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domingo, noviembre 24, 2024

Novedad: Mafalda tiene edición en hebreo

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La entrañable creación de Quino será lanzada al mercado editorial en Israel en el mes de abril, gracias a la iniciativa de un editor argentino. Infobae Cultura habló con él

La niña Mafalda -que en setiembre cumplirá 55 años pero sigue teniendo entre seis y ocho- habla en muchos idiomas, casi una treintena, desde los más obvios como el inglés, el italiano o el francés, a otros más exóticos como el chino o el guaraní.

Ahora lo hará también en hebreo, una de las lenguas más antiguas del mundo, gracias a la traducción y publicación que puso en marcha Uriel Kon, el argentino al frente de una de las principales editoriales independientes de Israel, Tesha Neshamot (Nueve Almas).

Era extraño que el personaje creado por el dibujante argentino Quino no tuviera su versión en hebreo, en especial teniendo en cuenta que miles de sus compatriotas viven en Israel.

Uno de ellos es Kon, de 43 años y llegado al país hace un par de décadas porque «quería vivir en un kibutz».

«Viví por un tiempo en Alumot», un kibutz en el norte del país, apenitas abajo del Mar de Galilea, «y después me puse a estudiar arquitectura», le contó Kon a Infobae.

Después de recibido también enseñó arquitectura, «pero siempre tuve un amor por la literatura, más bien francesa y latinoamericana -enumeró-. Y en determinado momento, al ver las grandes ausencias que había acá en el terreno de las traducciones al hebreo, empecé a dividir mi tiempo entre las dos disciplinas».

Así fue que nació Tesha Neshamot, la editorial que, asegura Kon, edita «el 90 por ciento de los autores latinoamericanos» que se leen en Israel.

«El primer autor latinoamericano que publiqué fue César Aira, hace exactamente diez años, en el 2009», recuerda orgulloso. Después de su mano llegaron cantidades de otros autores hasta el corazón del Medio Oriente, desde Juan José Saer a Mario Levrero, pasando por Sergio Chejfec, Hernán Rivera Letelier, Claudia Piñeiro, João Gilberto Noll y Héctor Tizón.

La lista de publicaciones de la editorial incluye las versiones en hebreo de algunos clásicos de la literatura latinoamericana, como «Rayuela», de Julio Cortázar, «Los Pichiciegos», de Rodolfo Fogwill, o «Zama», de Antonio Di Benedetto.

«Acá se publicaban más que nada autores del ‘boom latinoamericano’ de los años 60 y 70, por lo que el cambio a autores más contemporáneos, a los que realmente se leen en la actualidad, fue bastante difícil de lograr», dice Kon.

«Al principio fue difícil -continuó-, pero logramos que la crítica y los lectores cambien el foco desde aquello tan exótico, tan de realismo mágico, de las mujeres a las que les fluye miel de sus cuerpos, de la gente semidesnuda» a las actualidades más ásperas de los escritores contemporáneos.

Ahora, Tesha Neshamot se jacta de haber creado un mercado aquí para esos escritores, y de haber publicado, por ejemplo, tres obras de Aira y seis de Sergio Bizzio, quien logró recoger «un gran amor de parte del público israelí y cuyos libros venden un promedio de 2.000 ejemplares», aseguró.

¿Y Mafalda?

La intención de hacer hablar hebreo a Mafalda «viene de antes, de la prehistoria de la editorial», dice Kon. «No entendía por qué el personaje no era conocido hasta ahora en el país» y por qué no tenía sus libros traducidos a la lengua de David Ben Gurión y de Gal Gadot.

El amor por la amiga de Felipe y Susanita hizo clic durante una semana de editores que se realizó en Buenos Aires en el 2009. Kon estuvo como invitado, dio una charla, y alguien le preguntó qué le gustaría publicar en Israel.

«Entre otras cosas dije ‘Mafalda’, que me parecía siempre una deuda no saldada» con el hebreo, rememora.

Sus comentarios salieron al otro día en un artículo en un diario porteño, que habló del «editor israelí que va a publicar a Mafalda».

Así fue que Kon quedó preso de sus palabras y debió poner en marcha «todo un proceso, me puse en contacto con la persona que le maneja los derechos a Quino y empezamos a hablar de la posibilidad de hacer las ediciones en hebreo».

El camino no fue fácil. Para empezar, «Quino no estaba seguro con la necesidad de tener que invertir el sentido de las tiras», porque en hebreo se lee de derecha a izquierda, al revés del español, reconoció el editor.

«Le preparamos especialmente unas treinta tiras para que las viera y accedió, pero justo era una época que estaba cambiando de editoriales y el proyecto se pospuso una vez más» para la gente de Tesha Neshamot.

El destino, de todas maneras, parecía escrito. Cuando Kon estaba por desechar la idea, en otra convención de editores conoció «a una chica de China que había puesto en marcha una editorial para publicar a Mafalda y me devolvió las ganas» de seguir adelante.

Y, hace apenas seis meses, la historia que se debía escribir en Israel tuvo su capítulo decisivo, como no podía ser de otra manera, en Buenos Aires.

«Recuerdo que estaba parado en una esquina de Villa Crespo, llovía y pensaba en qué hacer con Mafalda, cuando me llamó Ivan Giovannucci», el dueño de la agencia italiana que detenta los derechos del personaje de Quino.

«Hablamos mientras me mojaba en esa esquina, y pudimos finalmente cerrar el trato» para traer a Mafalda a Israel, celebró el argentino.

Mafalda estará disponibles el primero de abril en unas 250 librerías de todo Israel. No se editarán los clásicos libritos que recopilan la tira en orden cronológico sino tres tomos temáticos del estilo con los que se introdujo al personaje en países como Portugal y Serbia.

Yossi Tal y Adam Blumenthal tradujeron los globitos de los tres libros: «La Política y Mafalda», «La Familia Según Mafalda» y «La Crisis Económica Según Mafalda».

«Imprimimos 3.000 ejemplares de cada libro y salimos a lo grande», se entusiasma Kon, quien hace unos días salió en una destacada nota del diario gratuito Israel HaYom, el más leído del país, y está por aparecer en un artículo de otro importante periódico, el Iediot Ajaronot.

Traer a Mafalda hasta este punto sobre el Mediterráneo está siendo para el editor «un trabajo gratificante pero también muy difícil».

Por un lado, «contamos con los argentinos inmigrantes que viven aquí y que se volcarán a comprar Mafalda por nostalgia y una especie de orgullo nacional», dice. Pero, por el otro, hay que ver cómo reaccionan los lectores más «locales».

«El gran desafío es ver qué pasa con Mafalda después de 55 años, si puede ser leída, entendida y disfrutada por un público que es totalmente diferente al argentino y que vive en un país con mucha menos capacidad para la ironía», explica Kon. «Pero lo hace con tal gracia y delicadeza que quizás le vaya bien con los israelíes», se esperanza.

– Por Marcelo Raimon – Infobae

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