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viernes, junio 6, 2025

De cómo se armó el desfile de Fuerza Bruta y el deseo de traerlo a las provincias

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Fabio D’Aquila, coordinador general del grupo, narra los pormenores de la realización del acontecimiento artístico más impactante del Bicentenario.

Más de dos millones de espectadores transformaron al Desfile del Bicentenario realizado por la organización teatral Fuerza Bruta en el acontecimiento artístico más convocante de la historia argentina. Dos mil artistas y 400 técnicos participaron en la megaproducción dirigida por Diqui James que representó acontecimientos, procesos e iconos emblemáticos de la identidad nacional a través de un desfile callejero y masivo.

El espectáculo mezcló tradiciones populares y escenificaciones de vanguardia y sumó la participación de granaderos, ex combatientes de Malvinas, integrantes de colectividades, actores, músicos, bailarines, acróbatas, murgueros. Y una multitud tomó las calles por asalto para observar y sentir cada una de las 19 escenas creadas por Fuerza Bruta en un trayecto que partió desde la Plaza de Mayo por Diagonal Norte, para luego seguir por la Avenida 9 de Julio hasta Independencia.

El acontecimiento dejó un eco fantasmal, inasible, ensoñado no sólo en los espectadores sino también en los propios realizadores. “Lo que pasó fue un hecho maravilloso. Jamás podíamos llegar a prever que alcanzara una dimensión tan grande. La cantidad de gente que había y la forma en que participó del espectáculo fue increíble. Nadie imaginó eso, fue algo único”, asegura Fabio D’ Aquila, productor de Fuerza Bruta.

En el galpón de la compañía ubicado en el barrio de Saavedra, el cofundador y coordinador general de la compañía repasa para Debate la historia de la realización del desfile, revela detalles de la producción y traza un balance del espectáculo montado el último 25 de Mayo.

El desfile comenzó a gestarse a fines de octubre de 2009. El director ejecutivo de la Unidad Bicentenario, Javier Grossman, convocó a Diqui James con la idea de que Fuerza Bruta se sumara a las actividades con las que se iban a festejar los 200 años de la Revolución de Mayo. Grossman y los creadores de la agrupación teatral se conocían desde hacia muchos años.

En diciembre de 1989, Grossman puso en marcha junto a Graciela Casabé el Centro Cultural Babilonia, una referencia clave para el under porteño que estaba ubicado en el barrio del Abasto. Por esa época, James integraba la Organización Negra, que sacudía al público capitalino con sus intervenciones de alto impacto.

Unos años más tarde, Grossman y Casabé crearon el Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires (FIBA). En las primeras ediciones participó De la Guarda, el desprendimiento de la Organización Negra que formaron James, Pichón Baldinú, D’ Aquila, Gaby Kerpel y Ana Frenkel, entre otros, en 1992.
“Sentimos una mezcla de emoción y orgullo cuando nos llamaran de Presidencia. Lo nuestro es bastante experimental, no está basado en hechos históricos y trabajamos mucho desde lo abstracto. Cuando vino esta propuesta, nos pareció muy bueno. Pero después empezó la adrenalina, porque teníamos que ver qué hacíamos”, rememora D’ Aquila.

Querían encontrar alguna idea que permitiera que el espectáculo tuviera una llegada masiva. En las siguientes reuniones con los integrantes de la Unidad Bicentenario, en la que también participaban el secretario general de la Presidencia Oscar Parrilli y el secretario de Cultura Jorge Coscia, James propuso la idea de hacer un desfile con carrozas por las calles de Buenos Aires. Desde el Gobierno nacional aceptaron enseguida la idea. “No nos imaginamos instalaciones cerradas en las que la gente pudiera entrar, mirar un rato y salir. Queríamos salir a la calle para llegar a más gente y poder mostrarlo de forma abierta”, detalla el productor general de Fuerza Bruta.
La gran referencia en la utilización teatral de los espacios públicos era el grupo francés Royal de Luxe, quienes en 1992 habían representado la historia de Francia en un espectáculo realizado en la Avenida 9 de Julio. James había quedado conmovido con ese show callejero. Y para el debut europeo de Fuerza Bruta, en la ciudad de Lisboa, invitó al director de la compañía gala, Jean Luc Courcoult. “Estuvo dos o tres días con nosotros y nos tiró muchas ideas, hizo una crítica muy enriquecedora de nuestro espectáculo”, relatan.

Con la Organización Negra, D’ Aquila, James, y compañía habían hecho La Tirolesa, con el que escalaron y se arrojaron desde el Obelisco en diciembre de 1989. Tiempo más tarde, realizaron el show Doma en el Velódromo municipal, que si bien no era callejero se desarrollaba en un espacio abierto y tenía características de masividad.

