En este 2017 se produce el cincuentenario de este grupo y la circunstancia amerita para mencionar algunos aspectos destacables del acontecimiento. Para esta noche el concierto se abrió con una temprana obra de Edward Elgar. La segunda parte se inició con la tercera de las seis sonatas destinadas para las cuerdas por el italiano Rossini.
Salta, miércoles 25 de octubre de 2017. Sala de la Casa de la Cultura. Camerata Bariloche. Director Musical: Freddy Varela Montero. Concertino: Demir Lulja. Celebrando sus primeros cincuenta años de vida. Serenata para cuerdas en mi menor op. 20 de Edward Elgar (1857-1934). Concierto en re menor para dos violines BWV 1043 de Johann Sebastian Bach (1685-1750). Sonata para orquesta de cuerdas nº 3 en do mayor de Gioachino Rossini (1792-1868) y Suite de los tiempos de Holberg op. 40 de Edvard Grieg (1843-1907). Adiós Nonino, Calambre, Libertango de Astor Piazzolla (1921-1992). Temporada anual del Mozarteum Argentino Filial Salta.
No vino a Salta en esta oportunidad el notable oboísta Andrés Spiller. La mención viene oportuna porque cuando la Camerata cumplió cuarenta años de vida, él anticipó “dentro de diez años estaremos cumpliendo los cincuenta años de vida”, y así fue. En este 2017 se produce el cincuentenario de este grupo y la circunstancia amerita para mencionar algunos aspectos destacables del acontecimiento. En nuestro país, no es frecuente encontrar actividades que en el tiempo se hayan mantenido como organización institucional. Siempre damos la impresión de que cada vez comenzamos de nuevo. Esto simplemente es meritorio.
Se trata de la Camerata Bariloche que desafiando decenas de obstáculos no solo sigue existiendo sino que por si fuera poco, manteniendo un nivel de excelencia también infrecuente. Otro mérito. Además nadie pudo batir jamás en este lapso el título de ser el mejor conjunto de cámara del país. Otro mérito. Este grupo, que reconoce un primer impulsor en la recordada figura del violinista Alberto Lysy ha visto pasar por sus filas, desde su creación en 1967, a intérpretes de altísimo nivel tales como Tomás Tichauer (viola), Oleg Kotzarev (violonchelo), Rubén González (violín), Fernando Hasaj (violín) los hermanos Bru (viola y violonchelo), Juárez Johnson (violonchelo), Elías Kayat (violín) para mencionar solo algunos de los antiguos maestros y otros que aún están como el nombrado Andrés Spiller (oboe), su esposa Marcela Magin (viola) , Elías Gurevich (violín), Grace Medina (violín), que no solo brindaron su arte en nuestro país sino también en varios países suramericanos, en Estados Unidos y Europa.
Para esta noche el concierto se abrió con una temprana obra de Edward Elgar, quizás uno de los mejores compositores de Inglaterra de fines del siglo XIX y el primer cuatro del siglo XX. Es verdad que su música sinfónica es muy superior a su música de cámara que en general se justifica por la inclinación que el autor tenía con las cuerdas de la orquesta. Pero su inclusión despierta por momentos el placer de una partitura bien construida más allá de las subjetividades del oyente.
Luego vino esa corta belleza en tres movimientos que es el Concierto para dos violines del inmortal Bach. Se lucieron los solistas, el actual concertino, el albanés Demir Lulja y la expresiva joven Marta Roca que mantuvieron deliciosos diálogos entre ellos y con el ripieno orquestal. Un atrapante “vivace”, la enorme belleza y sensible intensidad en el “largo” para cerrar con un lujoso “allegro” completando una de las obras exquisitas del barroco alemán con tinte italiano.
La segunda parte se inició con la tercera de las seis sonatas destinadas para las cuerdas por el italiano Rossini. Es de la época en la cual el autor no imaginaba que pocos años después iba a dejar el arte de componer para dedicarse a otros menesteres a los que dedicó su cómoda vida. Tiene esos típicos arranques de fraseos precisos, verdaderos desafíos interpretativos para cualquier agrupación camarística.
El cierre fue un grupo de danzas noruegas escritas por el nacionalista Grieg que recordó a los típicos bailes de la época del padre de la literatura nórdica Ludvig Holberg del siglo XVII. Son cinco danzas populares escritas originalmente para piano y traducidas poco después para conjunto de cuerdas, alternando ritmos cortesanos con otros más vivos.
Finalmente la Camerata Bariloche trajo tres páginas del segundo gran compositor de nuestro país con el cual la agrupación se siente muy cómoda. La simbiosis Camerata-Piazzolla ya la gozamos en conciertos anteriores en nuestra ciudad. Con inefables arreglos de José Bragato el aire de Buenos Aires llegó con “Adiós Nonino”, “Calambre” y “Libertango”. La sala de pié festejó estos primeros cincuenta años de un grupo que enorgullece al país.