Por capricho numerario de las efemérides el 2009 es el año Darwin. Con Galileo y Einstein, es el paradigma de la genialidad científica. Y justo ahora aparece el eslabón perdido, nuestro abuelo ancestral de larga cola. ¡Al gran Darwin querido, salud!
Nunca un hallazgo más oportuno. Justo en el momento en el que el papa Ratzinger intenta descalificar a la filosofía por su «relativismo», ocultar la verdad científica de la evolución con ingeniosos «diseños» teóricos dogmáticos falsarios y terminar con el uso del preservativo en medio de la pandemia del sida.
Jesús fue profético cuando dijo: «conoceréis la verdad y la verdad os hará libres».
Una verdad que libera de prejuicios, dogmas y ocultamientos es la verdad del conocimiento científico. El dogma religioso se impone a sangre y fuego como una catástrofe siniestra. Detrás de él hay cobardía, temor y temblor. La verdad de la ciencia en cambio avanza, como decía Nietzsche, a paso de paloma. Pero va firme, segura, serena, sostenida por un aire de libertad e impulsada por el valor que da la cara a lo real y desprecia la mentira.
Por supuesto que como toda verdad científica novedosa es aún precaria, está ahí para ser discutida, atacada, cuestionada, hasta tanto no aparezca como una certeza indubitable.
Pero el abuelo ancestral -este darwinius masillae o «Ida»- (más bien «abuela» pues dicen que es una hembra) ya aparece estampado en una piedra con una larga cola y un cuerpo frágil pero flexible y rotundo, a la vez leve y dinámico, y se muestra aferrado a la vida con una fuerza tremenda. Esa vida que lo dejó atrás para seguir su curso hasta nosotros, los homo sapiens sapiens , que finalmente descubrimos cuál es nuestro verdadero origen.
Un hecho resistido a sangre y fuego por los detentores de un poder basado en la ignorancia y la soberbia. En pleno siglo XXI la evolución encuentra aún dificultades para ser enseñada en algunas aulas de los Estados Unidos y en Italia aún no se acalló el escándalo que se produjo cuando un ministro de ese neofascista aggiornado que es Silvio Berlusconi pretendió expulsarla de los colegios para reinstalar la tesis creacionista. Sólo la protesta categórica de varios premios Nobel italianos logró desbaratar tamaña tropelía vergonzosa.
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El eslabón perdido ahora está allí. En las últimas 24 horas se diseminó por las páginas de los diarios del mundo, los informes televisivos, los anuncios radiales, las páginas de la web. Desde el fondo de los siglos nos llama como un ancestro definitivamente extinguido como ser viviente, pero felizmente recuperado como parte del conocimiento del maravilloso encadenamiento vital que nos llevó hasta lo humano, lo demasiado humano quizá para quienes reniegan -por cobardía o misticismo- de nuestro destino terrenal y nuestra gloria efímera dentro de una finitud tanto más milagrosa que las engañifas de dioses imaginarios y eternidades exangües.
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El buscador más usado de la biblioteca universal que es hoy la red de redes rinde su homenaje a aquel mamífero primordial del que provenimos. Colocó su imagen en el logo sobre el que parece brincar para llegar a un presente en el que seguimos navegando hacia el conocimiento que nos lleva a un futuro incierto, pero también hacia un pasado donde nos reencontramos con él.
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Feliz reencuentro -a la luz persistente del genio de Darwin– con nuestro abuelo ancestral, que nos habla del profundo enigma de la vida desde la quietud aluvional de una roca.
Nota relacionada:
Ciencia vs. Religión
http://www.salta21.com/spip.php?article1897
