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domingo, noviembre 24, 2024

Décimo quinta temporada de la Sinfónica inicia con Mahler

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Un suspiro de los atrapados en el mágico mundo mahleriano y luego el estallido, el desborde viviente de los oyentes expresando con él la aprobación de una excelente versión.

Salta, viernes 13 de marzo de 2015. Teatro Provincial. Orquesta Sinfónica de Salta. Director Titular Maestro Jorge Lhez. Sinfonía nº 6 en la menor (*) de Gustav Mahler (1860-1911). Aforo 80%. (*) Estreno en Salta.

Noche de impactos. El primero, el público se enteró que la orquesta local es una de las tres orquestas argentinas que disputarán la distinción de haber sido la mejor orquesta del país en el año 2014, durante la entrega de los premios que anualmente otorga la Asociación de Críticos Musicales de Argentina el próximo 17 de abril en un acto que se llevará a cabo en la Legislatura de Buenos Aires. Ya el hecho de estar entre las tres mejores, es un logro importantísimo y una muestra de la recuperación de la mística de sus primeros años. El segundo, el estreno para nuestra provincia de la sexta Sinfonía del austríaco Mahler. De ella hablo ahora.

El maestro Lhez, que no usó batuta, indicó con gesto leve y sensible el final de la sinfonía. Silencio de los músicos, silencio del público, varios segundos como para que las mentes, el intelecto de todos, pueda reaccionar ante esta enormidad sonora, inmensamente atractiva al punto que su casi hora y media de duración no se notó. Un suspiro de los atrapados en el mágico mundo mahleriano y luego el estallido, el desborde viviente de los oyentes expresando con él la aprobación de una excelente versión, del valor de una partitura con más de un siglo de vida, del reconocimiento hacia músicos y conductor por la concentración y la entrega.

Esta sinfonía de Mahler es la primera que no tiene “final feliz” y en verdad es imposible que lo tenga habida cuenta que termina en la tonalidad de “la menor”, que en el conjunto de tonalidades es la que mejor expresa el “efecto triste”. La ligazón de los significados de la “sexta” con su esposa son más que evidentes al punto que el llamado “tema de Alma Schindler” del primer movimiento, es representativo de la belleza de Alma y la formación de esa belleza en la mente de Mahler.

El carácter obsesivo que temáticamente tiene el autor en su música, no observa mejor ejemplo que este tema, que aparece repetidamente en la sinfonía y también en las siguientes. Es un La mayor que Mahler usa para diferenciarse del carácter de mal presagio que ofrecen tonalidades descendentes y menores. En esta versión, el “andante” es de un devenir dulce y hermoso pero al mismo tiempo va ingresando en una atmósfera de tragedia que el movimiento siguiente, un “scherzo”, que reconoce cierto parentesco con el “ländler austríaco”, con sus figuras juguetonas e infantiles, no alcanza a compensar. El “allegro” final ofrece libertades interpretativas en su desusada extensión de casi cuarenta minutos. Pero en cualquier caso no elude su ámbito fatalista exacerbado por los secos golpes de martillo y una particular sensación de agobio y desesperanza por los aspectos domésticos de la vida del autor. De improviso un colosal “fortíssimo” da lugar a la atenuación sonora de trompetas, timbales y cuerdas en un breve pizzicato. La sinfonía ha concluido.

Me atrevo a coincidir con aquellos que hablan de que este edificio sonoro es el más personal en la obra de Mahler y representa el contradictorio mundo que lo rodeaba y que curiosamente era alegre y feliz. ¿Fue una premonición? No es fácil saberlo y tal vez por ello son tan variadas las ideas del oyente acerca de las intenciones sinfónicas del compositor. En cualquier caso, su construcción es plena de magnificencias y no me refiero solo a las explosiones orquestales sino también a los momentos de paz.

Jorge Lhez leyó muy bien la partitura y supongo debe haber investigado aquellos tiempos. También eliminó el tercer golpe de martillo en el último movimiento pero puso extremo cuidado en plantear sonoridades espectaculares en contraposición de las suaves ondulaciones que anunciaban significados oscuros y fúnebres. Cuando bajó los brazos, los presentes comulgamos respetuosamente con el maestro en esa señal de abatimiento que precedió a la ovación final. Todas las secciones de la orquesta tuvieron elevado desempeño y notables fueron los solos de clarinete (Tiburcio), flauta (Ulloque), oboe (Lépez), corno (Tabakov), clarinete piccolo (Gutierrez) y violín (Tartza).

Los supersticiosos se peguntarán ¿comenzar la temporada un viernes 13, con una sinfonía de corte trágico? Si hay alguna respuesta, ésta debería ser “señores, todo en orden”.

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