“El teatro callejero era la materia pendiente para Fuerza Bruta. Es la expresión máxima de lo que significa nuestro arte. Y lo que más nos gustaba. Pero nunca habíamos encontrado el lugar que queríamos. La propuesta del gobierno nacional era ideal. Sentimos que era el momento”, dice D´Aquila, quien recuerda que habían planificado un show para la inauguración de la nueva cancha de Independiente, que no pudo realizarse por cuestiones presupuestarias.

CONSTRUCCIÓN PARTICIPATIVA

Aprobada la idea de hacer un desfile callejero, llegó el momento de comenzar a definir los contenidos que iba a tener cada una de las escenas. Desde Fuerza Bruta requirieron el asesoramiento del historiador Felipe Pigna. La lista de los sucesos y conceptos que se querían desarrollar superó las cuarenta escenas.
Poco a poco, quedaron fuera del listado muchas batallas, algunas de ellas emblemáticas como el combate de San Lorenzo. Se privilegiaron el Éxodo Jujeño y el Cruce de los Andes. “El éxodo tenía un componente épico y popular muy fuerte. Y del Cruce de la Cordillera nos interesó marcar ciertos detalles, como la participación de soldados negros”, explica.

También se descartaron algunos símbolos fuertes de la identidad argentina, como la pasión por el fútbol. El equipo creativo consideró que es algo que se vive de forma cotidiana y no era necesario hacer hincapié sobre su carácter icónico.

Pigna no sólo los asesoró en la elección de los acontecimientos históricos. También les proporcionó contactos con institutos y organizaciones vinculados a cada uno de los procesos que iban a ser representados. Para la escena sobre la inmigración, por ejemplo, se conectaron con las distintas colectividades que arribaron a la Argentina. “Queríamos mostrar todas las oleadas inmigratorias que hubo. Demarcamos aquellas que vinieron en barco y las que vinieron por tierra, como las personas de los países de la comunidad andina. Y en este último caso, armamos un desfile de la comunidad boliviana, que vinieron con sus propios vestuarios. También una colectividad taiwanesa presentó sus tradiciones populares”, cuenta D’Aquila.

El proyecto fue sumando esfuerzos colectivos. El Ejército puso a disposición una flota de camiones. Se convocó al Ballet Folklórico Nacional y agrupaciones de tango. En la escena sobre la guerra de Malvinas, desfilaron ex combatientes reales junto a algunos artistas. Para el Cruce de los Andes, participaron granaderos y actores que interpretaban a los soldados negros. El productor sintetiza: “De alguna forma se fue tratando de incluir a todos, no sólo para que participen sino también para que acerquen información precisa sobre cada hecho representado”.

En cada uno de sus espectáculos, Fuerza Bruta promueve la participación activa de los espectadores. El grupo apela de forma directa a los sentidos del público: hay que bailar, mojarse, interactuar con los personajes. ¿Cómo trasladar ese concepto a una presentación masiva, callejera y en movimiento?, fue la pregunta que se hicieron.

“Era muy difícil trasponer el tipo de interacción que nosotros le proponemos al público, porque la gente no se iba a poder meter en el medio del desfile. La idea era transmitir la emoción que representaba formar parte de un hecho histórico como la celebración del Bicentenario”, sostiene D’ Aquila.
Por su experiencia, podían calcular cómo la gente reaccionaría ante determinados “efectos especiales” de la puesta en escena. El fuego que incendiaba a la Constitución Nacional en la escena que representaba la última dictadura militar era un procedimiento que ya habían trabajado en Doma, donde la gente siempre arengaba y disfrutaba mojándose cuando el agua apagaba el incendio.

Los 2.000 actores que participaron tenían una indicación precisa: debían interpelar al público, invitarlo a ser partícipe del acontecimiento. En la escena sobre la industria nacional, con el auto Siam Di Tella y las heladeras sobre un carromato enorme, los actores simulaban trabajar de cara al público. En el cuadro sobre los movimientos políticos surgidos a finales del siglo XIX y principios del XX, no sólo se reprodujeron pancartas con las consignas reales: cada agrupación tenía su propio panfleto y lo repartía entre el público.
Las dos artistas que representaban a la República Argentina también interactuaban con los espectadores. “Vimos muchas chicas para que interpretaran la Argentina. Pero tenían que tener una preparación física importante, porque debían pasar mucho tiempo colgadas. Después de que las elegimos y empezamos a trabajar juntos, nos enteramos que una de ellas, Josefina, tenía un abuelo de origen wichi. Fue algo casual, pero era justo lo que buscamos. Y ella tenía una potencia tremenda para hacer ese papel”, revela D’ Aquila.

