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sábado, noviembre 23, 2024

Reflexiones, Mozart, Vivaldi y Bartok

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Tres músicos oriundos de países ubicados sobre la costa del Mar Negro construyendo música en homenaje a la tierra que alberga sus trabajos profesionales. Estupendo y aplaudido gesto. Esta noche hubo un muy buen concierto.

Salta, Sábado 27 de Junio de 2009. Teatro Provincial. Orquesta Sinfónica de Salta. Solistas: Inga Iordanishvili y Viktor Muradov (violines). Andriy Chornyy (violonchelo). Director Luis Gorelik. Sinfonía nº 40 en sol menor K. 550: Wolfgang A. Mozart (1756-1791). Concerto Grosso en re menor op.3 nº 11: Antonio Vivaldi (1678-1741). Concierto para orquesta: Bela Bartok (1881-1945).

Seguramente no hay una sola respuesta. Pero ¿qué mueve al público a asistir o no a un concierto? Supongamos la hipótesis que siempre dirija la orquesta salteña el maestro Luis Gorelik. Hay conciertos de pocos asistentes. Hay conciertos de los que compran su entrada y de los que son invitados y aún así, hay poco público. Hay conciertos como el de esta noche con un aforo de casi el noventa por ciento. Hay veces que el director titular orilla la perfección como esta noche. Hay otras en que su actuación está lejos de ello. Hay noches en que el maestro se toma el trabajo de explicar lo que se va a escuchar. Esta noche hasta con ejemplos musicales previos. Hay oportunidades en que ni siquiera hay una sonrisa. Hay veces en que espero un resultado determinado y no se da y hay veces en que ese resultado aparece de improviso, inesperadamente. Hay conciertos que se dan los jueves como era costumbre durante seis años. Hay veces que se da un concierto por semana y otras en que transcurre un lapso mayor entre presentaciones y además se producen un viernes o un sábado u otro día. Lo peor es que no sé si esta falta de regularidad es buena o mala. Hay veces que la elección del repertorio merecería un lleno total. Hay veces que no. En fin, algún día tendré las respuestas. De todos modos esta noche hubo un muy buen concierto.

La Sinfonia nº 40 de Mozart y el Concierto para Orquesta de Bartok los escuché en marzo del 2006 conducidos por el maestro Felipe Izcaray. No voy a caer en la torpeza de la comparación que no tiene sentido alguno. Lo que si ocurrirá es que lo que dije en aquella oportunidad, hoy se repite en gran parte. La obra de Mozart fue muy bien hecha gracias a un marcado seguro, corto, exacto. Si no hubiera sido así, se hubiera roto el encanto del clasicismo para transformarse en una ejecución romántica que no le cabe a esta obra del genio de Salzburgo. Hasta tuvimos el lujo de la infrecuente pomposidad del último allegro. No son de considerar algunos aspectos negativos que la afinación pudo tener.

Luego Vivaldi. Uno de sus más difundidos conciertos del opus nº 3 tuvo realce con tres solistas que transitaron alto nivel. Muradov e Iordashnivili -esposos en la vida real- se entendieron de maravillas entre ellos y también con el violonchelo de Chornyy. La ejecución tuvo visos historicistas aunque el sonido fue, felizmente, de nuestros días. Largo el aplauso y entonces los tres hicieron una chacarera con motivo y variaciones, escrita originalmente por Inga. O sea, tres músicos oriundos de países ubicados sobre la costa del Mar Negro construyendo música en homenaje a la tierra que alberga sus trabajos profesionales. Estupendo y aplaudido gesto.

Finalmente un Bartok cargado de fuego y pasión. Su Concierto para Orquesta se inicia con severidad, con una canción de cuna transformada en música fúnebre, luego parejas de maderas o metales en el segundo esquicio. Un tercer movimiento elegíaco hecho sobre la base de cantos populares del país de origen del compositor. El oboe nos introduce en el cuarto movimiento donde también hay momentos del folclore húngaro para arribar a un apabullante final a puro Bartok. La partitura es fenomenal y Gorelik supo entregarla de la mejor manera.

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