La química del amor: cuestión de piel, embrujo o locura

Si bien el espectáculo ofrecido por Ana María Parodi y Luis Caram en donde a partir de una selección de textos recorren la poesía universal con la temática del amor, son los signos que aparecen y el hallazgo en el título y el último poema, lo notable.

“Lo mejor del amor” , nombre del espectáculo, hace referencia a un tema de Rodrigo. Sí. Ese popularísimo joven cordobés que encaminó su fama con el cuartetazo, al que muchas veces hemos bailado en tantos lugares y fiestas de todo tipo. A ese tema lo escuché en vivo, cantado por el mismo Rodrigo, en un boliche Top de la década de los 90 en el sur de la capital salteña.

El pasa a verla a las seis, como acordamos ayer… se desespera por qué el tiempo ronda otra vez… Fue lo mejor del amor… Despierta recuerdos, emociones, risas, viejas épocas. Creo que el ritmo impuesto por Rodrigo tiene una sonata muy particular. No me imaginaba que en una velada paqueta lo leerían como un poema. Y eso fue un hallazgo. Tanto Ana María Parodi como Luis Caram bailan hacia el final un fragmento de la canción, luego de habernos paseado por el tango, la música árabe, el bolero, entre otras melodías.

Ana María, envuelta en un hálito de misterio, inicia la lectura junto a Luis, de textos del Evangelio de San Juan. Surge a partir de allí la idea de un hombre y una mujer, casi divinizados o demonizados, creados a partir de un acierto o de una suerte de pecaminosidad que nos traslada a una combinación humana perfecta en donde, para hablar de él y ella, es necesario recurrir a la literatura. Nada más precioso que escuchar los clásicos poemas del amor, como una Alfonsina Storni con “Hombre pequeñito”, un poema paradigmático de una mujer a la que admiro profundamente y en la que generaciones y generaciones de personas, han encontrado un particular encanto sobre el tema de la mujer. Casi emparentada con la lírica de Sor Juana por su tematicidad, es de una actualidad y de un clamor que invita a ser leída y releída, siempre.

O evocar el romance de “El enamorado y la muerte”, una forma de la poesía tan rica y tan característica de un tipo españolísimo de literatura. Recordar a Mario Benedetti y hacer “un trato con él”… O volver a Oliverio Girondo con ese deseo apasionado que se concreta en el sexo. Pero los textos, más allá de su selección acertada o no, fueron la excusa para el beso, para el orgasmo, para la pasión. He aquí el acierto de este espectáculo que convocó a la poesía universal con temática amorosa.

Hubo química entre los involucrados, y del recital poético disparado hacia el teatro leído o la dramatización, me quedó el sabor del beso, la historia de lo prohibido, la pasión hecha letra, el ritmo convertido en baile, la música transformada en poema.

La noche del viernes, invitaba, luego de ver esta función a las 22 hs. en el Salón Auditórium, a una cena romántica o al menos, a la necesidad de recordar lo que nos hace, a diario, inmensamente felices.

Y comparto la idea de un poema que se leyó y que refería a que nadie escribe desde la felicidad. Cuando se tiene al amor en frente, está a ahí, simplemente es. Acaso después de haberlo dejado ir, sale el poeta a dejar su huella tras el apretado destino de soledad, sale a querer vencer su desgarro y su pérdida. Simplemente, va en busca del amor, otra vez.