Un River colosal dio vuelta al Gremio y es finalista de la Libertadores por su coraje y los goles de Borré y el Pity Martínez. ¿Se viene la final con Boca?
Hay que tener las pelotas demasiado bien puestas, o estar loco, para patear el penal donde lo pateó el Pity Martínez. Después de nueve minutos en los que la vieja Copa Libertadores se metió en esta flamante por cuestiones del VAR, el 10 de River clavó el penal en el ángulo, fue un golazo para meter a River en la final de la Libertadores cuando hacía un puñado de minutos antes no podía y se veía literalmente afuera.
Pero nunca hay que dar por muerto al River de Gallardo, aunque el líder ni esté en el banco. Un año después del golpazo más duro de su ciclo, VAR y errores propios mediante contra Lanús, ahora el VAR fue un aliado con ese penal de Bressan -el que los hinchas rivales no querían que jugara porque siempre falla- por una mano evidente pero que ni el árbitro ni ningún jugador de River había visto.
Si Borré a los 81 minutos le devolvió parte del alma al cuerpo al equipo del Muñeco con ese cabezazo perfecto en tierra que parecía inexpugnable, el penal que se pateó nueve minutos después del remate de Scocco en el brazo de Bresssan fue el pasaje definitivo a la final. Fue tocar el cielo con las manos, fue disfrutar de ese agua bendita que caía en el Arena do Gremio con los hinchas enloquecidos y todos cantando juntos.
Como aquella vez ante Cruzeiro en el 2015, como tantas veces en noches coperas, River mostró su sello distintivo con un señor primer tiempo que injustamente lo encontró con un gol en contra en la única llegada riival. Encima, se lesionó el capitán Ponzio… Y Napoleón, (no tan) enjaulado en un palco, empezó a meter mano: Pity por Nacho Fernández y Scocco por Quintero.
Gremio era un canto a cortar siempre, a perder tiempo y a tirarse al piso (cuatro veces entró el médico para atender a Marcelo Grohe). Y River no encontraba los caminos. Esos que encontró a partir de nunca perder la fe, a ir siempre, a tener un carácter a prueba de balas…
También, gracias a la atajada de Armani en el mano a mano a Everton que pudo ser el 3-0 global y golpe de KO. No lo fue. Pratto agarró la lanza, los zagueros empujaron desde el fondo, los laterales no pararon de ir y llegaron los goles.
Por segunda vez en cuatro años, River es finalista de la Libertadores. Y si este miércoles Boca sella su pase contra Palmeiras, estaremos frente a la madre de todas las finales.
– Ariel Cristófalo – Olé