La primera etapa del trabajo consistió en la generación de ideas y en la definición de los contenidos. Se proyectaron los grandes carromatos, se hicieron planos donde se disponía que algunas carrozas tendrían 30 metros de largo, se planificó cómo iba a ser la movilidad de cada escena. Buscaban que las carrozas tuvieran una altura superior a los dos metros, para que pudieran ser vistas por la gente que no estuviera cercana a las vallas.
En febrero se instalaron las oficinas de producción en el Pabellón Delta del Espacio para la Memoria (la ex Esma). Se comenzaron a armar las escenas y se probaron algunas ideas. A fines de marzo se sumó el espacio del astillero Tandanor. Ahí se desarrollaron las puestas más grandes, que incluían camiones y grúas.

D’ Aquila recuerda: “Cuando vimos la burbuja de futuro en funcionamiento, nos dimos cuenta de que la cosa se estaba poniendo interesante. Después, cuando nos dieron el astillero y armamos la primera escena, que era la referida a la industria nacional, entendimos que estábamos haciendo algo realmente grande. Hay una diferencia enorme entre dibujar algo en un plano y después verlo no sólo plasmado, ¡sino también en circulación!”.
Apostaban a una estética posindustrial. No se trataba tanto de exhibir un gran desarrollo tecnológico como de poner de manifiesto esa “maravillización” que despierta la tecnología desde el siglo XIX. Era, en cierta forma, una combinación del carácter popular de los desfiles carnavalescos con la estética retrofuturista cercana al cine de Terry Gilliam (el director de Brazil, Las aventuras del Barón Munchausen y la reciente El imaginario mundo del Doctor Parnassus).

EL FACTOR SORPRESA

Los responsables de la Unidad Bicentenario les habían pedido a los miembros de Fuerza Bruta de que no brindaran demasiados detalles a la prensa sobre lo que estaban gestando. El 19 de marzo la agrupación estrenó el espectáculo que actualmente está en cartelera en la sala Villa Villa del Centro Cultural Recoleta. Con el proyecto ya en pleno desarrollo, no hablaron con los medios sobre el desfile del Bicentenario.

Mientras los medios masivos acentuaban las quejas por los retrasos en el tránsito que implicaban los cortes en la 9 de Julio, en la noche del viernes 21 de mayo se realizó el traslado de las escenas hacia el centro de la ciudad. Se armaron dos obradores en los laterales de la Plaza de Mayo y otro sobre Diagonal Sur. Para poder trabajar tranquilos, se tapiaron los obradores hasta dos metros de altura. Ahí, en la Plaza, se terminó de montar, de probar, de ensayar cada escena. Los transeúntes no terminaban de entender qué se gestaba detrás de las lonas.

D’ Aquila considera que “el factor sorpresa jugó un rol fundamental en la explosión que provocó en el público. Todos participaron con un desconocimiento casi absoluto sobre las características del espectáculo. Si se hubiera mostrado el proceso, como estábamos trabajando en el astillero y se presumían las dimensiones, ese asombro que desató quizá no hubiera sido tan grande”.

La tarde del lunes 24, mientras se terminaban de armar las escenas en los obradores, D’ Aquila salió a caminar la ruta que iba a hacer el desfile sobre Diagonal Norte y la 9 de Julio. Quería determinar los puntos en los que se iba a encender el fuego en el cuadro sobre el último golpe de Estado. No quería que hubiera árboles cercanos. Hizo la caminata con un cronómetro, respetando el supuesto ritmo que iban a seguir los camiones. Comenzó a percibir que era muy difícil caminar el trayecto, ya en ese momento había muchísima gente. Sin embargo, no podía internalizar la dimensión de lo que realmente ocurría en los festejos del Bicentenario, porque estaba concentrado en los pormenores de su trabajo. Sentía que había muchas cosas en juego en relación a la seguridad y a la sincronización del desfile.

El 25 de Mayo el público comenzó a congregarse en el trayecto del desfile. Se sumaban y sumaban, hasta alcanzar los dos millones de espectadores.
D’ Aquila iba y venía entre las distintas carrozas, pero prestaba especial atención a lo que ocurría en la escena en la que el fuego encendía la Constitución Nacional, porque era un efecto que ya había coordinado en Doma. La escena estaba compuesta por cinco camiones. Un semirremolque llevaba 80 garrafas de 50 kilos cada uno. Cinco personas levantaban a pie la manguera que transportaba el gas que, por cuestiones de seguridad, no podía tocar el piso. Otro semirremolque tenía un camión de bomberos arriba con un tanque de diez mil litros de agua y una grúa. Dos camiones transportaban las luces y otro el agua.

