La titular de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini , aseguró ayer que «cuando asuma el nuevo gobierno» de Mauricio Macri , a quien consideró un «enemigo», se realizará una marcha a Plaza de Mayo bajo la consigna «ni un paso atrás, resistir es combatir».
«Repudiamos la presencia de Macri en la Casa de Gobierno, tenemos derecho como pueblo», advirtió Bonafini quien confirmó que se convocará a una concentración para el jueves 10 de diciembre a las 15.30 que se extenderá hasta el día siguiente.
Durante la habitual ronda de las Madres en Plaza de Mayo, la titular de la entidad dijo que «no será una Marcha de la Resistencia más, es una marcha que dice: ‘Ni Un Paso Atrás – Resistir es Combatir'».
«Nosotros dejamos las Marchas de la Resistencia cuando no estaba más el enemigo en la Casa de Gobierno, Néstor (Kirchner) era nuestro amigo, por eso las dejamos. Pero ahora que volvió el enemigo hacemos esta marcha para que el viernes 11 cuando venga a la Casa de Gobierno nos encuentre aquí, al pueblo marchando, repudiando su presencia en esta casa y a ellos, que hablan de legalidad y hacen todo ilegal», agregó.
En ese contexto, advirtió que «tenemos un enemigo peligroso. Quieren los medios, quieren más de la Justicia, el enemigo siempre quiere más» y afirmó que «quieren gobernar el país como si fuera una industria, una fábrica, pero la patria es otra cosa y nosotros vamos a defender con todas nuestras fuerzas los derechos que impulsaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner «.
«Nosotros votamos el proyecto de Néstor y Cristina y no a Macri, por eso tenemos derecho de estar en esta Plaza», manifestó y finalizó que «si tenemos que volver a hacer todo lo que hicimos en los gobiernos de (Carlos) Menem y (Fernando) De la Rúa , lo vamos a hacer». (La Nación)
El día que Hebe de Bonafini se sintió dueña de Argentina y amenazó la paz social
Recuerdo a Hebe en los albores de la nueva democracia, allá por 1983, manifestando con el resto de las Madres, como siempre, en la Plaza y en la calles céntricas de la Capital, pidiendo por los hijos desaparecidos como lo había hecho desde que una mujer serena y valiente llamada Azucena Villaflor la convocó a ella y a otras madres para, juntas, hacerle frente a la dictadura. Recuerdo también a los jóvenes y a la gente madura que acompañaban a la nueva líder de las Madres porque Azucena estaba ya desaparecida: estaban, en esos años ochenta, la militancia del Partido Obrero, del MAS, del Partido Intransigente de don Oscar Alende, muchos de los jóvenes de la Unión Cívica Radical, pocos jóvenes del PC, la Federación Universitaria, Pérez Esquivel, actores comprometidos como Miguel Angel Solá, dirigentes sociales y sindicales antiburocráticos como Víctor de Gennaro, el CELS de Emilio Mignone, Graciela F. Meijide. No estaban el Peronismo ortodoxo ni los dirigentes gremiales burocráticos, no estaban Néstor, ni Cristina, ni Parrilli, ni Felipe Solá, ni Gildo Insfrán. Tampoco estaban los jóvenes herederos de Montoneros, que llamaban a Hebe “vieja troska” por sus críticas virulentas y permanentes al Peronismo; Hebe, a su vez, los condenaba por sectarios por aquel cantito popular que recordaba que ellos eran “los descamisados de Perón y Evita, y los desaparecidos (solamente) compañeros peronistas”.
Vino luego 1985 y Alfonsín hizo lo que ningún presidente constitucional había hecho antes: llevar a los tribunales a los jefes de las juntas militares, donde fueron juzgados y sentenciados a cadena perpetua. Hebe acompañó entusiastamente, en esos momentos, a los fiscales Strassera y Moreno Ocampo, y aplaudió a los jueces valientes de ese honroso Tribunal. No era cualquier cosa: los milicos que desde los cuarteles bancaban a sus Jefes procesados, eran jóvenes, vitales, y estaban todavía con el fusil al hombro; además se lo hacían notar al Gobierno radical en cada oportunidad que tenían.
Vinieron luego los indultos de Carlos Menem con el 99% del Peronismo encolumnado detrás del gran Jefe apoyándolo en esa decisión, y Hebe Bonafini con las Madres siempre en la calle repudiando al gobierno neoliberal y reclamando justicia, siempre con el apoyo de aquellos valiosos compañeros.
Veinte años después de la gesta de Alfonsín, con los milicos ya veteranos añorando sus años de esplendor, con las Fuerzas Armadas sin recursos y desprestigiadas, llegaron la anulación de los indultos y los nuevos juicios sin distinción de responsabilidades. Vimos desfilar por los tribunales a viejos militares, algunos enfermos pero arrogantes como siempre, masticando bronca porque los nuevos hombres y mujeres de las FF.AA. estaban mas preocupados por sus sueldos y su futuro personal que en solidarizarse con viejos carcamanes a los que, tal vez, ellos mismos detestaban. Y todos nos alegramos que cualquiera que fuera pagara por lo que había hecho, desde el general mas encumbrado hasta el cabo más raso.
Hebe, a la par que aplaudía con más entusiasmo que nunca la iniciativa del nuevo gobierno «nacional y popular», se transformaba en un soldado incondicional de Néstor y Cristina. Después vinieron los abrazos con los herederos de Montoneros olvidando los antiguos agravios, las relaciones cordiales con la burocracia sindical, con los señores feudales de las provincias y con los barones del conurbano; vinieron también los millones del Gobierno para Sueños Compartidos y otros proyectos, sin rendición de cuentas. Borró de su agenda a Pérez Esquivel, al PO, a la juventud radical, a la FUA (tal vez porque esta nunca pudo ser copada por el Kirchnerismo) y a tantos otros que la habían acompañado en los años difíciles, cuando estaba en el llano. Vino también su amistad con el General Milani (denunciado por la desaparición de por lo menos tres jóvenes militantes populares en los setentas); vinieron los escraches a los periodistas no kirchneristas; vino la embestida contra la Corte Suprema de Justicia por no subordinarse al Poder Ejecutivo, y su convocatoria a tomar el Palacio de Tribunales. El desfalco de los fondos de Sueños Compartidos fue solucionado con un nuevo aporte del Gobierno, con la plata de nuestros impuestos por supuestos. Las Madres de Hebe, que habian sido un emblema de los organismos de derechos humanos, comenzó a mirar para otro lado cuando el país se conmovía con la matanza de los indos qom en las tierras formoseñas, con los acuerdos secretos del Gobierno con las multinacionales Pan American Energy y Chevron, con el derrame de cianuro de la Barrick Gold en las fuentes de agua potable, con la represión de los trabajadores en la Panamericana, cuando crecía el narcotráfico sobre todo si a algún funcionario se lo señalaba con vínculos con ese flagelo.
Hebe y su entorno más íntimo nunca creyeron en lo que ella llama “democracia burguesa” y lo ha sostenido siempre, sin rodeos; tiene una visión de la Democracia y de las instituciones republicanas totalmente distinta de la que tiene la mayoría de la ciudadanía. Está en su derecho de tener esas convicciones; lo que no tiene derecho es a querer pasarnos por encima cuando, en elecciones libres y democráticas, los ciudadanos decidimos qué gobierno queremos tener y ese gobierno no es de su agrado.