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domingo, noviembre 24, 2024

«Todos al escenario» cerró su temporada 2017

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Me parece que él (Leguizamón) fue al folclore lo que Piazzolla al tango porque sus invenciones armónicas, extrañas, tal vez polémicas, fueron un experimento que en su época generaba estupor hasta que el oído encontraba el modo de convertir lo escuchado en algo natural y hermoso. Sin duda lo mejor de la noche.

Salta, martes 5 de diciembre de 2017. Teatro Provincial. Cuarteto Vocal “Desde la Tierra”: Agustina Vidal (soprano), Mara Szachniuk (contralto), Aito Rodríguez (tenor) y Luciano Garay (bajo) con Maria Fernanda Bruno (piano). Luego, en la segunda parte: Cuarteto Los Salteños (Sergio Isella, Bernardo Alegre, Hugo Salazar y Eduardo Cal). Isaac Abán (charango) Nicolás Giamminola (guitarra), Julio Menéndez (clave) Maria Fernanda Bruno (piano), Estudio Coral del IMD, Percusionistas de la Orquesta Sinfónica Juvenil. Dirección Mº Luciano Garay.

El conocido ciclo creado por Maria Fernanda Bruno directora del departamento de Música de Cámara, llamado “Todos al Escenario” se convirtió para este cierre de temporada en “Todos a la Platea”. Buena decisión porque se sospechaba la presencia de mucho público y no se equivocaron. Claro, el repertorio era por demás atrayente y lo artistas participantes, como se puede observar más arriba, también.

Veamos:

La música “a capella” es música vocal sin acompañamiento instrumental. En esta oportunidad hubo acompañamientos de la guitarra de Aito Rodríguez y al final de la primera parte, se agregó el piano de la maestra Bruno. Pero deseo detenerme en el cuarteto vocal. Fueron ocho páginas del inolvidable “Cuchi” Leguizamón con arreglos de Julio Reynaga, Luciano Garay y otros al estilo del vanguardismo del Dúo Salteño, sin llegar a armonías verticales sino como si fuera un juego contrapuntístico entre las cuatro voces conformando una expresión de folclore fino, delicado, con líneas independientes pero al mismo tiempo armando una estructura armónica de altísimo vuelo.

No es fácil construir un cuarteto de gran valía musical, pero Vidal, Szachniuk, Rodríguez y Garay lo consiguieron luego de largos ensayos puliendo el resultado final frase por frase, estrofa por estrofa hasta llegar a lo que el autor hubiera aprobado sin retaceos. Realmente un experiencia sorpresiva porque lograron convertir la interpretación como algo casi mas importante que la obra en sí misma, contando además con una ecualización sonora de calidad. Leguizamón fue un compositor que tocaba el piano de un modo mas bien rústico, pero que escribía con una inspiración modernista del folclore salteño. No lo digo yo sino que me lo dijo cuando vino a Salta, Enrique “el Mono” Villegas un pianista que tocaba todo, jazz en especial, que con admiración luego de tocar juntos, expresó “el Cuchi está más adelantado que todos los demás”. Me parece que él fue al folclore lo que Piazzolla al tango porque sus invenciones armónicas, extrañas, tal vez polémicas, fueron un experimento que en su época generaba estupor hasta que el oído encontraba el modo de convertir lo escuchado en algo natural y hermoso. Sin duda lo mejor de la noche.

Ariel Ramírez fue un compositor santafecino que sobresalió por su nacionalismo musical y su enorme vena lírica. En la década del sesenta escribió, ya muy conocido en el país y con textos del historiador Félix Luna, un grupo de villancicos que el autor denominó Navidad Nuestra, tal vez como modo de contrarrestar algunas costumbres de esa festividad que son copia de lo que se practica en pueblos europeos. La interpretación de esos villancicos por el nombrado cuarteto folclórico, coro, instrumentistas y una magnífica percusión fue buena y preparatoria del plato fuerte de la segunda parte: la famosa Misa Criolla que Ramírez escribiera con textos surgidos del aporte de tres sacerdotes que respetaron las decisiones litúrgicas del Concilio Vaticano II.

La misa tiene sus partes como el Kirie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei que están escritos, originalmente, en tempos de vidala, carnavalito, chacarera trunca, carnaval cochabambino y estilo pampeano sureño, para tenor solista, cuarteto vocal, coro e instrumentos autóctonos, en una partitura que posibilita arreglos musicales de estilos varios. En esta oportunidad y no obstante la predisposición artística, el resultado final quizás merezca un arreglo más próximo a lo conocido tradicionalmente en esta obra tan particular y querida por el público nacional. De todas formas, el exitoso ciclo finalizó su programación anual con un plausible apoyo de los oyentes que colmaron la platea teatral.

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