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miércoles, octubre 9, 2024

Arte vs. Industria; teatro vs. tele: el día que “pensar” fue algo terrible

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“Los pelotudos son la única especie en peligro de expansión”- dijo Charles Darwin. Imagino la reacción ante el título “El teatro es para un público que piensa”. Se asustaron y en ese espanto reconocieron que el teatro no era para ellos porque no piensan. La reacción debió ser otra: como pienso, el teatro es para mí. La autoexclusión de ser un humano pensante ocasionó una serie de dichos y una crítica a Cristina Idiarte que, en realidad, no dijo eso en una entrevista mal titulada. Textualmente, fue así: “El teatro debe estar dirigido al público que piensa; para el resto está la tele, que te da todo digerido”.

“Debe estar” expresa la obligación de hacer algo en el futuro o una suposición de algo presente. ¿Qué tiene de malo poseer la creencia de que el público sea pensante?

“Para el resto está la tele” mortificó a varios que cayeron en un debate sobre si es mejor el teatro o la tevé. Pero no se preocupen tanto que la tevé no morirá, muy por el contrario, ni la mala ni la buena programación está en peligro de extinción; en cambio el teatro, vive, permanece y resiste el abandono de las masas. “…que te da todo digerido” hace referencia a un tipo de programación, la que te da todo hecho. Sobre todo, hay una referencialidad anterior que es un debate que se dio en al menos las últimas dos décadas, y que se trata del fenómeno de la tinellización.

El fragmento de la entrevista a Cristina Idiarte en el marco de la próxima Fiesta Nacional de Teatro que viviremos en Salta publicada por el diario grande es la siguiente: “Hay obras para todo público, pero quienes se van a sentir más atraídos quizás sean los jóvenes. Tiene que ver con nuestra propia experiencia como gestores. En las muestras que organizamos en Salta hay dos franjas muy leales: de los 17 a los 30, y de los 40 en adelante. En la gente de 30 a 40 años hay un evidente desinterés. Yo digo que es la ‘generación Tinelli’, que no sostiene pensamiento crítico. El teatro debe estar dirigido al público que piensa; para el resto está la tele, que te da todo digerido”.

Evidentemente hay una apreciación sobre los espectadores de teatro. Pero además, hay mucha condensación.

Salvando las distancias, cuando el escritor José Martí escribió su ensayo “Los tres héroes”, destacaba valores como el estudio, refiriéndose incluso a raza buena y raza mala, para que los niños y los jóvenes captaran el “mensaje” y valoraran el interés del mexicano Hidalgo por el conocimiento, uno de los pocos letrados de su época que estudiaba francés y leía a los filósofos del XVIII. En esa aseveración de Cristina, hay un implícito que es un llamamiento a los jóvenes y una tirada de orejas, un correctivo, a la generación Tinelli.

El pensamiento crítico se construye con el Arte. No por ello debemos establecer brechas culturales con otras formas de la Industria. Pero no podemos reconocerle a la tevé, atributos que no tiene. El autor de la novela “La reina del sur”, crea un personaje que prefiere leer a mirar la televisión, es una reclusa con pensamiento crítico, porque ella da vida a sus personajes, los crea y los imagina, algo que no le permite las teleseries.

En literatura llamaríamos a eso la “lectio”; y en teatro, el “convivio” del que supo hablar tan claramente el investigador Jorge Dubatti, para quien el teatro es una forma no reproductible en el que existe un ritual de concurrencias: artistas, técnicos y espectadores. Por lo tanto el teatro no admite la reproductibilidad tecnológica.

La tevé, por el contrario, sí. Ello no quiere decir que sea mejor o peor. Pero son cosas distintas, que nos orienta hacia una pregunta: para qué. Y en ello, radica la diferencia central. Para Dubatti, el teatro es una práctica anticapitalista, antiimperialista, antiglobalizadora y antihegemónica. Por oposición, a la tevé le corresponde otro tipo de adjetivaciones.

La polémica por si el teatro es para gente que piensa debe abrir en otro sentido la discusión: la gente piensa, entonces hay teatro. Los pensantes van al teatro y los otros miran TV es una síntesis a priori. Es la interpretación que algunos medios supieron conseguir. Es el sayo que se quisieron poner y para peor, es la subestimación del acto de pensar. Pensar no es del otro mundo. Y si alguno se siente un pelotudo, no tenga dudas de que lo es.

José Manuel Garrido en una Revista Cultural española señaló: “El teatro empieza cuando el hombre se hace trascendente, cuando se para a pensar por qué está en el mundo, y empieza a pintar, y a bailar, y a danzar…”

Nadie salió a matar a Garrido ni pensó que en España nunca comenzó el teatro porque nadie se pregunta por qué está en el mundo. No dijeron qué torpes! Es hora de hacer teatro! Suban el telón que ya estoy pensando qué hago aquí!

