Estaba claro que la entrega del mando no sería sobre un lecho de rosas. El momento crucial en el cual la derrotada le daría bastón y banda al vencedor era esperado con cierto morbo propio de una novela de la tarde.
Estaba claro que la entrega del mando no sería sobre un lecho de rosas. El momento crucial en el cual la derrotada le daría bastón y banda al vencedor era esperado con cierto morbo propio de una novela de la tarde. Esa fotografía sería algo así como la capitulación de un proyecto popular de país frente a su histórico antagonista conservador.
La ejecutora de un modelo de substitución de importaciones le entregaría los atributos presidenciales al responsable del modelo agro-importador que se vislumbra. La portadora de convicciones ideológicas frente al cultor de un discurso supuestamente desideologizado, que siempre esconde la ideología de la derecha. La jefa de un gobierno militante, doctrinario, doblegada frente a un gerente que prioriza la eficiencia.
El choque de modelos, modales e ideología era suficiente para para alquilar balcones. Pero la disputa por el escenario, promovida por esos antagonismos, agregó dramatismo. Para colmo, una insólita medida cautelar del partido judicial interrumpió el mandato de Cristina a las 12 de la noche. Mauricio Macri diría después que no quiere jueces macristas, pero los tuvo.
Es el primer presidente que asume procesado y amparado por una insólita medida cautelar que le ahorró tener que recibir bastón y banda de la presidenta a la cual siempre rechazó visceralmente. Ella aceptó la coartada y dijo que no podía subir al ring sin mandato. Pero en realidad, también eludió la foto que nunca quiso.
Macri juró con escasísima presencia de legisladores oficialistas, que acompañaron mayoritaria y solidariamente a su jefa, pero no faltaron los que comenzaron a probarse las pilchas del finado aun antes de estar seguro de su muerte, ni los temores de gobernadores peronistas frente a la lapicera del nuevo jefe de Estado. La decisión de los legisladores del Frente para la Victoria de no ausentarse de un ritual de la democracia, es sumamente discutible. Pero no es leal diferenciarse en los malos momentos.
Lejos de la traición que siempre ronda el poder, una multitud densa y extensa fue a darle las gracias a Cristina a la Plaza de Mayo, horas antes de que abandonara la Casa Rosada apurada como si fuera un huésped de hotel presionado por un insólito chek-out a medianoche.
En esa plaza lagrimearon jubilados agradecidos, mujeres que prometen resistir, militantes con incertidumbre, trabajadores y pequeños empresarios que mejoraron sus vidas, así como jóvenes que nacieron a la política bajo un gobierno de centroizquierda y ahora deberán aguantar a otro conservador. Ella dijo que podía mirar a todos a los ojos. No es poco, luego de 12 años en el poder. Tanto fervor dibujó más un «hasta luego» que un «hasta siempre».
Todavía quedaban rastros de la marea kirchnerista en la histórica plaza cuando arribaron hombres y mujeres con banderas argentinas para saludar al nuevo presidente que los libera de los discursos ideologizados, convencidos por el relato mediático de la corrupción kirchnerista y de la altanería de la ex presidenta.
Son portadores de una esperanza sumamente respetable, a los cuales la historia les dirá si hicieron bien o mal al votar a un integrante de la clase alta para castigar a la «yegua» que indudablemente mejoró la vida de millones de argentinos. Ahora el amor al nuevo gobierno dependerá del modo en que las ondas de paz y amor lleguen a la pitanza. De no ser así, muchos se arrepentirán tardíamente.
Nadie esperaba que Macri dijera algo parecido a aquello de no abandonar las convicciones en la puerta de la Rosada, porque elude cualquier discurso ideologizado o principista. Su mayor atrevimiento político fue mencionar a Arturo Frondizi, que llegó al gobierno con el voto peronista y aplicó luego un violento plan represivo con los trabajadores. A diferencia de los discursos de Cristina en el mismo escenario, el mensaje inaugural de Macri fue breve (29 minutos contra al menos de hora y media), leído en vez de improvisado, monocorde en lugar de contener inflexiones, desapasionado, sin medidas y con buenos deseos: fue un cambio.
Cuando Néstor Kirchner pronunció su primer discurso en el Congreso, Raúl Alfonsín sorprendió a este redactor bajo la cúpula del Salón Azul con su coincidencia: «¿Qué querés que te diga, m’hijo? Es lo que hubiéramos querido hacer nosotros», confesó. Con el discurso de Macri, puede coincidir a priori desde un trotskista a un fascista. ¿Quién puede oponerse a eliminar la pobreza, producir una revolución educativa y luchar contra el narcotráfico? La cuestión es cómo.
