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sábado, noviembre 23, 2024

Macri y un manotazo de ahogado en medio de una crisis sin final

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No hay tal “vuelta al Fondo” porque nunca nos fuimos como país de su acuerdo marco.

Los nacionales y populares despotricaron contra el FMI pero les pagaron mejor que nadie, todo junto, una deuda ilegal, ilegítima y fraudulenta y no rompieron con él. Nos mantuvieron como Estado asociado, pagando el canon anual que la institución de crédito por excelencia del imperialismo exige.

Lo que sí hay es una vuelta al pedido de ayuda financiera. Este gobierno que se jactaba de poder manejar los hilos de la economía “de taquito” no resiste ningún archivo sobre sus promesas de campaña: hizo exactamente lo contrario de lo que se comprometió hacer ante la población. Empeoró drásticamente la vida de la inmensa mayoría de los habitantes de este país, los asalariados; provocó el desbarranque de todos los índices económicos y sociales desde hace 2 años y medio a esta parte; y ahora se dispone a abrirle las puertas al monstruo que es ícono de las penurias de nuestro suelo, para, sometiéndolo a sus exigencias harto conocidas, profundizar el suplicio del pueblo.

Parecería un chiste si no revistiera la gravedad que tiene, el hecho de que van a pedirle a Cristine Lagard lo mismo que la Alianza Cambiemos (PRO-Coalición Cívica-UCR, a no olvidarlo) dejó fugar en sus dos años y medio de gobierno: 30 mil millones de dólares.

¿Por qué se llega a esto? Primero, por la naturaleza propia de la composición del gobierno y su interés de clase: no puede esperarse otra cosa de empresarios que son parte de la burguesía imperialista, aún en su rol de socios menores. Y segundo, por la caótica pero férrea resistencia popular a las medidas de la Alianza Cambiemos, en el marco de la lucha de clases.

La cosa es así: la concepción social de quienes hoy gobiernan los lleva a querer implementar las políticas que ejercen: ellos quieren una sociedad donde, básica y sencillamente, los patrones organicen, ordenen y sostengan su tasa de ganancia y privilegios; y los trabajadores acaten sin chistar, ganen poco y produzcan mucho. Para ello necesitan una serie de leyes que le den marco jurídico a esas ideas. Por supuesto, los trabajadores tienen otros intereses, que los lleven a tener una vida digna de ser vivida, con buenos salarios y derechos laborales, gremiales, políticos y sociales. Eso, en el marco del modo de producción capitalista, lleva a lo que se conoce como la inevitable lucha de clases. Cuando esa lucha se agudiza porque las posiciones de ambas clases se explicitan como irreconciliables, se desemboca inevitablemente en una crisis como la que estamos viviendo.

El gobierno se encuentra en una encrucijada casi sin salidas. Casi sin salidas porque sería pecar de ingenuidad no prever un escenario aún más represivo para imponer su modelo de sociedad por parte de la casta que nos está gobernando. Ojo con eso, porque aunque parezca delirante, no puede dejar de tenerse en cuenta. No por nada este gobierno compró armamento de última generación para las fuerzas represivas y recibe el asesoramiento de la Mossad y el fascista Estado de Israel en la materia. Los trabajadores debemos prepararnos y organizarnos para enfrentar, resistir y vencer semejante posibilidad.

Más allá de esa cuestión, no le quedan más caminos a una administración que hizo todo para enriquecer aún más a los de su clase, a costa de un ajuste brutal contra los trabajadores y el pueblo. La mentira de que no pueden bajarse las tarifas o aumentar los salarios de los trabajadores porque eso generaría déficit fiscal e inflación, se les cae a pedazos cuando se les enrostra que mucho más han desfinanciado al Estado rebajando o exceptuando de gravámenes, impuestos, cánones y retenciones a corporaciones, financieras, mineras y a la patronal agraria, la que ni siquiera tiene la obligación de liquidar sus exportaciones en dólares y se les permite dejarlos fuera del país, es decir, fugarlos. Toda esa política pro patronal e imperialista no ha impedido la destrucción de empleo y una inflación galopante. El pedido de auxilio al FMI es un manotazo de ahogado de un oficialismo que, si no hubiese contado con el apoyo de buena parte de la oposición parlamentaria (sobre todo de las variantes del pejotismo), del Poder Judicial, de la podrida burocracia sindical (tanto la traidora de la CGT como la pusilánime de las CTA) y de la Corporación Mediática que lo blindó como nunca antes se vio con otro gobierno, esta crisis final se hubiese desatado mucho antes.

