Nos hemos propuesto la elaboración de una serie audiovisual histórica de alcance continental.
PRODUCCION DE UN PROGRAMA ARTISTICO-HISTÓRICO LATINOAMERICANO EN EL CONCIERTO GLOBAL. PROYECTO de GUIÓN AUDIOVISUAL elevado al NationalEndowmentfortheHumanities (NEH). y a la Latin American StudiesAssociation (LASA), con imágenes y sonido. November, 2014
INDICE
1.- Autores, y colaboradores
2.- Introducción
2-a Objetivo de la Investigación
3.- La idea motora y la trama del relato audiovisual
4.- Modernidades amerindias, guerras civilizatorias, desastres ecológicos y telúricos, y articulaciones etno-geográficas
5.- Impacto de la monarquía universal y de las guerras religiosas y dinásticas europeasy articulación de absolutismo, barroco y mercantilismo
5-a.- Descubrimiento (1492), partición papal (1493), conquista (1519-1580), y primera guerra civil (1537)
5-b.- Primera globalización, Unión de las dos Coronas, presencia portuguesa en ciudades y puertos, capitalismo comercial de guerra y movimientos migratorios forzados (1580-1640)
5-c.- Expulsión de portugueses, apogeo jesuítico, partición de los dominios ibéricos y balcanización del mosaico caribeño (1640-1715)
5-d.- Sistema mercantilista de Utrecht, penetración esclavista inglesa y fracaso español en el monopolio comercial con Indias (1715-1756)
5-e.- Expulsión Jesuítica de los dominios ibéricos (1759-1767), particiones ilustradas y recolonización borbónica en América (1782)
6.- Revoluciones desde arriba y abajo, guerras napoleónicas, particiones independentistas y amalgama de republicanismo secularizador, romanticismo y librecambio (1808-1820)
6-a Impacto de la Santa Alianza (Metternich) y los huevos de serpiente (1815-1820)
7.- Segunda globalización, modernidad liberal, y centralización de estados-naciones (1854-1889)
7-a Impacto de la Guerra de Crimea, lucha de liberales contra conservadores revoluciones desde arriba (1854-1869)
7-b Impacto de la Guerra Franco-Prusiana y programas secularizadores(1870-1889)
8.- Crisis complementaria del estado-nación moderno y contradicciones con el discurso modernizador (1889-1918)
9.- Simbiosis de bonapartismo, proteccionismo y modernismo, revoluciones desde arriba, guerras mundiales y activismo intelectual indígena(1930-1960)
9-a Prototipos de cesarismos providenciales y modernidades tardías efímeras
10.- Tercera globalización, caída del Muro, extinción del socialismo real, terrorismo global, y nueva partición del espacio latinoamericano (1989)
11.- Epílogo, crímenes de estado, extractivismo y sometimiento intelectual al Banco Mundial
12.- Adherentes
Ver autores y colaboradores en archivo adjunto
2.- Introducción
Nos hemos propuesto sugerir la elaboración de una serie audiovisual histórica de alcance continental, a encarar por una organización con acceso a archivos gráficos y sonoros, que abarque la historia de América Latina desde las etapas anteriores a la conquista europea hasta la misma actualidad, y que apunte a contribuir a su futura integración política y a superar el estancamiento actual en los estudios latinoamericanistas.
Dicho estancamiento se extiende a sus sedes latinoamericanas, cautivas en gran parte de mandarinatos académicos problemáticos, que han infundido el miedo a discrepar, y donde escasean los recursos culturales y los archivos gráficos y sonoros, prolifera la corrupción y la endogamia, y se cultiva una dependencia al Banco Mundial/BID. También se extiende el estancamiento a las sedes del llamado Primer Mundo, donde a pesar de ser USA una sociedad transida por el racismo y un estado complicado en crímenes de guerra (reconocidos por su propio Senado), paradójicamente cuenta en sus universidades con mayores grados de excelencia y libertad académica que en el resto del mundo. Paralelamente, uno de los órganos más claves para la investigación histórica y cultural, como es el National Endowment for the Humanities (NEH) se encuentra a merced de las mayorías circunstanciales del Senado norteamericano.
Sin embargo, estas universidades norteamericanas reproducen en gran medida, en el área de los estudios latinoamericanos, la división regional tradicional en estados-naciones, y la producción intelectual limitada a compartimentos estancos, lo cual determina que el conocimiento de su historia y su cultura se vuelva cada vez más incomprensible, y se sabotee el trabajo colectivo. Esta producción historiográfica revela también una crisis cada vez más acentuada de los saberes humanísticos y científicos por la resistencia a la utilización de formatos digitales en red y de lenguajes audiovisuales. Esa misma resistencia, que había observado el astrónomo Galileo con respecto al uso del telescopio, se repite hoy al extremo de quedar los humanistas y científicos aislados en una insularidad asépticamente sellada de “nichos claustrofóbicos”, propia de aquellos que al padecer deformaciones profesionales son cultores del statu quo curricular y de sospechosos mandarinatos académicos (inflación de poder en el vínculo pedagógico), y reacios a las perspectivas holísticas, a la conectividad colaborativa, y a la ampliación innovadora –más allá de los dominios propios– de las fronteras del conocimiento (Ortoleva, 1999).