Sigue Garrido: “el teatro es algo más. El teatro es vida, y como dice una socióloga de la literatura, Margot Berthold, es ‘vida viva’, que parece una redundancia. El teatro no solamente es útil como arte, sino que es un instrumento para muchas cosas. Es un arte, es un humanismo, es una instancia moral y nos puede conducir a muchas cosas. (…) Les sirve para mejorarse a sí mismos, como disciplina personal, mejora del lenguaje, de la interacción personal”…

Y continúa: “El teatro nace fundamentalmente como instancia moral, porque el hombre, de manera trascendental, se pregunta por qué está aquí. Hay tres frases de Miguel Ángel Asturias a propósito de esto: ‘Donde teatro hubo, palabras quedan. Queda la palabra del hombre con el hombre, y del hombre con los dioses’. Eso define la instancia moral, porque, en el fondo, el teatro describe el conflicto dramático entre el padre y la madre, el padre y la hija, el hijo y el vecino, los dioses, ‘por qué me castigas, Señor’… Es una instancia moral, y si se toma todo el teatro de Shakespeare, o cualquiera del teatro contemporáneo, se ve. La importancia del teatro se debe a que es una instancia moral. Es trascendente, porque habla de nosotros, de nuestros problemas. Puede ocuparse de las cosas más triviales, pero que son importantes, porque condicionan nuestra vida, hasta nuestra relación, desde un punto de vista religioso, con Dios, o el determinismo… En fin, es una pelea, es la pelea que tiene el hombre permanentemente con todo. Al hablar de pelea, me refiero a conflicto: ‘Dios existe, no existe’; ‘soy bueno, soy malo’; el conflicto con mi amigo o mi novia; el amor a los padres… Se puede nombrar una obra para cada una de estas cosas, siempre hay un ejemplo”.

En el sitio Bitácora teatral, el autor escribe: “Pienso que como teatristas debemos formar público y la mejor manera es pelear está guerra brindándole posibilidades de ver una obra de teatro a los niños y niñas, llegar directamente a los colegios con proyectos pedagógicos encaminados a esta formación, para darle a entender al público más joven que hay otras formas de diversión, sacándolos del tele – embobamiento en el que están sumergidos”.

Con respecto a las diferencias entre teatro y televisión, dijo Arturo Puig en palermo.edu: “El teatro es el lugar donde todos los actores nos sentimos mejor, por el público. Es el único arte que muestra al ser humano de cuerpo entero. Eso hace que uno se vea a sí mismo y muchas veces sucede que uno puede ver una idea, un pensamiento que puede llevarse a su vida. En cambio en la televisión, es más importante el equipo. Los directores y los cámaras hacen que uno trabaje diferente. Cuando empecé, la tele era en blanco y negro, e incluso tuve que grabar programas en vivo. Tampoco había equipos para compaginar y se grababa en bloques, era un trabajo muy exigente porque si uno se equivocaba había que grabar todo el bloque nuevamente. En esa época se ensayaba, los directores venían del teatro y tenían mucho conocimiento de actuación y marcaban muy bien. Hoy en día hay que tener mucha concentración porque todo es más fragmentado, no se ensaya y es muy rápido”.

“Creo que para actuar uno tiene que buscar la verdad en la escena, aún en una novela. En el cine y la televisión, uno tiene que estar pensando y eso se ve en los ojos, en cambio en el teatro debido a la distancia, el apoyo es en el pensamiento y en la voz. Para mí, la palabra es muy importante, hay algunas frases o palabras que te llevan a la emoción y si vos la sentís pasa al público”, expresó Puig.

“La tele es como una gran máquina trituradora que desmenuza, como si picara carne, todo cuanto se introduce en ella, dando idéntico tratamiento a un film de acción en el que las metralletas no se cansan de disparar, a la publicidad o a un reportaje sobre el hambre en el mundo. Todo queda unificado como un picadillo informe que convierte cada producto en una porción de esa totalidad homogénea que … es la emisión televisiva. A lo largo de la jornada son tantas las imágenes que se encadenan o se superponen que es imposible clasificarlas para darles una lectura racional y coherente”– opina Lolo Rico.

Es importante señalar que cuando hablamos de teatro, nos referimos a obras teatrales y no a cualquier espectáculo puesto sobre un escenario. La gente dice que va al teatro cuando también canta alguien, por ejemplo.

Finalmente, creo que el afán de todo hacedor, de todo teatrista, es reivindicar al teatro, rescatarlo del olvido y señalar su importancia dentro de la cultura. Un pueblo que va al teatro es un pueblo libre. Y con ello no quiero decir que son esclavos los que nunca fueron al teatro. Que se entienda.

2 COMENTARIOS

  1. Arte vs. Industria; teatro vs. tele: el día que “pensar” fue algo terrible
    Comparto el pensamiento y esta nota. Cristina es una excelente gestora, además.

  2. Arte vs. Industria; teatro vs. tele: el día que “pensar” fue algo terrible
    Esta realidad binómica entre lo que es valorable, profundo, constructivo y entre lo que es banal, grotesco y por lo tanto destructivo de la dignidad de la persona humana que merece ser revindicada. La racionalidad en los hombres es lo que lo distingue de todo lo demás que existe entre nosotros. Por esto podemos pensar, reflexionar y es algo realmente maravilloso. El ser humano está preso de estupideces y asi derrocha existencia….es un estado de salud mental deplorable que necesitan las grandes corporaciones para mantener el mercado de consumo, consumiendo la dignidad de la persona humana. Todo lo que enaltece al hombre (varón o mujer) es un buenísimo indicador del bien y si del bien hablamos estamos en la senda de la felicidad, la cual absolutamente tiene que ver con lo bueno, lo bello, lo completo, etc…

    Excelentes apreciaciones en tu nota.

    Atte. Hugo Luis Daher

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