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domingo, noviembre 24, 2024

Facebook y las “rateadas” masivas. La fecha es mañana

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Miles de estudiantes secundarios se sumaron a la convocatoria a un gran faltazo nacional. Todo, vía Facebook. Más allá del éxito o fracaso en que derive la iniciativa, la polémica está instalada. Aquí, tres educadores proponen una mirada desprejuiciada del fenómeno.

Las rateadas masivas de estudiantes de escuelas secundarias, convocadas a través de la red de Facebook, tienen varias novedades y diferencias con respecto a conductas similares del pasado. La primera diferencia es que las transgresiones a la disciplina escolar antes debían ser ocultadas y ahora son exhibidas. Las propias “rateadas”, así como las agresiones físicas o simbólicas a compañeros o a docentes, eran efectuadas en forma privada y oculta para evitar la sanción. Ahora, en cambio, se cometen para ser exhibidas. En este cambio de conducta se pueden identificar al menos dos grandes elementos. El primero de ellos es que se ha perdido el miedo a la sanción. Sea por las experiencias de autoritarismo que hemos vivido, sea porque no estamos seguros de la legitimidad de las normas porque nosotros tampoco las cumplimos o porque no creemos en su eficacia, lo cierto es que vivimos en una cultura de moral liviana en la cual los adultos no confiamos en el valor de las sanciones.

Pero el segundo elemento es un afán de exhibición, de notoriedad, de llamar la atención por parte de nuestros jóvenes y adolescentes, exacerbado por las posibilidades que brindan las tecnologías de la información y la comunicación. Ambos fenómenos están vinculados. La ausencia de normas y sanciones, la “anomia” de esta sociedad adulta, implica que no vemos ni nos ocupamos de nuestros jóvenes y adolescentes. Y no los vemos, entre otras razones, porque todos queremos ser jóvenes y no asumimos nuestra responsabilidad de adultos. Me parece importante destacar que no estamos más cerca de ellos porque les dejemos hacer lo que quieran.

La segunda diferencia es que antes las transgresiones colectivas tenían un contenido y un sentido político. Estas transgresiones, a diferencia de las privadas, eran exhibidas públicamente. Pero lo que se exhibía eran los motivos, las demandas, los objetivos de la acción. Una “rateada” masiva era una huelga. En las actuales rateadas, en cambio, se aprecia un fuerte déficit de sentido. Algunas encuestas muestran que las razones más frecuentemente mencionadas son la imitación (“si otros lo hacen, yo también”) y el desinterés por la escuela, donde el ausentismo docente es un fenómeno de dimensiones alarmantes. Este déficit de sentido no debe ser subestimado. En realidad es un síntoma de fenómenos culturalmente muy importantes, que debemos indagar.

Entre estos fenómenos, algunos ponen el foco sobre las tecnologías como si ellas fueran el centro de la cuestión. Con estas tecnologías, sin embargo, es posible hacer cosas muy diferentes. Los estudiantes chilenos las utilizaron para una movilización formidable, protestando por la calidad de la educación que recibían. Nuestras rateadas, en cambio, están lejos de reclamos programáticos de envergadura, al menos por ahora.

Nadie puede dudar de la importancia de las tecnologías en la cultura actual y particularmente en la cultura juvenil. Pero las tecnologías no definen el sentido de su utilización. El déficit de sentido que caracteriza estas conductas, y la cultura del nuevo capitalismo en general, no será de largo plazo. No existen experiencias históricas que muestren la posibilidad de vivir mucho tiempo sin saber para qué lo hacemos. Corremos un serio peligro dejando que el vacío de sentido sea ocupado por el fundamentalismo religioso o político o por el individualismo a-social. Estamos en condiciones de entusiasmar a los jóvenes en la construcción de una sociedad justa. Pero la condición necesaria para que eso ocurra es que primero nos entusiasmemos los adultos.