Macri no mencionó nunca al Estado y si se sabe que sin su presencia gana el mercado, por más que se niegue el conflicto. Para el nuevo presidente, las contradicciones y la confrontación no existen. Todo se resuelve en equipo y dialogando. Sonríe, Macri te ama. Para completar una ristra de obviedades le faltó pedir a los argentinos que se porten bien. Es lo contrario a lo del Papa Francisco, cuando insta a los pibes a que «hagan lío».
A quienes dicen odiar la política, cuando en realidad odian las políticas populistas, reformistas, peronistas, progresistas, izquierdistas o centroizquierdistas, les encanta escuchar invocaciones a la unidad y a la concordia. Sueñan con el inexistente país de Heidy en el que explotadores y explotados marchan juntos en alegre armonía.
No es que la política no deba buscar consensos. Por otra parte, con la actual composición del Congreso, a Macri no le queda otro remedio. Pero a veces es preciso pronunciarse, reconocer que el conflicto y las contradicciones son inherentes a las sociedades capitalistas en las que las minorías se expresan más ruidosamente que las mayorías silenciosas.
La concordia, las buenas ondas, los efluvios de paz y amor, pueden durar hasta que se corte la torta inequitativamente. Buena parte del rechazo al gobierno kirchnerista estuvo centrado en la condena a la confrontación política, al discurso épico. Cómo si fuera posible realizar transformaciones sociales sin mística y sin ruido.
La reposición conservadora que no se declama claramente pero se intuye, desatará conflictos inversos. Contará con la anuencia de los medios hegemónicos para acallar eventuales injusticias, la protección del Poder Judicial y el apoyo de los organismos financieros internacionales, que se aprestana auxiliar «generosamente» al gobierno de derecha. Los sectores populares le darán seguramente una tregua inicial. Pero inevitablemente habrá conflicto social si el reparto del PBI fuera más injusto que hoy.
Fueron días de intensas emociones. En menos 15 horas, el corazón político de la patria exhibió claramente la tristeza de medio país y la alegría de la otra mitad. Al traspaso institucional le faltó la fotografía esperada, pero a cambio tuvo en Plaza de Mayo dos postales nítidas de una sociedad partida al medio y una foto emblemática en la Rosada. Cuando los libros de historia cuenten este cambio de época, podrán graficar los textos con la imagen del flamante presidente de la Nación bailando cumbia en el histórico balcón de Juan Domingo Perón, acompañado por la interpretación de la vicepresidenta Gabriela Michetti.
En la Plaza, miles de argentinos daban rienda suelta a la revolución de la alegría y la otra mitad, atrincherada en sus casas o en sus trabajos, oteaba los televisores para constatar que se había ido un gobierno militante y llegaba otro que apuesta a la eficiencia de ministros-gerentes, al regreso de los «tecnopol». No hay duda que hubo un cambio, aunque por ahora se exhibió sólo en las formas. Ahora viene lo substancial: endeudamiento, alza de tarifas y devaluación.
– Por Alberto Dearriba
iNFOnews
Crítica a la asunción de Macri: Las tres fotos del cambio
Alberto Dearriba, un hombre del riñón del Kirchnerismo, periodista de Página 12, a quién Cristina premió en su momento con el cargo de presidente del Directorio de Telam, la agencia estatal de noticias, copada por el gobierno que acaba de irse. ¿Alguien podría haber esperado de él opiniones distintas sobre Macri?
Crítica a la asunción de Macri: Las tres fotos del cambio
Excelente artículo Alberto, te felicito.- Dijiste lo que pienso y lo que siento, pero obviamente yo lo hago mal.-
Crítica a la asunción de Macri: Las tres fotos del cambio
Si estás de un lado te cacheteam y si estas del otro lado también te cachetean.
Crítica a la asunción de Macri: Las tres fotos del cambio
Que va ser kirchnnerista este diario!!!! Si se cansaron de darle palos a la Presidente Cristina.
Crítica a la asunción de Macri: Las tres fotos del cambio
No podemos esperar de un portal como Salta21 una critica neutral, ya que, si te pones a pensar, lograron abrir el portal bajo el gobierno Kirchner. Le deben fidelidad eterna, por eso le van a perdonar todos sus errores. Eso amigos, se llama la tecnica del populismo.
Crítica a la asunción de Macri: Las tres fotos del cambio
Me parece una crítica de un kirschnerista que la de un periodista…la objetividad no debe ser una característica del periodismo?