En el caso latinoamericano, amén de recurrir a inapelables imágenes, colores, ritmos, sonidos y metáforas, de inexcusable referencia alegórica y programática, tenemos necesidad de indagar el origen de todos aquellos traumas colectivos o complejos de inferioridad (étnica, territorial, económica, cultural, lingüística, política o militar), y pautas de culpabilidad (miedo, depresión, apatía, vergüenza y humillación) crónicamente transferibles a diferentes chivos expiatorios. Pese a su heterogeneidad, el origen de estos traumas (conquistas, guerras, dictaduras, magnicidios, particiones, ostracismos, irredentismos, cesaro-papismos, sumas de poder público, anexionismos o estados-libres asociados), y sus diversas y numerosas supervivencias, fueron comunes a todas nuestras naciones, en especial el impacto de las globalizaciones y guerras europeas (guerras de religión, guerras dinásticas, guerras napoleónicas, guerra de crimea, guerra franco-prusiana y guerras mundiales) y las particiones y transferencias geográfico-territoriales derivadas de ellas.
Pero también debemos plantear todos aquellos temas silenciados por la historiografía tradicional americanista (mandarinatos, teocracias, talasocracias, estados-tapones, blanqueamientos raciales, señoríos cocaleros, pogroms, etc.); replantear aspectos fundamentales que hasta hoy han sido ignorados (traumas derivados de las particiones territoriales); tener en cuenta que existen distintas narrativas escritas desde diferentes orígenes nacionales, étnicos, lingüísticos, y de clase, y desde diferentes aproximaciones de orden artístico y/o científico; y transmitir un argumento o pensamiento central que reconozca la existencia en el pasado histórico de acontecimientos que fueron traumáticos (globalizaciones y particiones y transferencias territoriales), y no obstante ello existe la voluntad política de subsanar las secuelas o supervivencias de los mismos, a la luz de paradigmas más realistas y abarcadores, y sin que ello suponga tomar un partido sectario en materia ideológica, epistémica o metodológica.
El análisis historiográfico no debe partir de interpretaciones lineales, gradualistas o etapistas del proceso histórico propias de un pensamiento funcionalista (Halperín Donghi, Cortés Conde) ni de las secuelas corporativas y centralistas como lo fueron las interpretaciones dependentistas (Wiarda-Véliz), sino de aquella que pone el eje en agentes motores del proceso histórico como lo fueron las guerras y las particiones y transferencias político-territoriales, verdaderas causantes de traumas colectivos, y no meros agentes pasivos. Tampoco el replanteo historiográfico debe ser estático ni victimizante, tomando como chivo expiatorio de la crisis exclusivamente a las metrópolis imperiales. Este análisis debe distinguir claramente las nociones de colonialismo y de colonia (Osterhammel, Stuchtey), así como diferenciar la condición de colonialidad (la que se mantiene en el tiempo) de la noción histórica de colonialismo aplicable exclusivamente al período de dominación ibérica, con sus diferentes períodos, como es instrumentado en el Proyecto Modernidad/Colonialismo, acuñado por Aníbal Quijano.
Tampoco este replanteo debe contar con contenidos re-creacionistas o restauracionistas, típicos del pensamiento reaccionario que trata al pasado histórico como si fuera un objeto inerte y pasivo, susceptible de ser recuperado políticamente (Kracauer-Zermeño), tal como está siendo experimentado en el Levante/Oriente Medio por el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), pero enmascarado tras la tradición cesaro-papista y el mito salvífico del Califato Islámico. El Califato desapareció después de haber sido eliminado el sultanato, pero no por obra de la Paz de Versalles sino por la revolución secularizadora de Kemal Ataturk (1922). Este último mito tiene un distante aire de familia con el mito mesiánico andino de “buscar un Inca” que restituya una edad de oro perdida, indagado entre otros por Flores Galindo.
Por el contrario, en nuestro emprendimiento intelectual destinado a superar el creciente proceso de periferización y crisis de identidad provocado por la tercera globalización y el agotamiento institucional de los estados-naciones (incapaces de afrontar los desafíos de la necro y la narco-política, de acabar con la corrupción y la miseria y de alcanzar una auténtica autonomía científico-técnica), pretendemos gestar un proyecto político-cultural común, ajeno a toda sospecha de hegemonía euro-céntrica u occidentalizadora, o de nostalgia restauradora de una perdida “edad de oro”, o de tragedia vaticinadora de eventos apocalípticos (catastróficos o conspirativos), o de patriarcalismo, bajo una única óptica masculina y en desmedro de una visión femenina.
Pero sobre todo, pretendemos promover la idea motora de acelerar la unidad latinoamericana tomando América Latina como si fuera un continente, pero con un proyecto común que debe ser impulsado desde abajo por los partidos políticos y los movimientos sociales de todos los países y por sus representantes parlamentarios, que tienda conformar coaliciones inter-estados destinadas a ampliar las libertades públicas, eliminar la pobreza, y avanzar las fronteras del conocimiento artístico y científico del mundo.
A semejanza de la noción de Unidad Europea (UE), la latinoamericana debe arrancar de la experiencia plural e interdisciplinaria de siglos de historia muy anteriores a la conquista ibérica. También debe evitar –a diferencia de la Unidad del África sub-sahariana, o la del Maghreb, o la del Medio Oriente– copiar la ceguera del sectarismo economicista, prevaleciente en tiempos de la descolonización africana (Nkrumah) y, por el contrario, seguir los parámetros propuestos por instituciones pioneras tales como la Asociación Internacional Arte Sin Fronteras (Sao Paulo, Brasil).
