Después que vi la obra de Paco Giménez pensé que había algo que no iba a hacer: escribir. Lo entrevisté este año, publiqué sobre él y me interesé por su obra. Pero para los que hacen la prensa, sólo importa lo que dicen los medios nacionales. Entonces escribo para un único lector: al que le interesó saber qué opino.
Entiendo la trayectoria de Paco Giménez y me admira su vuelo, su inspiración y su desfachatez para hacer obras que dicen mucho sobre los argentinos, sobre los cordobeses y sobre sí mismo. Después de todo, los artistas nos permitimos ciertas excentricidades, y en esta crítica en particular, me pongo a tono con Paco. Porque fue excéntrico en su trabajo y hasta egocéntrico. Los artistas tienen ese halo de misterio indescifrable, único y reconocible sólo en un intimismo subjetivo y autobiográfico, que Paco de La Cochera sabe explotar como una fórmula maniquea de su trabajo artístico. Hace lo que le funciona y por decirlo mal y pronto: “digan lo que digan, digan lo que digan, los demás…”
Confieso que estoy orgullosa de mi único lector, un lector comprometido, un seguidor del teatro y un crítico reconocido. Entonces tengo la doble necesidad de cubrir una expectativa importante: darte mi opinión y relatarte algo de lo que ocurrió la noche del sábado 14 de noviembre en La Mecano con lleno de público en su mayoría de teatro.
Y si de romper las reglas de la escritura se trata pues lo hago. Porque como sabés, existen moldes y parámetros para hacer la crítica según fulano y según mengano, que no me interesan seguir. Llevo seis años ya haciendo crítica de teatro, desde la radio en la Universidad Nacional de Salta hasta el papel y la web, ininterrumpidamente. Y escribir es mi oficio y es un trabajo desgastante; hasta incluso ingrato. Algunos dicen que ser crítico es fácil, sentarse en la PC y derramar opiniones. Pues háganlo y verán si es así. Y voy a usar una frase del genio Michael Jackson para decir cómo lo hago: “con amor, siempre con amor”. Vos, como yo, lo sabemos.
En el escenario Paco es un gigante aunque la obra sea un disparate, anclada en el absurdo de un hombre solo que se piensa a sí mismo y va siguiendo el hilo de sus sensaciones para mostrarse ante las dudas existenciales o ante su propia complacencia. No hay una historia lineal sino una serie de situaciones, consecuencia de esa soledad. La obra es una excusa para cantar, para unir la voz de Paco a la del disco que diga algo de lo que le pasa al personaje. Y podría haber seguido una hora más descomponiendo nuevas situaciones absurdas, enganchadas como en un video clip que se cargan de imagen y sonido con escasos retratos de pasajes de la vida del protagonista. Una especie de patetismo logrado a fuerza de humor que nos producen dos cosas: o pensamos que es una genialidad o una perfecta estupidez.
Yo me quedo con el trabajo del actor y algunos hallazgos delirantes de esta obra: el disco en la cabeza, que dice muchas palabras más que un texto mal escrito; o la figura del milico y su ridículo disfraz. La ruptura de situaciones con un texto del diario “puesto” a funcionar en medio de algo que no tiene nada que ver con la historia pero sí con la propuesta, también es algo que atrae.
Hay escasos parlamentos como por ejemplo cuando se plantea el miedo a la muerte en el relato de “Mi perro Terri murió en 1975…” que establece un paralelismo en ese temblor permanente del terror de padecer aplastado.
Veo que en lugar del texto, en la puesta aparece el significante en la escena: una especie de condensación irónica de retazos de vida.
Me quedo pensando… ¿Cuál es el pecado de Paco? Creo que la respuesta está hacia el final de la obra pero sólo puede ser entendida desde el punto de vista de la ironía cuando al fin y al cabo lo que se es en arte, es lo que se muestra en el escenario, la diferencia entre lo público y lo privado mediado por el trabajo escénico y la digna creencia de una verdad que sólo el teatro puede revelar.
– Notas relacionadas:
Paco peca
http://www.salta21.com/spip.php?article2584
Paco Giménez y La Cochera cumplirán 25 años en el 2010
http://www.salta21.com/spip.php?article2186
Paco Giménez pecó. Confesiones de a dos; las mías, las suyas…
Estimada Romina: No puedes desmentir que tu ámbito de trabajo e ilusiones positivas es la creatividad.Tu opinión que solicite en una conversación amistosa, como siempre lo hacemos, sobre la obra de Paco en Salta, entró en la más absoluta resonancia y en esa creatividad. Te pusiste a trabajar aunque sea para un sólo interesado. Pero sabes que tu visión de espectadora cultural,femenina y estética (no importa que sea polémica)es orientativa para el público que se va metiendo en tu crítica teatral frecuente.
Tus comentarios me importan porque siempre estás insomne con el discurso teatral, sos una de las despiertas que permiten conocer y abrir mucho más la obra que, generalmente, pasa desapercibida para una platea que recién se suelta para gozar del teatro. Agradezco tu cortesía de trabajar en una crítica teatral aunque sea para una sóla golondrina que, esta vez, no pudo asistir a una función interesante.
El teatro es en última instancia una cava, en la que muchas partes de la acción de la vida se hunden y, sobre todo reúne voces que se escuchan luego, como incidencia, en la ciudad linda que enamora (el slogan para vender Salta al turismo nacional). Tu comentario elevó nuevamente la independencia del teatro a la categoría de opiniòn personal pero ésta se sostiene en el deseo de que la gente vea teatro: la vía regia de la opinión del crítico es poderosa, puede hacer volar hasta a una sola golondrina por el aire suave y necesario de la cultura dramatúrgica, que si es ilustrada e informativa, mejor. Mucha gracias.
Rodolfo Ceballos
Periodista y crítico teatral