Tanto los curas conservadores, como los pastores evangélicos y cualquier otra secta, hicieron el trabajo fino del proselitismo descarado, ante la pérdida de feligresía cautiva.
Este término se refiere específicamente a la Historia bíblica. Se trata de la enseñanza del Apóstol San Juan cuando dice que el anticristo es quien esparce mentiras acerca de Jesucristo y de lo que él enseñó.
San Juan habla de “muchos anticristos”, dando a entender que el anticristo lo forman varias personas. Según él, los que lo integran esparcen mentiras —como que Jesús no es el Cristo— o intentan esconder la verdadera identidad de Jesucristo y su Padre. Mucho antes de que Juan escribiera del anticristo, Jesucristo advirtió a sus discípulos: “Guárdense de los falsos profetas que vienen a ustedes en ropa de oveja, pero por dentro son lobos voraces” (Mateo 7:15).
Esto es la Historia antigua, pero que reflota constantemente en la historia de la humanidad, en esas mezquindades cotidianas que, como larva volcánica, sube a la superficie de la civilización. Quizá el fenómeno, en estos tiempos, sea más desarrollo de las Ciencias humanas en las teorías políticas que de un referente bíblico; pero es que mi perplejidad, se concentra en las reacciones humanas cotidianas, preferentemente, de las clases acomodadas, que repudian las equiparaciones de la movilidad social. Es una conducta de aversión al acceso del sector marginado a los bienes de la sociedad global, como si los privilegios tuvieran que ser exclusivos.
La nada religiosa
Esta insolidaridad visceral pone en tela de juicio el mensaje religioso, viniera de donde viniese. Ninguna expresión religiosa está eximida de este cargo acusatorio (aunque hayamos sido educados en la Iglesia cristiana), porque el vacío discursivo los abarca globalmente, agravado ante la circunstancia de que “trabajaron” para la derecha. Tanto los curas conservadores, como los pastores evangélicos y cualquier otra secta, hicieron el trabajo fino del proselitismo descarado, ante la pérdida de feligresía cautiva. Los templos y altares estaban perdiendo su clientela, porque cuando la gente está feliz, se olvida de caminar de rodillas y, esto es muy peligroso para la Empresa comercial religiosa. Es el lugar en que la política, la religión y los Medios hegemónicos, se direccionan hacia un mismo objetivo especulativo: La recuperación del poder central, amenazado por el desborde de las masas eleccionarias. Es el punto en que la población es tratada como una masa amorfa y sin espíritu de decisión. La población, desde estos tres flancos, es bombardeada sus intenciones aspiracionales, poniendo el acento en el “no merecimiento” de estas pretensiones, en una cínica naturalización de las desigualdades.
¿Por qué el pueblo se deja convencer? Precisamente, es parte de una gigantesca mentira de estas fuerzas, encolumnada en la manipulación, que niega, no sólo la realidad, sino la movilidad de las clases sociales. Es la gran estrategia de la derecha, la de hacer creer que la población elige ser pobre porque sus ambiciones son acotadas y, prefiere naturalmente, asumir el sometimiento, amparados en la fuerza discursiva de que son “vagos” “indolentes”, que prefieren recibir las donaciones estatales, que ganarlo dignamente. Fenomenal farsa, digitada prolijamente, por estas planificaciones del Anticristo.
¿Dónde queda la fuerza moral de la civilización? ¿Que provoca esta claudicación de las instancias éticas de la humanidad. ¿Qué pasó con la educación? ¿Dónde quedó la memoria normativa de estos seres? Estas preguntas ya no se pueden responder desde el llano, solo tienen una explicación política y, la única respuesta es que el dinamismo histórico de los procesos sociales tienen avances y retrocesos (frenados o favorecidos por estas fuerzas), según el color y la calidad de los modelos propuestos; según las propias palabras de Monseñor Lira: “Se está con la vida o con la muerte” (sic) como opción de proyecto. Lo que ocurre, es que en esa decisión prospectiva, hay partes del pueblo que se encolumnan hacia la vida y sectores que apoyan la muerte (entiéndase: discriminación-exclusión-represión, humillación, etc.).
El panorama se agrava porque los sectores políticos-religiosos y mediáticos, se direccionan y blanquean las intenciones malignas de la injusticia social; entonces se justifican las desigualdades de manera grosera e intencional, rozando, permanentemente, la perversión.
Es un tema de correlación de fuerzas, no solo un tema moral. Se instala por fuerza una mirada sesgada de la realidad, digamos una realidad valedera para pocos. Las transformaciones se dan por oleadas y la gente (en este progresismo) se articula, se unifica, crea sentido común, tiene ideas de acción, se convierte en ser universal, es decir, que pelea por todos. Viene el reflujo. Pero luego, más pronto que tarde, puede venir otro flujo. ¿Cuándo será ese flujo? Es impredecible. No está definido por una ley sociológica.
La organización
Indudablemente, que nuestro país no se resigna a este retroceso y está de píe. La visión progresista de lo vivido recientemente, no logró ser borrada de un plumazo, como intenta arremeter esta derecha “democrática”. Los progresismos son así: mira la historia por flujos y no por ciclos, reivindica otra vez el papel del sujeto, de la persona, de la subjetividad, que no inventa el mundo como le da la gana, pero que ayuda a construir el mundo.
Como dice Sartre: “Uno hace al mundo en la misma medida en que el mundo lo hace a uno”. Es el pueblo resistiendo a la burocracia sindical, a la derecha política, a las instituciones religiosas interesadas y acodadas con el poder, a los Medios hegemónicos; en definitiva, a toda la mentira necesaria para quebrar los brotes de igualdad. Se afirmó un avance cultural: la cultura para el pueblo con los protagonistas al servicio del movimiento popular. Se soldó la participación popular frente al sindicalismo burocrático, con una gigantesca marcha federal, y por último se instaló una gestión económica (paritarias permanentes) siempre por encima de la inflación.
El pueblo está presente, se hace sentir para molestia de la burguesía agraria, porque el lema de que jamás será vencido, mientras se mantenga unido, no es un slogan para los distraídos, es una verdad vigente y palpable en el territorio nacional. El eco viene subiendo desde el sur hasta el norte, desde el este hasta el oeste y nadie puede hacerse el desentendido que no lo escucha. El pedido de cambio social viene tronando en todas latitudes y, aunque lo nieguen, la verdad y el espíritu popular triunfan sobre los desaprensivos.