2-a Objetivo de la Investigación
Este emprendimiento está dirigido en principio a los grupos dirigentes, en especial a la intelectualidad, y a los estudios latinoamericanistas de todo el mundo, a los dirigentes de los partidos políticos, y a las comunidades judiciales, diplomáticas y universitarias, para que unidos encaren la elaboración de una agenda y un protocolo para poner en marcha un proyecto común de combate contra la tercera globalización y el conjunto de traumas culturales y políticos que los tiene desde antaño postergados (TPC). Este conjunto de traumas se reducen al cesarismo bonapartista y patriarcal (hombres providenciales e infalibles), al sectarismo economicista, al aislacionismo (diplomático y cultural), al pretorianismo militar, al corporativismo patrimonialista (clerical, sindical), al clientelismo electoralista, al analfabetismo funcional (digital), a la endogamia institucional (docente, empresaria), al irredentismo espacial (territorial), al restauracionismo o reconstruccionismo nostálgico-político, al negacionismo de los crímenes de lesa humanidad (desaparecidos y muerte violenta de líderes populares), y al hegemonismo académico-mandarín canonizado por los poderes políticos y mediáticos.
Esta propuesta debe estar fundada en una selección significativa de innumerables links y videos, cuyos argumentos se tomarán de libros y artículos de diversos autores, y debería estar reflejada en escenas secuenciadas, no necesariamente lineales, y estimuladas por un repertorio de unidades narrativas, correspondientes a diferentes períodos de la historia latino-americana (antigüedad, modernidad, contemporaneidad); a diversas formas de gobierno (teocracia, monarquía, imperio, talasocracia, república, cesaro-papismo, aristocracia, democracia, estado fallido, narco-estado); a diferentes ficciones orientadoras (comunidades imaginadas, indigenismos históricos: incaísmo, aztequismo), a distintas unidades políticas (civilizaciones, culturas, virreinatos, estados-naciones, provincias, departamentos); a diversos procesos violentos (conquistas, guerras, particiones, rebeliones, ostracismos, providencialismos, conspiraciones, magnicidios, suicidios, necro-políticas, impunidades, etc.); a una variedad de mecanismos apaciguadores (abdicaciones, renunciamientos, armisticios, tratados, etc.), y a distintas regiones y naciones del espacio latinoamericano, en su compleja diversidad económica (minera, agrícola, ganadera, industrial, forestal, etc.), socio-étnica (indígena, africana, mestiza, mulata, europea, etc.), comunicacional (impresa, radial, televisiva) y geográfica (siringales en la amazonía, pampa gaucha y llanera, litoral rioplatense, archipiélago caribeño o antillano, costa peruana, mundo andino, mediterraneidad o insularidad paraguaya, meseta centroamericana, etc.).
Su selección debe ser intensamente discutida y el borrador resultante debe ser permanentemente editado, como lo hemos venido haciendo hasta el presente, con gran ayuda de Internet, del Google, de Wikipedia y de Academia.edu (y eventualmente una red digital colectiva o sitio web al estilo de wikipedia), que nos ha permitido asociar en esta empresa a multitud de colegas de distintas partes del mundo y de diversas disciplinas científicas, a quienes se les pidió opinar sobre sus temas preferidos, incorporando incluso las opiniones de aquellos que no habiendo aceptado adherirse contribuyeron con sus críticas al mejoramiento del Proyecto.
Por último, la compilación de textos deberá ser interpretada, y reformulada con entrevistas, reportajes, ilustraciones (antropología visual), canciones (Canto General de Pablo Neruda por Theodorakis y Farantouri, Canción con todos, Misa criolla), melodías, coreografías, una serie de videos semejante a la que con fines celebratorios se tituló AmericaS (1990-1992), basada en el libro de Peter Winn del mismo título: AmericaS: TheChangingFace of LatinAmerica and theCaribbean, así como escenografías estéticamente diseñadas para la peculiaridad de cada episodio histórico, y dobladas a todas las lenguas amerindias posibles.
3.- La idea motora y la trama del relato audiovisual
La idea motora que anima este proyecto común de unidad latinoamericana es el combate a esos viejos “huevos de la serpiente” (globalizaciones, motines militares, golpes de estado, aventurerismos, auto-golpes, sumas de poder público) y a sus secuelas y supervivencias constituidas por el conjunto de traumas políticos y culturales largamente incubados (TPC). El huevo de la serpiente es una metáfora literaria, de origen shakesperiano, retomada por las teorías del trauma colectivo (Kühner-Romero Villa), y también por el cineasta Bergman, alrededor de un reptil que simboliza la potencialidad del mal con su eterna metamorfosis o camuflaje de piel, y cuyos huevos incubados es preciso eliminarlos antes que eclosionen.
Por otro lado, el combate a que hacemos referencia está centrado alrededor de una secuencia histórica de acontecimientos concretos previa y correctamente fechados, y dialécticamente contrastados con una secuencia discursivo-racional interna “…que se ha venido desarrollando desde la disolución de las formas amerindias de vida hasta la identificación con un concepto abstracto, fundamentalmente externo, muchas veces trascendente de independencia y modernización” (Cripa).
