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lunes, noviembre 25, 2024

Ciro James admitió que espió ilegalmente

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El espía admitió en la declaración ante la Justicia que había actuado fuera de todo control. Dijo que retiraba escuchas de la SIDE, que lo siguió haciendo cuando ya no estaba en la Federal, y que nunca notificó esos movimientos a sus superiores. Justificó las tareas que realizaba para la Policía de Misiones diciendo que las hacía en “horas libres”.

Ciro James, el espía multipropósito que trabajaba para el gobierno de Mauricio Macri, tenía dos debilidades. La primera, por los celulares: tenía varios números y le encantaba pinchar teléfonos ajenos. Y la segunda, por los Mc Donald’s.

El rastro que dejaba no era muy complicado de seguir. A diferencia de las películas de James Bond, el polifacético espía era una persona rutinaria. Cada vez que salía de la SIDE, de donde retiraba las grabaciones de las escuchas que gestionaba, iba derecho a la cadena de hamburguesas y se pedía un Big Mac doble. Después iba a la terminal de Retiro y enviaba las escuchas a Posadas por la empresa de transportes Expreso Singer.

PERFIL accedió a las declaraciones indagatorias que brindó James frente al juez federal Norberto Oyarbide en el marco de la causa conocida como “el Watergate porteño”. El ex topo se encuentra detenido por integrar una supuesta asociación ilícita que hacía tareas de inteligencia ilegales.

James dijo conocer al procesado ex ministro de Educación, Mariano Narodowski, “por verlo en los pasillos”, y juró que no tuvo ningún contacto con el procesado Macri, ni con el ministro de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro.

Con el tiempo, el rostro de James comenzó a ser conocido en el edificio que tiene la SIDE en avenida de Los Incas, donde funciona la Dirección de Observaciones Judiciales. Allí es donde iba a retirar las grabaciones que obtenía a través de oficios judiciales.

Tal era su confianza que, cuando dejó de ser integrante de la Policía Federal, retiraba las grabaciones sin que nadie dijera ni jota. “¿Usted tiene conocimiento de si un particular puede retirar casetes de la SIDE?”, le preguntó Oyarbide. “Si el juez ordena, la SIDE lo va a cumplir”, contestó.

La desprolijidad con la que se movía hasta podría resultar llamativa. En su declaración reconoció que mientras era policía de la Federal, pocas veces notificaba a sus superiores sobre sus acciones en Misiones. Los jueces y la Policía de esa provincia tampoco mandaban un oficio a los federales para informarles sobre las actividades que hacía.

Siempre tenía una explicación: “No necesitaba del oficio, porque lo hacía en mis tiempos libres y no durante mi función”. También dijo que recibía “los pedidos por teléfono de la gente de Misiones”. Pero a James le gusta el juego de las contradicciones. “Todas las funciones que cumplí en Misiones fueron para la Policía Federal y nunca presté funciones para la Policía provincial”, aclaró.

Pese a sus intentos, nunca pudo demostrar qué hacía en el Ministerio de Educación porteño: “Me llamaban de distintas áreas, no me preguntaban cosas importantes”. Pero la explicación que más daba era las de un simple “no me acuerdo”.

Cuando le preguntaron si conocía al ex comisario de la Policía Federal y fugaz jefe de la Policía Metropolitana, Jorge “Fino” Palacios, contestó: “Trabajé con él durante tres meses en 2005, cuando fue superintendente, no trabajando directamente con él, yo estaba en Robos y Hurtos”.

Un currículum completo

No era ningún improvisado. En el expediente consta su pasado como personal de inteligencia del Ejército y como hombre de investigaciones de la Policía Federal. Pero ahora resulta que en el vernáculo mundo del espionaje nadie conocía a Ciro Gerardo James.

El topo que quiso entrar a la Policía Metropolitana había pasado por todas las madrigueras de los servicios de inteligencias. Y el ministro de Justicia y Seguridad del Gobierno porteño, Guillermo Montenegro, lo sabía perfectamente.

Toda la tira del espía se puede leer con claridad en el informe de preincorporación a la Policía Metropolitana. Allí está volcada su vida profesional. A James le gustaba mostrar su currículum y sus pergaminos para respaldar su apellido.

El joven James tenía 13 años cuando ingresó al Liceo Militar General Paz, de Córdoba, y egresó a los 17 como subteniente del arma de Infantería. En 1994 tuvo un rol particular en la Contaduría General del Ejército, no se dedicaba a los números sino a espiar.

Fue Personal Civil de Inteligencia del Ejército (PCI) y estuvo destinado en agente de Operaciones e Inteligencia en la Secretaría Ejecutiva Permanente de los Ejércitos Americanos. También obtuvo la aptitud especial de buzo táctico del Ejército. Luego recaló en la Policía Federal, donde realizó diferentes tareas de apoyo a inteligencia.

– Perfil – 24.05.10

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