la población más postergada económicamente, a la par que estableció relaciones cercanas con dirigentes gremiales nacionalistas que enfrentaban a los sindicalistas comunistas, socialistas y anarquistas que conducían la mayoría de los gremios.
A principios de 1945 el futuro líder de los trabajadores era más famoso y reconocido que el mismo Presidente de la Nación. Las desinteligencias y desconfianzas internas, sobre todo con el generalato, no tardarían en producirse. El 9 de octubre de ese año, la cúpula militar dispuso su relevo en los cargos que ocupaba y dos días después ordenó su detención por desacato, tras lo cual fue llevado preso a la isla Martín García.
Los trabajadores del conurbano al enterarse de su detención decidieron declararse en huelga y movilizarse para exigir su libertad. Un papel importante en esa movilización le cupo al veterano dirigente sindical Cipriano Reyes, aunque en los años posteriores la historiografía oficial del Peronismo hizo a un lado a Reyes cuando éste enfrentó a Perón y le asignó ese lugar a Evita, la esposa del Líder.
El día 17 de Octubre los trabajadores de las fábricas y de los campos cercanos ocuparon la Plaza de Mayo y permanecieron allí todo el día; hacia la noche el gobierno dispuso la liberación de Perón quién luego habló desde los balcones de la Casa Rosada para agradecer a sus nuevos seguidores y pedirles que volvieran a sus casas. El gobierno militar, a su vez, decidió poner fin inmediatamente a la veda política y llamar a elecciones generales.
Pese a las rivalidades internas, el nuevo partido político del coronel Perón contó con un amplio respaldo del gobierno militar durante toda la campaña electoral. En su tarea proselitista el nuevo Conductor recorrió el país en los trenes y otros medios de transporte que el Estado puso a su disposición, mientras su aparato de propaganda usaba todo el sistema público de radiodifusión.
Sin ninguna duda, la etapa de diez años de gobierno iniciada en 1946 por el gobierno del ahora ascendido General Perón será siempre la más recordada por los trabajadores. A la conquista de sus derechos largamente postergada, se sumó un gran impulso a la educación pública sarmientina (Perón siempre sintió una gran admiración por el gran maestro sanjuanino, al contrario de lo que vimos en los años del Kirchnerismo). También implementó una política de sustitución de importaciones mediante el desarrollo de la industria: recordemos que la Segunda Guerra Mundial había dejado a Europa y Japón exhaustos y con sus aparatos industriales destruidos, mientras que Estados Unidos comenzaba recién a recuperarse del enorme esfuerzo bélico desplegado. La Argentina, hay que reconocerlo, tenía en ese momento miles de millones de dólares y lingotes de oro en reservas, producto de la venta de sus materias primas y carne en los años anteriores a la Segunda Guerra y durante el desarrollo de ésta. Con esos recursos enormes el proyecto de industrialización llevado adelante por el Peronismo resultó mucho más fácil que los emprendimientos similares de los otros países de América Latina.
La etapa de desarrollo del país y trabajo pleno, con bajos índices de pobreza, se extendió desde 1946 hasta el año 1970 aproximadamente, esto es por más de 15 años después del golpe militar de 1955. Sin embargo, en la memoria de los trabajadores, mayoritariamente peronistas, aquella década feliz se mantuvo inalterable, con un profundo agradecimiento a quién consideraban su Líder, aún en los años del exilio.
Aquella década gloriosa le ha servido a los dirigentes políticos seguidores de Perón para sostener que el Peronismo es el movimiento político que tiene por misión histórica implementar la Justicia Social, y llevar a los pobres y excluidos y a los trabajadores hacia su dignificación. Pero, si miramos la realidad, lo que se aprecia es que los gobiernos de ese signo partidario que se sucedieron desde la llegada de la Democracia en 1983 han estado lejos de cumplir con esa premisa. Y si no, veamos.
El primer gobierno peronista luego de la última dictadura militar fue el de Carlos Saúl Menem, que apenas llegó a la presidencia vendió todas las empresas del Estado e implementó un programa económico que al cabo de diez años destruyó el aparato productivo. Elegido Presidente por 6 años primero, fue reelecto con el apoyo amplio del Peronismo por 4 años más.
El siguiente gobierno peronista llegó con Eduardo Duhalde en el año 2002 con un mandato provisional por 2 años. Luego llegaron 12 años más de peronismo con Néstor y Cristina Kirchner. Antes de irse, este último gobierno dejó 12 millones de pobres, una alta desocupación, una moneda destruida, un sistema energético colapsado, la educación pública destruida con baja calidad de enseñanza y otros males.
En total de 34 años de gobiernos nacionales desde la llegada de la Democracia, 24 años fueron peronistas. Pero hay provincias como las del norte argentino, donde el Peronismo es el único partido que ha gobernado y donde la pobreza y la desocupación laboral se han extendido por doquier; también en la mayoría de los municipios del país –como La Matanza, el más populoso- cuyos intendentes han sido siempre peronistas.
Hemos visto, además, en estas décadas el obsceno enriquecimiento personal de aquellos dirigentes que venían a salvar a los más humildes y a restaurar aquella lejana década peronista. Dirigentes sindicales de origen humilde convertidos en jerarcas multimillonarios, gran parte de ellos con métodos mafiosos que aplican a los mismos trabajadores que dicen representar y defender. Dirigentes políticos peronistas que llegaron a la función pública con una situación económica modesta y al cabo de años en el poder se convirtieron en millonarios con formas de vida y lujos carísimos, que cambiaron sus antiguas casas en los barrios obreros o de clase media por propiedades suntuosas en los barrios más caros de Puerto Madero, La Recoleta o los countries de lujo. Solo como ejemplo podemos citar a Carlos y Eduardo Menem, Cristina Kirchner y su familia, Hugo Moyano, Antonio Caló, Luis Barrionuevo, Amado Boudou, José Luis Gioja, Julio De Vido, Juan Luis Manzur y otros no menos conocidos. Los que venían a luchar contra la Oligarquía terminaron convertidos ellos mismos en verdaderos oligarcas.
Que hoy Cristina Kirchner, rememorando aquella histórica jornada del 17 de Octubre del ’45 -que casi tenía olvidada- reclame lealtad a la tropa que la adulaba hasta diciembre del 2015 y hoy empieza a emigrar hacia otros espacios políticos peronistas, es lo de menos. La mayoría de la dirigencia política y gremial que dice ser heredera de Juan Perón no solo no ha demostrado lealtad con los cientos de miles de trabajadores y personas humildes que han votado al Peronismo en estas décadas, sino que se han encargado de empobrecer a esos sectores con las políticas económico-sociales que implementaron cada vez que tuvieron el poder.
Hubo, de parte de los dirigentes políticos y gremiales peronistas, mucha más lealtad a sus propios intereses económicos que a aquellos pobladores humildes, que hoy todavía, con las fotos de Perón y Evita, siguen votándolos.