Esta periodización, en su compleja escenificación, comprende un friso múltiple, con cuatro (4) actos sucesivos (en un espacio de tiempo de larga duración), y sus respectivas transiciones, etapas o cortes cronológicos, gobernados por sus respectivas lógicas, muy distintas unas de otras. Estas transiciones corresponden a la periodización histórica de la antigüedad anterior a la conquista europea y a las distintas variantes de un concepto de modernidad mucho más abarcador, que incluye la modernidad amerindia, la renacentista, la barroca, la ilustrada, la liberal, la romántica, la positivista, la bonapartista y la neoliberal, sugeridas por NathanWachtel, Enzo Traverso, Jesús Díaz-Caballero, Joaquín E. Meabe, Tristan Platt y Eric Voegelin, con sus sucesivos huevos de serpiente y sus respectivos teorizadores (Burke, De Bonald, de Maistre, Schmitt, Gentile, Kissinger), y a las recientes propuestas teóricas formuladas por Osterhammel (colonialismo), por Tomás Pérez Vejo (estado-nación) y por María Victoria Crespo (dictadura). Estos cuatro actos sucesivos se desplegarán en:
– a) un planteo inicial de la trama, que comprenda la época antigua, considerando este momento como el de las sociedades indígenas y sus consecuentes desarrollos que se remontan al momento del poblamiento del continente cuyos orígenes cronológicos en el Pleistoceno están en discusión (de 10 a 60 milenios) y la conformación de las sociedades originarias continentales, incluyendo fenómenos de modernidad autóctona. Para ello se considerará no tan solo las denominadas zonas nucleares (Mesoamérica y mundo andino) sino incorporar al estudio una visión holística del pasado indígena prehispánico dando visibilidad a aquellas sociedades que tradicionalmente se han visto como secundarias en la historiografía más tradicional (Moragas Segura). Específicamente, grupos indígenas de las “tierras bajas de Sudamérica” entre ellos los tupí y los guaraníes, para quienes existen sobradas evidencias del intercambio con los Incas (Perusset).
– b) un nudo crítico y traumático, que alteró profundamente el mundo amerindio, que corresponde al período colonial y a la lógica cultural del colonialismo y la modernidad renacentista, que comprende la monarquía universal, la amalgama del absolutismo, el barroco, y el mercantilismo, y que abarca la primera globalización, expresada enel descubrimiento, y la partición de América entre los dos imperios pre-westfalianos (Partición Papal y Tratado de Tordesillas, 1494). Este descubrimiento estuvo seguido por la conquista, la colonización y la llamada evangelización, la unión de las dos coronas castellana y lusitana (1580-1640); proseguida por la expulsión de los portugueses de las ciudades hispano-americanas (a raíz de la Rebelión de Portugal), y la partición de los dominios ibéricos (1640); culminada en la Paz de Westfalia y el Tratado de Münster (1648), el apogeo jesuítico, el sistema mercantilista de Utrecht, la emergencia de imperios comerciales y marítimos, la pérdida española del monopolio comercial con Indias, y la penetración esclavista inglesa (1715-1740); y finalmente coronado con la expulsión de los jesuitas (1759-1767), la hegemonía jansenista, y la nociva secuela de una más intensa partición político-administrativa del espacio colonial, consumada con la Real Ordenanza de Intendentes (1782).
– c) un nudo secundario o de transformación, que enmarcado en la época liberal ilustrada y en la simbiosis del republicanismo, el romanticismo y el librecambio –correspondiente a la segunda guerra civil europea, a las derivaciones de la Paz de Viena y a la diplomacia de Metternich (1815)– impulsó un independentismo que acentuó la partición política del continente. Estas particiones generaron los correspondientes providencialismos regionales, los estados-tapones, el capitalismo comercial de librecambio, los procesos asimiladores forzados y las luchas fratricidas de liberales contra conservadores, que no acabaron con la colonialidad cultural; receptaron los impactos de las guerras europeas (Guerras napoleónicas, Guerra de Crimea, Guerra Franco-Prusiana y Guerras Mundiales), y provocaron una segunda globalización, que en el mundo andino agudizó el colonialismo interno y la opresión del indígena al someter a los originarios como siervos de haciendas; y en la pampa, la sabana y los litorales latinoamericanos incitaron a emprender nuevas conquistas de territorios y recursos indígenas (Yrigoyen Fajardo). Esta misma opresión que se da en los Andes se da también en las tierras bajas, al menos entre los grupos guaraníes, quienes comienzan a ver afectada su forma de vida en comunidad por la intercesión de distintas ordenanzas regladas por los “nuevos” estados nacionales (Perusset).
– y d) un desenlace final, dramático y criminal, donde prevalecen las políticas extractivistas y de partición geo-política, de articulación del bonapartismo, el modernismo y el proteccionismo, y de sometimiento intelectual, que abarca la época correspondiente a la tercera guerra civil europea con sus dos Guerras Mundiales; las derivaciones de la Paz de Versalles (1918) y de los Acuerdos de Yalta (1945); la extinción de la Guerra Fría con la Caída del Muro de Berlín (1989), y sus efectos en el Consenso de Washington (1994); la tercera globalización, el derrumbe del Muro del Caribe y el eventual levantamiento del Bloqueo a Cuba (2014); y con la emergencia de un terrorismo global que contamina las instituciones republicanas y degrada los niveles de vida democrática.
4.- Modernidades amerindias, guerras civilizatorias, desastres ecológicos, meteorológicos y telúricos, y articulaciones etno-geográficas (caribeñas, polinésicas, siberianas, amazónicas, asiáticas y africanas).
Desde el proceso de colonización del continente durante el pleistoceno (época geológica que arranca desde hace más de diez mil años), tratamos una serie de unidades narrativas que operan como un planteo inicial del inmenso drama histórico latinoamericano, en seis (6) articulaciones geográficas prehistóricas, y en cinco (5) articulaciones históricas correlativas, dominadas por las guerras internas y los desastres ecológicos, meteorológicos y telúricos como lo revelan las estelas y las representaciones iconográficas de escenas bélicas.