El macrismo ya va archivando su sueño de reelección y de varios periodos de gobierno de su corriente política. Lo que le queda es tratar de perdurar hasta el 2019. En eso puede coincidir con la oposición del PJ en todas sus variantes. Sin embargo, la bronca popular y la propia soberbia e insensibilidad oficialista puede llevar a una abrupta y violenta finalización anticipada de mandato. El hecho de que, según una encuesta de una agencia afín al oficialismo como D’Alessio IROL/Berensztein, la población rechaza cualquier acuerdo con el FMI en un 75% y sólo el 2% lo ve bien, es un indicador no sólo de la memoria histórica de la población, sino de los tiempos que se vienen, sumados a la destrucción de trabajo, la multiplicación de los despidos, los salarios miserables, la inflación incontenible, la fuga de divisas, los brutales tarifazos y la consecuente pobreza creciente. Sólo el lavador de 20 palos verdes, Dujovne, y Macri y su troupe de CEOs pueden cacarear lo contrario, describiendo la realidad de otro planeta pero no la de Argentina.

A todo ello, se le agregan los casos de corrupción y conflicto de intereses que salpican a todo el gabinete. Esos que indican cuánto se beneficiaron ellos, sus empresas y sus cuentas off shore con el aumento del dólar y la timba financiera que ellos mismos impulsaron o provocaron.

En definitiva, lo que demuestra todo este desquicio producido por las políticas de la burguesía ya no sólo en el poder, sino ejerciendo la administración del Estado a su servicio, es la inviabilidad del capitalismo como instrumento para modelar una sociedad justa. Está más que claro que por más conciliación de clases que se intente, la naturaleza del burgués es la explotación sin límite y la concentración en pocas manos de la riqueza generada por el esfuerzo de los trabajadores.

Justamente por eso, porque este escenario era el que algunos preanunciábamos desde la asunción del fugador y lavador off shore como presidente del país, es que tanto preocupa la increíble, hartante y funcional para los intereses de los explotadores, división de la izquierda que se tilda de revolucionaria, cuestión que ya linda con el límite de la complicidad: ¿Cómo es posible que ante este espanto preanunciado con creces, las direcciones de las organizaciones de izquierda no dejen de lado sus históricas diferencias para sentarse a pergeñar un programa o plan de lucha que contenga aunque más no sea cuatro o cinco puntos de coincidencia? Es casi criminal no hacerlo en este marco de tanto sufrimiento popular. Hoy en día, ante el desbarranque de las opciones del sistema, incluso del propio pejotismo, están dadas las condiciones para que la izquierda en su conjunto se pusiera al frente de la lucha contra el gobierno, propusiera una nueva central obrera combativa y clasista, y proclamara una serie de medidas en las que todos estamos de acuerdo, porque basta leer las prensas de cada organización para ver que todos proponemos y coincidimos en puntos fundamentales:

– No pagar la deuda ilegal, ilegítima y fraudulenta

– Romper con el FMI, BM y demás organismos de crédito del imperialismo

– Romper relaciones con EEUU, Gran Bretaña e Israel

– Estatizar sin compensación la banca y el comercio exterior

– Estatizar sin compensación las empresas de servicio público bajo control de los trabajadores y usuarios

– Estatizar los recursos naturales estratégicos y su producción

– Salario mínimo y jubilación mínima igual a la canasta familiar

Estos siete puntos difícilmente provoquen polémicas y rupturas. Muy por el contrario, podrían ser la base de un Centro Coordinador de las Luchas o un Comando Único que luego vaya por más.

Pero nada de ello podrá concretarse si cada orga tira para su lado, si cada una se cree la dueña de la verdad, si prima la cultura claramente pequeñoburguesa de la autoproclamación, la división y el sectarismo.

Unir a la clase obrera en su lucha contra el gobierno hambreador y fusilador puede ser el principio de un camino hacia una sociedad distinta, una que se proponga el Socialismo. Esa es la tarea de la hora. Se requieren direcciones con grandeza y humildad para hacerlo posible.

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