Por la cantidad de gente, el desfile no marchaba a la velocidad que habían previsto. Uno de los choferes, a la altura del Obelisco, empezó a decir que sí o sí tenía que andar en primera a un ritmo parejo, porque si no iba a quemar el embrague. Si se quedaba el camión, no había forma de sacarlo, porque no quedaban calles periféricas liberadas de gente.

“Sentíamos que la reacción de la gente era muy buena. Estaban esperando desde las cuatro de la tarde y no se hacían grandes dramas. Pero no podíamos tener una dimensión de lo que pasaba. Ni siquiera esa noche pudimos entender qué había sucedido”, dice D’ Aquila.

POR LAS PROVINCIAS

En la actualidad, Fuerza Bruta está presentando cuatro espectáculos paralelos, en Buenos Aires, México DF, Nueva York y Chicago. En el galpón taller de la compañía, un grupo de técnicos desarma algunas de las estructuras utilizadas en el desfile. D’ Aquila indica algunos detalles, explica a qué escena correspondieron algunas de las maquinarias, muestra los bocetos de las carrozas. Y se dispone a la hora del balance.

Una semana más tarde, ¿qué análisis hacen del espectáculo?

Las sensaciones son muchas y todas positivas. La primera impresión es ¡lo logramos! Fue un trabajo en equipo y estuvo muchísima gente involucrada. Cada escena era un mundo, tenía su propio productor, su stage manager, sus operadores de luces y sonido. Fue como si montáramos diecinueve Domas simultáneos y en movimiento. Fue algo muy enriquecedor. Nos dimos cuenta de que cuando hay una buena propuesta, las cosas salen. Y que si nos juntamos, salen mejor. Así que resulta muy esperanzador.

¿Qué lectura política hacen de lo que ocurrió durante los festejos del Bicentenario?

Fue un acontecimiento que sirvió para unirnos. Estaría bueno tomar partido de esto y comenzar a marcar en qué cosas sí coincidimos. Porque en este evento coincidió mucha gente, con su deseo de mayor participación. Y me parece interesante destacar el hecho de que se haya elegido a nuestro grupo, que es teatro experimental, de acción. Fue la elección de algo no tradicional para representar algo tradicional. Esa comunión fue muy productiva.

¿Cuál es el futuro del espectáculo que montaron?

La Secretaría de Cultura expresó su deseo de llevarlo a las provincias. Y nosotros estamos muy interesados en que eso suceda. Entiendo las dificultades que puede haber, la logística tal vez va a ser complicada, pero no va a ser más difícil que haber organizado el espectáculo para el 25 de Mayo. Creo que volvería a ser una experiencia que nos unifique más. Si bien lo pudieron ver por televisión en todo el país, puede llegar a ser una movida muy interesante compartir con las provincias lo que sucedió en Buenos Aires.

¿Cómo impacta este acontecimiento en el futuro de Fuerza Bruta?

Nos propone un juego nuevo, porque se vio en toda Sudamérica; y, en menor medida, las imágenes también llegaron al resto del mundo. Así que se nos abre una puerta para mostrarnos de forma masiva y para que podamos hacer más espectáculos de esta escala. Ahora tenemos la confianza de que podemos hacer algo de grandes dimensiones. ¡Si nos convocan para los Juego Olímpicos de Londres, no vamos a arrugar! Es un pulmotor que nos inyectaron para seguir pensando y generando cosas.

– Fuente: Debate – Por Manuel Barrientos – 4 de junio

2 COMENTARIOS

  1. De cómo se armó el desfile de Fuerza Bruta y el deseo de traerlo a las provincias
    No dudo de que el trabajo de Fuerza Bruta haya sido colosal y aun mas si se conocen los pormenores pero yo lo vi en la tv y si no escuchaba las explicaciones de los locutores no le encontraba el menor sentido y me parece que la gran mayoria no entendio un corno. Pero bueno, si van a las provincias podremos azorarnos en vivo con el gran despliegue tecnico y los cientos de artistas pululando en la calle. No se. A mi no me gustó. El hecho de que haya tantos artistas en escena no convierte en genial una obra.

    • De cómo se armó el desfile de Fuerza Bruta y el deseo de traerlo a las provincias
      el trabajo de fuerza bruta es muy reconocido ya que se destaca por hacer una maravillosa presentacion en el desfile del bicentenario

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