En principio, se dieron seis (6) articulaciones etno-geográficas pre-históricas: la caribeña, la polinésica, la siberiana, la asiática, la amazónica y la africana. La articulación caribeña o antillana se produce con las migraciones de los arawak desde el río Orinoco al mar Caribe (saladoides), y entre ellos la de los taínos a Puerto Rico (Borinquen), a la Hispaniola, y a Cuba, donde se mezclan con los indios Caribes. La articulación polinésica se habría comprobado mediante restos lingüísticos y vestigios arqueológicos encontrados en la Isla Moche (frente a la provincia de Arauco en Chile). Y la articulación amazónica opera en toda la extensión fronteriza de Brasil y Maranhao. Así como Murra inauguró el estudio del control vertical de los pisos ecológicos, es preciso rastrear también la articulación de las tierras altas andinas con las tierras bajas de la amazonía venezolana, colombiana, ecuatoriana, peruana, boliviana y paraguaya (Descola, Vallvé). Estas últimas, conjuntamente con la Amazonía brasilera, quedaron mitificadas en lo que se dio en llamar “gran vacío amazónico” (Santos Granero), y fosilizadas en una temporalidad a-histórica (Saignes), que recién muy últimamente lo han tratado de revertir los estudios de etnohistoria, especialmente los dirigidos a las etnias bisagra que operaban bélicamente entre el mundo andino y la amazonía. Por último, la articulación africana y/o polinésica sería la más antigua de todas pues se remontaría según arqueólogos brasileros a sesenta milenios (ver Serra da Capivaraen Piauí). Pero si el origen del género humano en la estepa etíope se remonta a más de dos millones de años, quiere decir entonces que los descendientes de ese mismo ser humano habrían demorado un millón novecientos mil años en llegar a América. Por cierto, estas diferencias son muy difíciles de sostener.
Posteriormente, y ya en la época histórica, se dieron una serie de etapas, las de la cultura Chinchorro en la costa norte de Chile (4000-2000 BC), la civilización maya en mesoamérica desde su preclásico medio y tardío (1000 BC-AD 250) cuando sus características culturales se destacan; y las altas culturas del horizonte temprano Quimbaya, Muisca y Chavín en la costa y sierra colombiana y peruana y en la meseta alto-peruana que habrían operado como la modernidad de su tiempo (1500-200 BC). A ello le sigue en el horizonte medio la innovadora cultura Huari-Tiahuanaco (200-1100 AD) y en la frontera con la Amazonía la cultura Chachapoyas. Durante el horizonte temprano se desarrollaron también importantes culturas como la Mochica con su secuencia cerámica de cinco fases; la de Nasca, con sus antaras (flautas) de cerámica con un cromatismo de hasta una docena de sonidos diferentes; y en el intermedio tardío la deChimú, con su culto dedicado a la luna “porque consideraban que era más poderosa que el sol puesto que alumbraba de noche, por su influencia sobre el crecimiento de las plantas y su utilización como marcador del tiempo”. Posteriormente se desarrolló el imperio Inca que conquistó todos los territorios que había sido del Imperio Huari y que pasaron a denominar Tawantinsuyo. El avance o conquista de los Incas “…no fue un proceso de incorporación de territorios, sino una progresiva inserción de pueblos, donde la definición de dominio no era tanto la suma de tierras, como la de la fuerza de trabajo de la comunidad, cuyo censo era el factor central de la sumisión” (Hampe Martínez). Tristan Platt sostiene que quizás habría que consolidar la idea de una modernidad amerindia particularmente impulsada por los Incas y sus conquistas, pues sin ellos no se habría podido imaginar un virreinato del Perú.
De manera semejante, imaginar un virreinato como el de Nueva España, requiere tomar en consideración a través de numerosas ruinas arqueológicas, glifos y códices la modernidad que en el período post-clásico significó la cultura mexica (azteca); y la triple alianza conformada por México-Tenochtitlan (de filiación étnica nahua), Tetzcuco (de filiación acolhua) y Tlacopan (de tradición otomí) herederas del período clásico cuando habían reinado las culturas totonaca (El Tajín) y zapoteca (Monte Albán); y en el mismo post-clásico la cultura tolteca (Tula) heredera de la teotihuacana. Y todas estas culturas últimas también fueron modernidades legatarias a su vez del período pre-clásico, cuando amén de la maya se había instalado la cultura olmeca (San Lorenzo Tenochtitlan), con sus modernidades en materia arquitectónica y cerámica escultórica.
Del post-clásico maya (900-1450 AC) datan los glifos y códices que se refieren a las predicciones de eclipses lunares y ciclos planetarios. Se sospecha que entre todos ellos –cuatro códices mixtecos, tres códices mayas y siete códices del grupo Borgia– la copia de época (Códice de Dresden) existente en una colección de Viena (cuyo origen se remonta a una posible donación de Hernán Cortés a Carlos V) llegó durante el Renacimiento a conocimiento de Brahe, de Kepler y de astrónomos jesuitas, y que por tanto su lectura y desciframiento parciales podrían haber colaborado con el origen de la astronomía y de la ciencia modernas. Más aún, la ciencia moderna está estrechamente vinculada al conocimiento que los indígenas de la Amazonía tenían y tienen del uso de plantas medicinales. Y con referencia a la etnografía, Jaime Marroquín Arredondo demuestra en su último libro Diálogos con Quetzalcóatl: humanismo, etnografía y ciencia (1492-1577) “que la llamada Revolución Científica tiene evidentes orígenes en las historias etnográficas y naturales compuestas por los humanistas españoles y nahuas en México-Nueva España durante el siglo XVI, quienes intentaron incorporar la ciencia y la ética mesoamericanas a la filosofía natural y moral de Occidente”.
