Anoche en el Teatro del Huerto (Salta) se presentó la siempre asombrosa Betiana Blum, que desde el arranque logra hacer transitar al espectador por distintas emociones que van de la risa al llanto, del llanto a la risa. “Yo amo a Shirley Valentine” es una obra que ingresa en el mundo femenino de una mujer de más de 50 años que de pronto, descubre que hay otra cosa del otro lado de la pared, amiga suya y confidente, a quien Shirley le dedica largas charlas diarias para sentirse menos sola.
William Russel, autor británico, escribió esta pieza en los 80’. La mujer en esa época aún hacía cosas como las que hace Shirley: satisfacer al marido como su cuidadora personal, ser la esposa que lo espera con las papas fritas y los huevos fritos en la mesa, es decir, un modelo de mujer que vive para realizar las tareas del hogar. En consecuencia, ella ya no sabe quién es y no se siente amada. Tanto pelar papas y hacer las compras, tanto verse a solas en el papel de una abnegada total, se pierde a sí misma.
Sin embargo, aún hoy, este modelo existe. Mujeres que no saben por qué se quedan al lado de una persona que ni las escucha. Mujeres que viven para complacer al marido. Mujeres cuyo único roce es la vecina en el mercadito del barrio. Mujeres que deben pedir permiso para salir de casa y que no se pueden ausentar del hogar porque él no tendrá la comida servida. Y hombres que si no ven el churrasco en la mesa, les arrojan el plato de papas fritas y huevos como a Shirley.
Más allá de si el modelo existe o no, retrata a una mujer que comparte su vida con la rutina del hogar, con las vecinas chusmas, con su propio sentimiento de inferioridad, y con el miedo de atravesar la pared y saber qué hay del otro lado. Simplemente se olvidaron de vivir, de quiénes eran, porque estaban siendo mamás. Otro tanto pasa con su cuerpo, esa inseguridad de relacionarse con un hombre y de vivir la sexualidad a pleno porque su maternidad les ha costado unas estrías en el abdomen. No verse bonitas o atractivas es una condición de muchas mujeres. Ser subestimadas por la pareja, también.
Igualmente, una actriz como Betiana Blum, nos hace conocer a ese personaje con un tipo de vida que nadie desearía tener. Y su humor ingenuo atrapa desde el comienzo cuando entre las papas que pela comenta entre líneas que al placer, no lo conoció con su esposo, quien cree que el clítoris es una marca de revistas…
Ese modelo de hombres existe. Y no es hasta que decide romper las reglas de un matrimonio aburrido, yéndose de viaje a Grecia con una amiga, que descubre el placer.
El trabajo de Betiana Blum nos lleva al mundo íntimo de Shirley, entre lo trágico y lo cómico, ves a una pequeña mujer en la escena que lo abarca todo. Un personaje mínimo y un talento enorme, un ser que con ese dejo de cotidianeidad, con esa casi abrumadora realidad parece meterte en un mundo fantástico. Lo cotidiano se vuelve diferente a partir de un hecho novedoso: un viaje. Hay tanta rutina que el solo hecho de pensar un viaje, se convierte en algo insólito. A partir de allí se espera de Shirley la valentía, la transformación, el encuentro de si misma, el amor propio. Betiana Blum logra transmitir la esencia del personaje que de patito feo, se convierte en cisne. De abnegada a liberal, de vivir en un frasco a vivir en el mundo, de sentirse inferior a ser una gran mujer. Ese es el redescubrimiento que impacta en la obra. Lo del modelo de los 80’ pasa a ser la búsqueda de sí misma, la necesidad de sentirse una persona encantadora a una edad determinada en la que se ha dejado de ser una jovencita soñadora.
De eso se trata, de volver a soñar. Un ama de casa que con pequeñas anécdotas de su vida logra sentirse importante, y se le revela un nuevo comienzo. Una mujer del común de las mujeres, que halla la felicidad y se replantea su vida de una manera extraordinaria. El humor del personaje le imprime mucha frescura al unipersonal. Ella está atrapada por su rol, como muchos lo están; por eso habla de la vida misma
De sencilla apariencia, la dramaturgia avanza por carriles íntimos y por el sentimiento universal de las mujeres deseosas de encontrarse y ser feliz. Una muy buena dosis de aprendizaje, de cosa exquisita en la composición del personaje, de un lenguaje no solemne y vivaz que permite la sensibilización del espectador. Pero sobre todo, la comprensión del universo femenino.
Un encanto de obra. Una actriz total.
– Ficha técnica:
YO AMO A SHIRLEY VALENTINE
Autor: Willy Russell
Dirección: Valeria Ambrosio
Shirley Valentine: Betiana Blum
Diseño de Escenografía: Ana Repetto
Diseño de Vestuario: Mercedes Colombo
Diseño de Luces: Juan García
Diseño Audiovisual: Ahiu Pourteau
Música Incidental: Diego Monk
Asistencia de Dirección: Leonardo Gaetani
Producción Ejecutiva: Federico Brunetti
Producción General: Analía Pereira