El pez y Tu letra, de Liliana Bellone (Ediciones Milor. Salta. 2017) es una red poética voraz, colmada de intuiciones y pensamientos a favor de la memoria individual que, de no existir, no habría existencia humana.
Al libro habría que llamarlo por su intención: conjunto de indicadores de lectura de un deseo nodal, plagado de reinvindicaciones y evocaciones firmes para el lector, donde los nodos hacen converger tiempos y espacios distintos de la vida y la muerte, de las cosas y de la naturaleza, de las tardes y de las flores…
Bellone, narrradora, poeta, ensayista y crítica literaria es salteña y fue
premiada en Cuba (Casa de las Américas) por su novela Augustus (1993).
Tiene otros reconocimientos provinciales, nacionales y fue editada en Italia. La primera lexicografía que coloca Bellone al inicio del El pez y Tu letra (indicativa y abreviada sobre el tipo de poemas de que se trata) es una aclaración casi obligada, natural y muy precisa. Muchos poemas fueron escritos hace más de veinte años antes de su publicación. La madre de la escritora cuando los leyó le comentó la impresión que le causó su poesía.
“Mi madre que todavía vivía los leyó y me dijo que le parecían muy descarnados y oscuros, distintos de otros poemas míos”, informa Bellone a su lector. Esa suerte de petición de principios anuncia una serie de marcas que pondrán estilo y pulsión a los poemas sobre objetos y personas, especialmente aquellas que nunca tuvieron voz o, directamente la perdieron luego de visitar esta tierra.
Cada poema es un indicador panteísta, animista, nostálgico, entusiasta o perseverante de lo que rodea a las personas. Esas marcas lexicográficas patentizan una escritura única, desentrañable en la lectura silenciosa y serena. Así es la memoria nodal de Bellone. Escribió un texto para expresar sus transparentes vivencias intimistas. Cada poema evoca y discierne las marcas más hondas de una vida por la vía de las categorías sensoriales, los niveles de angustia, los registros de gozo, algunos contextos históricos muy personales donde los hechos y objetos de la escritura, soportan los valores del poeta.
Octavio Paz escribió que “La luz es el tiempo que se piensa”. Bellone, al no poder escapar a a la razón poética elucubra en su poema “El tiempo” sobre lo nodal de lo transitorio: “ya no están las horas/en la puerta del cielo/ ha muerto el tiempo/ han muerto sus hijas/ y sobre el tiempo en ruinas/ se arrastra el lagarto”.
Bellone da cuenta de las aspiraciones de la existencia a través de los límites y de causas metafísicas en muchos poemas, preferentemente entre el abismo y las preguntas por el paso del tiempo, por la muerte puntual y los aconteceres de cada uno, todo eso trabajó la escritora.
Bellone ha producido un libro existencialista, en aquel sentido filosófico de que la red de la vida fue tendida para capturar las esencias presentes y ausentes.
La autora se siente pescadora con una red de acertijos, de dilemas y desocultamientos vitales. Esa forma de poetizar, inclusive donde no tendría sentido hacerlo, ¿no es acaso cortar en rebanadas pedazos de recuerdos, desgrabar voces y pagar tributos de memoria para conservar lo efímero?. Su poesía opera con el método del historiador, cada poema es rescatar algo para que nada se disipe. Y es por eso que conmueve al lector silencioso, ávido de respuestas imposibles para su existencia que le grita preguntas.
En cada uno de los poemas hay una orquestación de palabras que describen sucesos nodales. Esta confluencia entre ser y escritura la captó lúcidamente Carlos Giordiano, un pensador de la crítica literaria, cuando sostuvo: “¿Qué raro sortilegio hace que alguien se entregue como no se entrega a nada, con una disponibilidad absoluta, al acontecer de una realidad que no consiste más que en palabras?”.
El texto, al igual que un barco, boga en la dirección del puerto, hacia la latitud del tiempo finito y entonces, para el lector que debe justificar lo que lee, existe una motivación superior: asumir que la poesía de Bellone es ambiciosa, quiere detener el instante en la mano y también la inteligencia de lo que describe.¿Pero no es esa la utopía verídica que sostiene a cualquier poesía testimonial y nodal por sobre las grandes preguntas por “el ser ahí”?
El libro con sus aforismos y mensajes entrega los significados justos que atañen a las cuestiones del deseo de cada uno; o sea, se ofrenda al silencio del lector dispuesto a asumir la marca que le deja cualquier sentido poetizado indeleblemente.
El pez y Tu letra traza profundas articulaciones con territorios inmensos y perdidos de las personas, sea en conversaciones afectivas a la tarde, en sus reflexiones mundanas y en las raíces esenciales que tanto aman. Bellone, a esas simplezas de la cotidianeidad, las condensa en el poema “Visita»: “desperté/ con el arrullo de la paloma/ la luz de enero/ se imponía/ abrí la ventana/ y te vi/ madre/ venías jubilosa/ en esa mañana/ hija/ dijiste/ traje un mensaje/ y una rosa/ para ti”.
El protagonismo de Bellone, dedicado a reconstruir el recuerdo y el afecto, dibujó un designio personal en la huella de su texto. Es que no todo pasa.
– Por Rodolfo Ceballos (*)
(*) Lector silencioso y crítico autoconvocado en la fiesta de la
insignificancia.