De la época histórica que corresponde a la era cristiana rescatamos el manuscrito maya conocido como Popol Vuh, con sus calendarios de ceremonias y rituales; así como las culturas mesiánicas de Huitzilopochtli y Quetzalcoatl/Viracocha. La profecía de esta última habría correspondido a Tomás, el único apóstol de Cristo que fue a Oriente y que desde la India llegó a América (cf. el Sermón Guadalupano de Fray Servando Teresa de Mier, y las rutas de intercambio cultural de larga distancia en Golte), y también al país de Cipango y del Preste Juan, rememorado por Marco Polo, con sus relatos y la cartografía pertinente (Per Totum Circulum, 1440; Zeitz,1470; Henricus Martellus, 1489). La existencia de Cipango habría estado en conocimiento de Colón, referencia que se confirmaría con los últimos hallazgos arqueológicos de Walter Alba sobre la cultura moche, en especial la del Señor de Sipán, hipotéticamente procedentes de China continental.
5.- Impacto de la monarquía universal y de las guerras religiosas y dinásticas europeas y articulación de absolutismo, barroco y mercantilismo
La era colonial, nudo traumático o punto crucial de quiebra, puso en condición subalterna a todos los pueblos originarios, fijó las fronteras territoriales entre jurisdicciones diversas –dado el principio del uti possidetis iure– en forma casi definitiva, y subordinó la cultura, la política y la economía, antes autárquicas, a una amalgama de absolutismo, barroco, y mercantilismo, que debe importar permanentemente los avances intelectuales del centro, y exportar sus recursos naturales al exterior (Yrigoyen Fajardo). Debemos incluir entonces la lógica humanista importada, pues la supuesta universalidad de la monarquía hispánica como tercera Roma (heredada del Sacro Imperio Romano-Germánico) se debió especular en disputa con el Zarismo ruso, que la había heredado de Bizancio, cuando la caída de Constantinopla (Voegelin). En ese sentido, el canonista Palacios Rubios discutió la doctrina bíblica acerca de España como la quinta y última monarquía universal del mundo (luego de Asiria, Persia, Grecia y Roma), y la teoría opuesta al universalismo del escolástico Vázquez de Menchaca, que posteriormente influyera en las doctrinas del internacionalista Hugo Grocio, que llevaron a la Paz de Westfalia (Salinas Araneda).
Este nudo traumático, extremamente anacrónico, no se redujo solo a la conquista ibérica, pues incluyó una compleja combinación de etapas y acontecimientos muy distintos entre sí que se sucedieron e influyeron mutuamente. Dicha combinación comprendió el impacto de las guerras religiosas y dinásticas europeas, la recepción del renacimiento y el barroco, la sucesiva hegemonía de colonizadores portugueses, ingleses, franceses, holandeses y jesuitas, y de funcionarios jansenistas, y las participaciones secundarias y neutrales de colonizadores daneses y suecos.
Para analizar entonces el orden colonial, debemos desagregarlos en cinco (5) etapas sucesivas: la del descubrimiento (1492), conquista (1519-1580) y primera guerra civil (1537); la de la primera globalización de la Unión de las dos Coronas, presencia portuguesa, francesa y holandesa en ciudades y puertos y capitalismo comercial de guerra (1580-1640); la de la expulsión de comerciantes portugueses a raíz de la Rebelión de Portugal, y capitalizada por el apogeo jesuítico (1640-1700); la del Sistema de Utrecht, la penetración esclavista inglesa y la pérdida española del monopolio comercial de Indias (1715-1756); y la de la Expulsión Jesuítica, la hegemonía jansenista y las particiones ilustradas (1759-1808).
5-a.- Descubrimiento (1492), partición papal (1493), conquista ibérica (1519-1580), y primera guerra civil (1537)
Primero debemos tratar el descubrimiento, conquista, y colonización de América; y a su “evangelización”, por parte de dos imperios pre-westfalianos aunque renacentistas hijos del Tratado de Tordesillas (1494) y de la Partición Papal entre España y Portugal (1493), que mantuvieron al continente partido al medio en dos espacios geográficos separados, cuyos límites territoriales se perfeccionaron recién con el Tratado de Madrid (1750). A la ocupación territorial de América debe sumarse el Océano Pacífico con las Filipinas, como fruto de numerosas expediciones (Magallanes, Elcano), y que fueron incorporadas a la corona hispana y gobernadas desde el Virreinato de Nueva España, y específicamente desde el puerto de Acapulco (1565-1821).
En principio, debemos encarar el mesianismo de las sociedades que creían en la profecía de un rey-dios redentor, como el de Federico Barbarossa en el Sacro Imperio Germánico (siglo XII), o el sebastianismo en Portugal (siglo XVI), o como Quetzalcoatl en México, un dios barbado y blanco que vendría de oriente a redimirlos, o como el del Inkarri en Perú. Estos mitos mistifican los huesos de los últimos emperadores Inca (Tupac Amaru) y Azteca (Cuauhtemoc) como regeneradores de cuerpos que en un futuro “regresarán y serán millones”. Para comprender estos imperativos míticos engendradores de secuelas traumáticas debemos advertir y conocer que en estas sociedades operaban procesos inmigratorios históricos (los Aztecas procedían de la Baja California; y los Pipil, que poblaron Centroamérica, provenían de México), procesos beligerantes asimétricos (guerras civiles), catástrofes telúricas (terremotos, huracanes, tsunamis, ver Schwartz), catástrofes biológicas (pestes, plagas, epidemias), y procesos criminales de estado (ejecución de Tupac Amaru I, Cuauhtemoc, Antequera,Tupac Amaru II, Tiradentes, Murillo).