Esta comparación entre “antes” y “ahora” no tiene ninguna intención nostálgica ni valorativa. La comparación ayuda a entender los fenómenos, condición necesaria para que actuemos con mayor grado de reflexividad. Uno de los resultados principales de este ejercicio es que, en lugar de poner todo el foco en lo que hacen los adolescentes, deberíamos ponerlo en lo que hacemos los adultos.

– Director de la Unidad de Planeamiento Estratégico y Evaluación de la Educación Argentina.

De Jurassic Park a South Park

– Por Néstor Abramovich y Gabriela Farrán *

Siempre fue así. Cuando los pibes se hacían la rata, sus padres y docentes nos enterábamos después; o nunca. Hasta que un día, con no poca anticipación, alguien publicó en Facebook: “26/05/10 Rateada Nacional! Vamos muchacho/as. inviten a sus amigos asi el 26 de mayo nos ratiamos todos!” (sic).

Siempre fue así: cuando los pibes se hacían la rata y sus padres y docentes nos enterábamos, los retábamos y hasta los sancionábamos. ¿Y ahora?

Podríamos sacar el viejo manual de moral y civismo y enfurecernos porque, en lugar de usar la tecnología para hacer mejores monografías, despilfarran recursos en una descarada falta a las normas. Podríamos, desde otro extremo ideológico, considerar que se trata de una movilización autonomista, una especie de versión 2010 del que se vayan todos.

Quince días después de aquella primera proclama, la página ya anda por los ciento treinta mil seguidores, estudiantes secundarios en su mayoría. Muchos de ellos y de los adultos que la navegan hacen desde lecturas minimizadoras que ven en esta rateada una picardía sin importancia hasta otras tremendistas que descubren una conspiración contra las celebraciones del Bicentenario. Hay quienes apuestan incluso, en versiones bien argentas, a la prolongación del feriado ya alargado.

Entretanto, los medios concentrados fogonean: creen haber encontrado en esto otra muestra de lo mal que está todo. Ya hace tiempo que suponen haber develado algunos misterios del mundo escolar para convertirlo en un lugar de malas noticias. Una vez más parecen estar pensando: “Esta rateada es tan escandalosa que vende; promovámosla”.

Los canales de noticias descubrieron que es bueno televisar las pantallas de las computadoras con miles de mensajes que apoyan o cuestionan la movida. Ese espacio indefinido que era Internet –difícil de establecer si privado o público– entra de lleno al mundo de la fama y a la hoguera de las vanidades: son unos cuantos millones los que ahora ven algo que sólo hubiesen leído cien o doscientas personas.

El boom del rating minuto a minuto es también el de la cantidad de amigos registrados. Si los medios miden fuerzas de ese modo, los pibes, ¿no estarán haciendo lo mismo? ¿No querrán medir su capacidad de convocatoria? No lo sabemos. Cierta falta de códigos compartidos nos complica la lectura del fenómeno, que además debe tener muchas capas y aristas. Si dejamos de lado nuestras lentes normalistas y las de los ’70, los ’80, los ’90 y hasta las de 2000; si miramos al sol de frente podremos, luego de un primer momento de enceguecimiento, hacerle lugar a la curiosidad, a la pregunta genuina, a la búsqueda de sentidos y oportunidades.

Sabemos que no es políticamente correcto que como educadores digamos esto, pero la verdad es que –descargados de prejuicios– queremos ver qué va a pasar. Esto de la rateada mediática es nuevo. Puede tanto que resulte un bluff o una gran movida nacional sin consignas; una protesta alimentada de sí misma que les sirva para saber que si quieren pueden, aunque no sepan qué.

No es por despreciarlos. Quizá los pibes no estén conscientes, pero si ésta les sale bien van a quedar emponderados; y si hay potencia, hay capacidad de creación; y si hay capacidad de creación, hay un acto político con un antes y un después.

Desde el Jurásico se los demoniza. Desde South Park se los banaliza. Tranquilos todos. En cualquier caso habrá un después en las escuelas que puedan ser escenarios para la expresión de la potencia.

– Especialistas en Educación. Directores del Colegio de la Ciudad.

– Página 12

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