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miércoles, noviembre 27, 2024

Araceli y Facundo en “Los puentes de Madison”, irrenunciable pasión oculta

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Sin lugar a dudas, la presentación en Salta ha sido un éxito indiscutido por dos razones: dos funciones a sala llena la misma noche de su estreno en el Teatro del Huerto; y la increíble performance de los actores frente a una obra que exige miradas, silencios, respuestas mínimas, sutiles formas y un amor intenso encorsetado, como querer controlar los bríos de una bestia con una flauta dulce. Exige, además, la mirada compasiva del público, el renunciamiento a sus ansiedades y esa complicidad infinita que te solicita contener alguna lágrima con una reflexión lógica.

A todas luces, Araceli y Facundo son una gran pareja romántica. Su popularidad basta para querer verlos juntos en nada más y nada menos que una historia como la que imaginó Robert James Waller, llevada al cine y al teatro, en la que Francesca Johnson, una simple ama de casa italiana que vive en Iowa y Robert Kincaid, un importante fotógrafo de la revista National Geographic,, vivirán los cortos días más felices de sus vidas.

Dirigida por Luis Indio Romero y producida por Javier Faroni, la obra juega con tonos grises y matices de delicada tensión amorosa, en medio de una especie de humorada narratológica con intervención de los hijos de Francesca en el presente, interpretados por Alejandro Rattoni y Lucrecia Gelardi, quienes contarán la historia de su madre, no sin antes pretender juzgarla y sin después, terminar por amarla, agradecerle y comprenderla por su amorosa entrega y renunciamiento. El egoísmo es grande, pero el amor triunfa y les abre puertas para repensar sus vidas llenas de infelicidades. Su madre entonces, les ha enseñado a vivir, su lección es esa.

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El director apuesta por una escenografía que pretende ser funcional, pero acorta la acción y su estilo es una mezcla entre el siglo pasado y el presente, difícil de encasillar. Hay un dejo de minimalismo cuando se coloca un marco por una puerta, especie de sinécdoque; aunque conserva el tinte de realismo en el ámbito doméstico de la cocina.

El desafío de la obra de teatro es derribar la imagen que la mayoría de los espectadores tienen de esta historia de amor gracias al cine con dos actores de talla XXXL como lo son Meryl Streep y Clint Eastwood, quienes la convirtieron en un clásico allá por 1995.

Si bien podemos cuestionar los tonos de voces de los protagonistas con un acento americano, el registro pausado y bajo, debemos superar dichos cuestionamientos críticos por sus composiciones actorales: Araceli interpreta a una ama de casa perfecta, su estilo es impecable y su postura termina por delinear su acabado personaje, en tanto Facundo Arana da en el papel del fotógrafo trashumante, solitario y entremezclado con cada uno de sus paisajes, apacible y obsesivo de su trabajo; un gringo cuyo sueño es vivir aventuras hasta que roza la mirada de una mujer que es parte de aquellos Puentes, quizá, un oasis en tanto desierto. Arana lo logra de manera acabada: sus discursos existencialistas y su recordada confesión son el complemento de Francesca, la mujer que habita en su alma. “Esto ocurre una vez en la vida”– dice Robert.

Ambos tienen cosas para decir: ella, que una mujer cuando arma una familia, inicia su vida pero también la termina puesto que su entrega es total; “armar con detalles” aquel mundo será su misión. También “habla” de una muchacha del siglo pasado, sin posibilidades de aspiraciones profesionales más que ser el soporte de su familia. Un servicio casi religioso. Él, que el amor de verdad ocurre una vez en la vida con tanta fuerza y no puede repetirse. Ambos también renuncian: él acepta que su amada elija a su familia; ella piensa más allá de sus propios sentimientos.

Hacia el final, aparece el granjero interpretado por Matías Scarvaci, un marido “limpio”, como Francesca lo define. La comparación imposible con el fotógrafo nos invita también a reconocer la humanidad por sobre lo aparente. Ya no se trata de lo físico, se trata de lo esencialmente profundo.

Los espectadores renuevan así su “pacto de ficción” con un clásico que alguna vez nos arrancó tantas emociones; cada cual vuelve a dotar de significados este amor imposible e irrenunciable, un amor que solo se da una vez en la vida…

– Fotos tomadas en la función de las 22 hs el 18 de mayo

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