También se dieron procesos asimilatorios forzosos de corte lingüístico y cosmológico de unas etnías sobre otras (quechuización incaica de los cañaris, aymarización de los uros, nahuatizacion decentroamérica, araucanización de los pampas, mayanización de los kiché, guaranización de los chané-arawak, castellanización de los indígenas andinos y mesoamericanos, lusitanización de la amazonia brasilera, etc.). Como los españoles que conquistaron Centro América iban acompañados de los tlaxcaltecas —enemigos de los mexicas— asimilaron la lengua que se hablaba en lo que hoy es El Salvador al prestigio de la suya, llamada por los cronistas náhuatl-mexicano. Esa lengua, llamada nahuatl-pipil, la percibieron como un dialecto inferior, casi de niños, una de las traducciones de “pipil” (Lara-Martínez).
Luego, debemos conocer los incas de Vilcabamba, o Imperio Neoinca de Vilcabamba (1537-1572), correspondiente a los cuatro monarcas sucesores de Atahualpa pero herederos de Huayna Capac, que se enfrentaron al desmantelamiento que los conquistadores españoles y sus aliados andinos (chachapoyas, huaylas, huancas y cañaris) hicieron del Imperio inca. Se cree que el mito del Paitití y su persistente búsqueda, semejante al de El Dorado (Jiménez de Quesada, Belalcazar), obedece a tesoros ocultados en la Amazonía peruana por los Incas de Vilcabamba (Neuenschwander Landa y Deyermenjian).
Entre otros mitos y falsedades, existieron mitos fundacionales o arquetípicos como el de los héroes, con todo lo sombríos que pueden devenir, que en México, según sostiene el psicoanalista Juan Miguel Zunzunegui, incubaron choques emocionales (traumas) que fueron transferidos desde los individuos hacia la sociedad toda (traumas colectivos) y también transmitidos de una generación a otra (traumas inter-generacionales). Estos traumas generados por mitos y falsedades pueden funcionar como inconsciente o memoria colectiva de una población o como versiones oficiales de la historia, y pueden con el tiempo llegar a desatar polarizaciones político-militares trágicas. En tal caso, deben ser puestos en tela de juicio pues “…pueden llegar a servir para alimentar el odio y la desigualdad” (Kühner-Romero Villa).
Para explicar entre otros el choque emocional y las falsedades de la conquista, tanto la de los mundos Andino y Mesoamericano, como la del mundo litoral (Paraguay, el Río de la Plata), y el mundo marítimo (Brasil, el Caribe), es preciso acudir a sus secuelas traumáticas tales como los complejos de humillación y conciencia de inferioridad nacional y/o militar, y los síntomas de culpa, depresión, apatía y vergüenza (observables en los hijos de sus víctimas: los indios o los esclavos negros). Estas aclaraciones son oportunas, pues al momento de ese acontecimiento asimétrico que fue la conquista ibérica, Zunzunegui sostiene que no existía lo que se conoce como México, sino que eran distintas ciudades-estados o reinos –en mutua guerra fratricida– como el azteca, el tlaxcalteca, el chichimeca, el zapoteca, el maya, y el totonaca. Al sugerente razonamiento de Zunzunegui podemos añadir que al momento de la conquista tampoco se conocía lo que primero fue el Perú, luego el Río de la Plata, y más tarde la Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay; tampoco lo que primero fue la Nueva Granada y luego se conoció como Colombia; tampoco lo que fue una gobernación general subordinada al Portugal para administrar todo el Brasil que estaba dividido en doce capitanías hereditarias comunicadas entre sí sólo por vía marítima y luego se conoció como Brasil;y mucho menos aún lo que muy luego, a partir de Maximiliano, se conoció como América Latina (Filippi). El Perú estaba conformado por el poderoso estado Inca, pero también al norte por los reinos Cañaris y Chachapoyas, y al centro por los reinos Huaylas y Huancas (Valle del Mantaro). El Río de la Plata estaba constituido entonces por regiones autónomas entre sí, tales como Cuyo poblada por los indios Huarpes, Tucumán poblada por Diaguitas y Calchaquíes, y la Banda Oriental por los Charrúas. La Nueva Granada estaba constituida por regiones tales como Santa Marta, Cartagena y Popayán, pobladas las dos primeras por indios tayronas y muiscas, de la familia lingüística chibcha. Por último, Venezuela pertenecía a la Real Audiencia de Santo Domingo, y estaba poblada por indios taynos.
Algo semejante a México ocurre en el mundo andino con el mito de la conquista del Perú, pues pese a la ideología maoísta y polpotiana del fundador de Sendero Luminoso (Abimael Guzmán), su imaginario restaurador habría emanado parcialmente del mito andino del Inkarri. También este mito tiene su aire de familia con el de la restauración dinástica del Imperio de Iturbide por parte de Maximiliano de Austria y el conservadorismo monárquico mexicano, o con la restitución de la legislación de Indias pretendida en el Río de la Plata dos décadas después de la Revolución de Mayo por el “Restaurador de las Leyes” Juan Manuel de Rosas y su fuerza de choque denominada La Mazorca. Sin embargo, la recreación del Tawantinsuyo (unión de los cuatro suyos, territorios del imperio incaico) buscada en el siglo XVIII por los hermanos Katari, y enarbolar hoy públicamente la wiphala (bandera-emblema del mismo) tendría una dimensión distinta al mito del Inkarri, y se acercaría más a un esfuerzo de recuperación de la historia desde una perspectiva indígena, lo cual tiene una tradición intelectual que se remonta a la insurrección Katarista de 1781, a la frustrada insurrección de Pedro Murillo en el Alto Perú (1809), a la Guerra Federal del Norte en Bolivia que transfirió la capital desde Sucre a La Paz (1898-1899), y más próximamente, a los comienzos del siglo XX, cuando tras medio siglo de activismo intelectual aymara la Rosca Minera fue finalmente destronada del poder (Platt, Waskar Ari).
