El Presidente Mauricio Macri está atravesando uno de sus peores momentos desde que asumió su mandato. Sin embargo, en su malestar encuentra un importante sostén en alguien de su entorno íntimo.
Desde aquel diciembre de 2015 la vida de Mauricio Macri dio un giro esperado pero brusco. Fue elegido Presidente y junto a su hija Antonia y su mujer Juliana Awada fueron a vivir a la Quinta de Olivos. Los conflictos no demoraron en llegar y su mujer se transformó en su mayor sostén.
Como informaron desde la revista Noticias, a la primera dama no le interesan los cargos ni quiere hacer política; pero le gusta el poder. Está donde quiere estar. La mujer de 44 años, 15 menos que Macri, fue preparada y educada para estar allí. Y llegó. No va a dejar que el Presidente afloje, aunque la recesión apriete y la oposición presione, y aunque el propio Macri luzca, a veces, demacrado en sus apariciones.
Blindar al Presidente del estrés es una de sus tareas, pero no es la única. Desde los límites de su hogar y desde la impunidad de las sombras y el bajo perfil, Juliana digita, ayuda a armar y desarmar. No decide, pero aconseja. A veces con vehemencia. Y sabe que es escuchada.
Por las noches no hay empleados domésticos en la Quinta de Olivos. Juliana no deja que entre nadie más que Mauricio, la pequeña Antonia y Valentina, la hija de la mujer con el falso conde belga Bruno Barbier, amén de algún invitado de ocasión.
Siempre cocina ella. Baña a Antonia, que dedica sus últimas horas del día a jugar con Macri, y luego cenan. “Juliana garantiza la armonía familiar y un ambiente hogareño de muchísima normalidad”, aseguran en su entorno.
Nadie en Cambiemos duda de la importancia de las opiniones de Awada. Sus consejos pesan.
Como sucedió tras el fatídico fin de semana del sábado 1 y domingo 2 de septiembre, cuando el Gabinete tembló tras las sucesivas corridas cambiarias. Muchos “imprescindibles” perdieron, algunos desterrados fueron llamados de apuro y se negaron y unos pocos salieron más empoderados. El Presidente tenía una mezcla de sentimientos, todos negativos. El cóctel incluía fastidio, desánimo e impotencia.
Macri se sinceró: no le encontraba la vuelta. Y fue allí, tras los consejos de su esposa, que decidió que había que apelar a su discurso más humano que el que venía usando desde que llegó a la Presidencia. A pesar de que en su entorno más íntimo la opinión general decía que no debía arriesgar su imagen otra vez, antes de la apertura del mercado. Mauricio nombró por primera vez “la crisis”, que hasta allí era denominada “tormenta”. “Fueron los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro”, dijo el lunes 3 de septiembre apelando al sentimentalismo.
“Macri suele bajonearse cuando no le salen las cosas”, comenta un ex funcionario que sigue estando cerca del Gobierno. “Creo que subestimó la Presidencia: creyó que era cien veces más difícil que la Ciudad, pero era mil veces eso”, agrega. Ahí es donde Awada entra en acción. Su optimismo ciego le levanta el ánimo y su ambición de poder lo sostiene y lo arenga.
Un “secreto de Estado”
En el Gobierno hay un secreto que nunca se había sido filtrado. Una vez, hace no tanto tiempo atrás, Juliana fue medida en encuestas reservadas. En su entorno descartan que pueda ser candidata, pero no estaba de más saber cuál era la percepción de la gente sobre la primera dama. Tan delicado fue el asunto, que no afrontó la tarea el equipo del asesor estrella Jaime Durán Barba, sino que se contrató a Isonomía, una consultora externa. “No la medimos porque no es política. Y naturalmente entendemos que hay zonas más delicadas que otras, como la familia”, dicen en el entorno del gurú de Cambiemos.
“No estaba tan mal. Tenía una buena imagen, pero un altísimo nivel de desconocimiento”, asegura un funcionario que tuvo la encuesta en la mano. Nadie supo ni quiso preguntar el motivo de aquella medición. “Juliana candidata no fue nunca una opción”, dice el mismo dirigente. Pero no se sabe lo que el futuro puede deparar.
Su imagen puede ser importante en el 2019, donde el perfil femenino será dominante en la elección presidencial. La figura de Cristina Kirchner tendrá un rol protagónico, tanto como la de María Eugenia Vidal. La primera dama tiene que estar preparada.
Si bien no es funcionaria, Awada tiene su propia comunicación. Y en muchos ministerios coinciden que su gente es de lo más exigente de Cambiemos. Cada foto que se publica de la primera dama tiene que pasar por el filtro de su vocera, María Reussi. Más de un jefe de prensa ministerial se comió un reto por haberse mandado a publicar sin su consentimiento. Una mala cara, un gesto inoportuno o la ropa desalineada son motivos suficientes para el enojo. “Te llaman por esas boludeces cuando el país está como está”, protestan en off.
La imagen de Juliana
Es que la imagen de Juliana es todo. Su comunicación se reduce casi en exclusividad a un apartado en la página oficial de la Casa Rosada y a su cuenta de Instagram, donde la siguen más de un 1,1 millón de usuarios, muchos más que a Macri, María Eugenia Vidal, Cristina Kirchner o cualquier otro político. Sólo es superada por la actriz Isabel Macedo, que arrastra más popularidad por su trabajo que por ser la primera dama de Salta.
En su red social, Juliana deja ver, además de sus múltiples recorridas por comedores y barrios humildes, algo de la intimidad de la familia presidencial. Un domingo junto a su marido, un juego con Antonia o una imagen desayunando frente a un inmenso ventanal en su quinta Los Abrojos.
Según dicen los expertos, Juliana Awada vende un producto aspiracional para los votantes de Cambiemos. Es elegante, pero simple. Fina por naturaleza y educación. Pero su perfil puede resultar nocivo en épocas de crisis. “La foto de ella desfilando frente a la entrada de la ONU en Nueva York, o esa en la que muestra su desayuno en Los Abrojos, no caen bien ahora”, dicen cerca de un ministro.
Lo que sí queda claro es que el Presidente la elige y la sigue eligiendo para ser su compañera y sostén.
– Aire de Santa Fe