Glenn Block es de los directores que seguramente piensa que no todo es la batuta, sino que la trasmisión oral también tiene buenos frutos.
Salta, jueves 15 de junio de 2017. Teatro Provincial. Solista Invitada: Norma Aparicio (Venezuela, violonchelo). Orquesta Sinfónica de Salta. Director Invitado: Maestro Glenn Block (Estados Unidos). Concierto en tango para violonchelo y orquesta de Miguel del Águila (1957). Sinfonía nº 2 en mi menor op.27 de Sergei Rachmaninov (1873-1943). Aforo 90%.
Hay conciertos que “a priori” atrapan y mueven al oyente, no solo por un repertorio atractivo sino para conocer músicos que invitó la dirección artística de la orquesta. En este caso, esto es lo que sucedió no tanto por la excelente ejecutante venezolana pues desde el inicio de la Sinfónica local, siempre han venido notables músicos de esa nacionalidad, sino por la infrecuente presencia de un director norteamericano en el podio. Se trata del maestro Glenn Block, nacido en Brooklyn que en rigor no solo es un renombrado pedagogo sino que dirige con un estilo muy particular. Es de los conductores que dejan respirar la orquesta, que indican lo imprescindible, con una géstica simple, sencilla, nada ampulosa y que cada tanto detiene sus brazos, sus manos, como quien escucha el sonido del que es capaz de emitir su grupo de dirigidos. No estuve en sus ensayos, en realidad, nunca voy a los ensayos pues me gusta más escuchar el resultado final del trabajo previo, pero se me ocurre evidente que sabe hablar, sabe transmitir lo que él siente y cómo lo siente. En síntesis, es de los directores que seguramente piensa que no todo es la batuta, sino que la trasmisión oral también tiene buenos frutos.
Norma Aparicio fue la otra invitada. Estrenó en nuestra ciudad una obra desconocida de un compositor original, uruguayo de nacimiento, estructurada, pensada no solo en la manera y formas en que pueda ser recibida por el oído del público sino en cómo lograr la combinación tímbrica agradable a su oído y al de los numerosos oyentes que lamentablemente aún mantiene un sector de gente que no sabe no se debe aplaudir entre movimientos porque se corta el hilo que guía el mensaje sonoro, porque se produce la ruptura del sortilegio, del hechizo conseguido hasta ese momento. Estoy hablando de Norma Aparicio, la violonchelista principal de la Orquesta Municipal de Caracas, una verdadera virtuosa en su instrumento que resolvió perfectamente los momentos de alta exigencia técnica y no dejó de lado la enorme sensibilidad que requiere una obra basada en ritmos y líneas expresivas de la música latinoamericana. Hasta hubo un pasaje donde afloró el candombe uruguayo como para decirle a la gente que el autor pertenece a ese país. También es prolija, de buen arco y en verdad sabe transmitir. Resultado? Ambos cumplieron su labor con largo mérito.
Concierto en tango, es una partitura que reúne la visión del solista con la del conjunto orquestal entremezclando las formas características de la música de esta región de América del Sur. Hay melodías, lírica expresividad pero también bloques sonoros de gran fuerza que generalmente se inician con algún poderoso recurso rítmico. Sus intensidades y su formidable fraseo me parece tienen que ver con el crisol de las diferentes razas afincadas en esta parte del planeta. Miguel del Aguila con menos de sesenta años de edad ya acumuló inteligencia y cultura como para encontrar un idioma rico, lujoso, altamente dicente que despierta la necesidad de conocer más profundamente su notable visión de su música de carácter libertario y un lenguaje puesto en la tarea de buscar y obviamente encontrar la sensibilidad del oyente. Por ejemplo, cómo se explica el marcado ritmo de tango con el pasaje de un obsesivo bongó con el piano atrás? Y si embargo la inspiración suena natural y hasta diría afortunadamente previsible. Es como si las ideas llegaran empujándose pero manteniendo una fina construcción de poderosa estructura que en definitiva es la cualidad principal del concierto.
Finalmente la confirmación que Rachmaninov, el exquisito ruso que fracasó con su primera sinfonía y renació con su segundo concierto para piano y orquesta, superó por esos años el problema sicológico que aquella primera sinfonía produjo. Compuso esta segunda, la de hoy, basando su forma en un profundo lirismo cargado de romanticismo con la mejor herramienta que un compositor puede tener, su talento. Heredero de las apelaciones sensibles de su modelo compositivo, el maravilloso Tchaikovsky, su oscuro inicio no anticipa en verdad lo que vendría luego, pasajes de inigualables melodías rusas, deslumbrantes solos, impactantes explosiones sonoras, la obra constituye un inspirado trabajo sostenido por columnas sólidas y a veces inesperadas. Es la época de sus triunfales presentaciones como pianista a veces y otras como director, por los Estados Unidos y aunque cueste creer por allí se oyen reminiscencias de música del mundo nuevo, tan distinto a lo que Rachmaninov había vivido hasta ese momento. Frase final para la orquesta: felizmente mantiene su ductilidad, su arte, su convicción, su placer de hacer música.