La actual crisis de los estados-nación, nacida al fin de la Guerra Fría (1989), debe ser encuadrada en el contexto más amplio de una crisis político-cultural de larga duración
En ese sentido, el antropólogo colombiano Franky Calvo (2001) ha venido sosteniendo que la crisis de cada estado-nación está relacionada no con crisis político-institucionales sino con crisis culturales instaladas e instituídas en el imaginario colectivo (Castoriadis). A esa convulsión debemos introducir la reciente y compleja crisis de la integración sudamericana (Comunidad de Naciones Sudamericana-2004, UNAS UR-2007 y Mercosur), que excede la esfera puramente comercial y se extiende al ámbito de los espacios postergados o a la territorialidad y su articulación hídrico-fluvial, desde hace tiempo mutiladas. Cada una de
dichas sociedades ha extraviado el otrora moderno proyecto de nación que había estado acotado a límites geográficos, a poblaciones lingüísticamente homogéneas, y a economías nacionales.
Y donde el mestizaje, el mercado interno y la alfabetización monolingüe eran el paradigma a alcanzar por cada uno de esos estados-nación es que aspiraban a la modernidad, hoy encuentran cuestionada su propia identidad étnica, económica y cultural; y alterada su escala espacial, productiva y demográfica. Es tas sociedades entienden que no basta con mestizar, alfabetizar, desarrollar un mercado interno y enhebrar acuerdos comerciales para conformar bloques regionales, pues es ineludible e impostergable redimensionar a escala regional lo que el actual proceso de globalización imperiosamente exige.
El proceso globalizador pretende integrar el comercio libre pero sin embargo debe lograr un espacio mayor y más intensamente articulado de todas las minorías étnicas, lingüísticas y geográficas, bajo fuertes lógicas multidimensionales y principios igualitarios y multiculturales, así como de todas las unidades productivas (agrícolas, mineras, industriales y de servicios), ampliando el territorio y su articulación comunicacional (hidráulica) con los espacios interiores marginados y no vandalizando sus economías partiéndolas bio-oceánicamente, según que orienten sus planes de política exterior y sus alianzas hacia el Pacífico o el Atlántico.
Asimismo, estas sociedades han tomado conciencia que sus espacios nacionales tienen regiones geográficas y lingüísticas subalternas hoy sepultadas en el olvido, que han servido sólo como excusa para manipular cruentos conflictos fratricidas y crueles guerras de anexión, y que sus sociedades se encuentran –a falta de un imaginario y un horizonte de vida– desgarradas por la extensión e intensidad del narcotráfico y por la existencia de comunidades ancestrales que viven en la postración y la marginación. Hoy, la única empresa integradora exitosa a nivel continental que ha avanzado sobre los circuitos chaco-amazónicos y amenaza avanzar sobre las regiones e instituciones de la cuenca chaco-amazónica a través de sus cursos más altos no ha sido el comercio inter-estatal sino el crimen organizado del narcotráfico, la depredación forestal y el ecocidio minero a cielo abierto.
También estas regiones han servido para diseminar redes viales y férreas e incluso pistas de aterrizaje o pistas apisonadas para avionetas, con el único propósito de alimentar políticas extractivistas y prácticas ilegales, que la antropóloga colombiana Serje de la Ossa (2013) denuncia que han venido respondiendo a “…necesidades de penetración y de control del centro más que a la lógica de los intercambios locales o regionales”.
Para paliar esas anomalías y deformaciones históricas, económicas y culturales, el ingeniero brasilero Batista da Silva (1996) viene sosteniendo desde hace veinte años que deben primar objetivos de solidaridad y cooperación y una perspectiva regional geo-económica que reemplace los objetivos de equilibrio político y geopolítico que primaron en el pasado.
– Por Eduardo Saguier
– Trabajo completo en el siguiente linK:
http://www.er-saguier.org/obras/Pueblos-sin-estado/Z-FTN-%20Reconstruccion%20del%20hinterland%20sudamericano-II.pdf