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martes, noviembre 26, 2024

“Se quieren”: El Puma Goity y Florencia Peña trajeron su humor a Salta

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La comedia francesa “Se quieren – Mucho, poquito, nada” de Pierre Palmade y Muriel Robin, dirigida por Manuel González Gil, recrea paródicamente a un matrimonio que se autodefine como “progre”, Sandra y Alex, unidos por el amor o el espanto. Basada en una composición bufonesca de los personajes, la obra inspira al humor en un verosímil retrato de los conflictos cotidianos. Ágil, fresca y con la chispa necesaria para cautivar a diversos públicos, se vio anoche en el Teatro del Huerto, a sala llena.

Hay que reconocer el enorme talento de la actriz Florencia Peña (actualmente de novia con un salteño) y del reconocido actor Gabriel Goity. Ambos en el escenario se complementan en un dueto formidable. De manera versátil, la pieza tiene picos de una riqueza mayor en ciertas escenas en las que no escapa el guiño al espectador acerca de la realidad política y social del actual momento que vive el país. Alusiones al precio de la carne o el doble discurso asumido acerca del matrimonio igualitario, son parte de la vida de dos argentinos medio pelo con aires de grandes artistas. Frases como “esto es un insulto a la clase media” asestan en una crítica directa a la hipocresía de una sociedad que cree vivir de una manera y sólo queda en el discurso para el afuera.

A veces, para poder hablar del matrimonio, es necesario ficcionalizar. La metateatralidad de la obra es un artificio que les permite contar su propia historia en la cual el escenario es el gran teatro de la vida. Su matrimonio es una comedia en la que lo fingido es lo real. Alex y Sandra son entrevistados para la televisión como cantantes, lo que funciona como una pieza marco que engarza a una segunda pieza, la enmarcada, con la que a través de canciones escritas por Martín Bianchedi, surge el relato y la parodia de situaciones. La obra señala que se está en un escenario viendo a artistas, es decir, teatro en el teatro.

Goity y Peña imprimen diversidad de matices en la composición de sus personajes. Devoran el escenario y sus parlamentos son veloces. Aflora la ductilidad de Florencia para la comedia, junto a un peso pesado de la escena como Gabriel. Ambos, carnavalizan al matrimonio con la necesaria exageración que resalta caracteres muy aceitados de las parejas, y proponen un juego en el que el espectador se mira a sí mismo, se ríe de los personajes y al mismo tiempo, de él.

La idea es mostrar cómo el amor puede subsistir en tiempos de suba de precios… y exhibe dos mitades diferentes que repiten el discurso de “dialoguemos” de manera irónica, ya que tienen internalizados todas las reglas que debe seguir un buen matrimonio moderno, pero que en la práctica, chocan con esas diferencias. De esto, podríamos concluir que el amor es una guerra permanente para hallar el equilibrio.

Dinámica, la obra fluye por sí misma en una sintonía notable gracias a estos artistas que nadan en el humor como delfines en el mar. Complicidad dramática y química escénica, son dos virtudes que se notan a la hora de presentar un espectáculo desopilante.

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