Este mito también se da en el Paraguay, donde la conquista es caracterizada por una amalgama hispano-guaraní destinada a defenderse de los ataques de los indios del Chaco paraguayo (Guaycurúes, Payaguás). Dicho mito fue para algunos el “paraíso de Mahoma” o “fiesta de la exogamia” (Kahle, 2005); para Bartomeu Meliá una serie de levantamientos proféticos de los chamanes guaraníes contra los encomenderos criollos (1556-1616); y para Creydt (2007), una explotación de la fuerza de trabajo de la mujer indígena, donde la poligamia fue “…una relación impuesta por la necesidad de convertir a las mujeres indígenas y a sus cuñados en siervos agrícolas” (Castells, 2011). Y también se da en el caso del Caribe, el Brasil y el Río de la Plata, donde habría habido un poblamiento sin servilismo indígena –porque la misma había sido previamente extinguida– pero con explotación de enormes masas de esclavos procedentes de África, con comerciantes portugueses articulados en red con los enclaves mineros de México, el Perú y Chile, y con las corambres de la Banda Oriental, muy lejos de ser algo semejante a la conquista que sufrieron los guaraníes en Paraguay, y más lejos aún de la que sufrieron los quechuas y aymaras en la conquista del Perú. Esta diferencia y aparente docilidad de la mano de obra esclava con respecto a la mano de obra indígena, obedecería a que el acto originario de esclavización se había producido lejos en el espacio geográfico, allende el Atlántico, en el continente africano, y como fruto en principio de guerras inter-tribales (G. Freyre).
La crisis de la conquista se agudiza con las guerras civiles entre los propios conquistadores (1537), entre los partidarios del rey de España y sus virreyes (La Gasca), y los conquistadores que desafiaban su poder (Gonzalo Pizarro), lo que provocó en estos últimos, derrotados en la pelea, un inicial complejo de inferioridad de origen geográfico. Con el tiempo este complejo se volvió para los criollos en una suerte de trauma colectivo, que tuvo su primer exilado en Garcilaso de la Vega, caído en desgracia por la persecución del Virrey Toledo, quien venía combatiendo cruelmente a los Incas de Vilcabamba (1572) y al patriotismo criollo fundacional de los derrotados en las guerras civiles del Perú y sus herederos (Díaz-Caballero).
El estudio de estos mitos, falsedades y traumas fueron formulados en varias etapas consecutivas (últimamente una corriente de pensamiento conocida como la “nueva historia de la conquista” integrada por Florine Assilbergs y Michael R. Oudijk, ha revisado la obra de Bernal Díaz del Castillo), la del utopismo milenarista franciscano del “buen salvaje” con su pastoral cristiana y su recuperación del mundo cultural indígena (Lascasianismo); la de las alianzas inter-étnicas de indígenas con españoles para conquistar otras etnias rivales y el rol de los indios-amigos; la de la reducción de los indígenas a «pueblos de indios»; y la de las mujeres indias y los señores de la coca (Numhauser).
En medio de este conflictivo contexto se da la colonización del Paraguay y del Río de la Plata, que procede en gran parte desde el mismo interior del espacio colonial, desde la Asunción del Paraguay y desde Charcas, pues la metrópoli española estaba inmersa en la defensa militar de sus flotas de galeones en el mar caribe, y la metrópoli portuguesa inmersa en la defensa de Rio de Janeiro esporádicamente ocupada por los hugonotes franceses (1555-58). Dicha colonización se hizo con visiones y ordenanzas superpuestas, pues la legislación que llega al Brasil portugués y al Río de la Plata español se acata (o no) de distinta manera. Lo mismo sucede con los jesuitas del Brasil y del Río de la Plata (Perusset).
Para esta primera etapa del largo y conflictivo período colonial, seleccionamos una larga serie de discursos que se siguen unos a otros, el pensamiento reaccionario y mesiánico que impregnó a los monarcas indígenas (Atahualpa-Moctezuma) y que los entregó impotentes a la conquista española acelerando el colapso de las culturas mesoamericanas y andinas; y la lógica del discurso milenarista que tiene sus orígenes en discursos pre-renacentistas (Joaquín de Fiore), en teologemas y mitemas cosmogónicos mayas, chavines, moches, incas, aztecas, y mapuches (e.g.: Quetzalcoatl/Wira-Kocha), y en profetismos mesiánicos tupí-guaraníes (Tierra sin Mal). También le siguió la lógica represiva e inquisitorial de la extirpación de idolatrías o “lógica de las hogueras”(curanderismo, hechicería, brujería, chamanismo, vaticinios, veneración de momias ancestrales, culto de los espíritus serranos), y asimismo la del miedo a la excomunión, mecanismo represivo que era manipulado por los obispos para mantener dominadas a las feligresías locales. De igual forma seleccionamos una larga serie de episodios como la extinción de la población aborigen caribeña, el feminismo indígena en la conquista (Malinche); y las negociaciones culturales que produjeron un sincretismo entre las culturas indígenas, europeas y africanas.