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martes, noviembre 26, 2024

El cosmos de Karl Marx en el universo semiótico de López

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«Alucinar (en) los intersticios: ‘abecedario’ mínimo. Un susurro de palabras» es el último libro del Dr. Adrián López. Salta 21 publicó la I parte de la entrevista al escritor el 23 de junio. Hoy, les ofrecemos la parte II, que completa la idea general de este nuevo texto nacido a la luz del marxismo.

En esto de la deconstrucción, estamos como obligados a re-flexionarnos. Adrián confiesa que las entrevistas lo hicieron volver sobre sus propios pasos, lo cual constituye una bocanada de aire para todo este trabajo intelectual que hacemos al dialogar. Salta 21 se complace en hacerlo y en vivirlo. Adrián es de la «casa» y cada paso en su trayectoria, a nosotros, nos roba una sonrisa.

Con permiso (de Adrián) para alucinar con Marx… Parte II

Marx no es cientifista o cientificista. Eso queda claro desde tu postura. ¿Por qué debo creer en ella? ¿O puedo quedarme también sospechando? No pienso que todo sea “piedra libre”, aunque después de todo, cualquier constructo teórico parece apuntar a una forma de interpretar…

– Ay, Romi; no me darás descanso, ¿eh? ¡Qué pregunta!… –me encantan tus reportajes, porque si bien me “atropellan”, me acorralan, al mismo tiempo, exigen lo mejor de mí, lo que no implica que necesariamente, me ubique a la altura de las circunstancias.

En el último libro que estoy a punto de girar a España, que es el volumen I de la serie Los perfiles de Marx y el noveno que editarán, afirmo que lo que efectuó Carlitos fue un séxtuplo movimiento: sin ser un adorador de la ciencia, sí hacía ciencia, no la desestimaba, a pesar que él no le diera a sus estudios, el estatuto de análisis científicos –por eso, yerran Popper y Bunge cuando desmantelan al compa de Engels, dado que él no escribía ciencia, aunque la practicaba, por ejemplo, cuando estudiaba Matemáticas. Este es el primer instante.

Lo llamativo de eso es que el acorde inicial no está registrado en sus obras, sino en sus cartas –debe significar algo, pero todavía se me escapa su sentido… Es como si hacer y aprender ciencia, fuera en Marx un instante que se destina a permanecer detrás del escenario, en el acorde preparatorio de la investigación, que para él se diferenciaba y a veces, se separaba del momento de la exposición. Lo que acaso querría decir que practicar y estudiar ciencia sea algo que no puede manifestarse directamente, que uno debe atesorar y no exhibir, que es lo que no efectúa el leninismo –los militantes leninistas se atiborran de informaciones científicas y lo muestran sin tacto.

El segundo instante es cuando él hace crítica, que no es ciencia ni tampoco Filosofía, Economía, Historia, Sociología, Antropología, etc. –¿Literatura? Sí y no; lo veremos.

El tercero es lo que bauticé como “posciencia”: recobré el título de una de las compilaciones de Esther Díaz –con tantos varones citados, una mujer que airee el panorama…–, que es una intelectual muy, muy lúcida, de Buenos Aires. Y me confesé…, “es lo que concreta Marx”. La postciencia no es obviamente, ciencia pero tampoco es crítica; es un espacio híbrido como el del Psicoanálisis: según Lacan, aquél no es ciencia y no obstante, no es no ciencia –constatamos una falta de palabra en el francés para enunciar lo que anhelaba sobre el Psicoanálisis; es que ese conocimiento era una posciencia… (de igual suerte, en el emigrado de Bélgica, había una falta de palabra para caracterizar su crítica de la Economía Política, la que es una deconstrucción, lo que únicamente fue viable proferir con Derrida).

El cuarto movimiento de la sinfoníaMarx, es el de las diagnosis políticas que se discuten para acordar acciones.

El quinto es el de la ironía, la sátira y hasta la burla: Wheen, un biógrafo tendencioso de Marx, dice que él fue un gran satírico, el mayor desde el melancólico Swift.

El sexto acorde es el de la prosa, que es bastante literaria: una obra reciente de Oscar del Barco, titulada El otro Marx , enfoca la insondable, inclasificable literatura de la escritura del barbado de Prusia –sus textos, su pensamiento son algo novelado. De allí que, según del Barco, pueda asociarse a Marx con Artaud, entre otros –yo lo enlacé a Pizarnik, Borges, Proust, Gelman, etc. Es que respira, palpita una Literatura en él, pero también, otra cosa: era un degustador de la música, de la Ópera; sus libros son “sinfónicos”; lo anticipé hace un instante.

Bien; el asunto es que todo eso se da de forma plus ou moins, simultánea: la militancia es irónica; la prosa es crítica y hace postciencia; todo es literario y musical… Un entrevero desquiciado, loco que despista al más “avispao”…, aunque se acabe por pensar a martillazos, según un axioma de Nietzsche –en las obras de Marx encontrás desquicio y obra.

Respecto a si tenés o no el derecho a creerme, sí, incondicional y absolutamente; no vendré yo, a desear ser otro Trotski, Lenin, Stalin o Mao, que bloquee las lecturas infinitas sobre Marx y en torno a cualquier otro, incluidos Trotski, Lenin, Stalin y Mao, aun cuando imagine que están caducos. No llegaré yo, a exigir un culto de la personalidad… Que cada cual haga con lo que escribo, con lo que sangro, lo que mejor le convenga; si no hay nada para usar, pues que busque en otro sitio. Sin embargo, continuaré pensando, escribiendo, leyendo, discutiendo, auto socioanalizándome, deconstruyendo, edificando, fluyendo, chorreando –a la flaquita no le gusta la palabreja; muy literaria no es… (risas).

Of course, no sólo vos, sino cualquiera, tienen pleno derecho a sospechar de lo que digo, de lo que hago, de lo que soy o puedo ser, de lo que creo ser y de lo que no pude ser. Me reservo no obstante, el derecho a vivir como me dé la regalada gana y a ser como se me antoje, que es lo que cada cual, a la postre, elige, ¿cierto?

Para finalizar, digo que sí, que lo que elucubro es una interpretación posible entre otras muchas, que cuenta con algo positivo: no pretende ser Marx mismo, Freud mismo, Lacan mismo, como sí lo quisieron Lenin en relación con Marx, el francés con respecto a Freud y Germán García con relación a Lacan. However, esto me atrajo el descalificativo de ser revisionista, conservador, reaccionario, no auténticamente marxista, etc. –para mí y empleando las municiones que me arrojan, Lenin, el leninismo, son unos jodidos revisionistas que fundamentaron una práctica autoritaria y una interpretación abominable del pobre Marx.

Solemne camuflaje

Adrián, ¿qué se camufló bajo la solemnidad científica?

– Todo aquello de lo que hablaron Nietzsche, Foucault, Derrida, Bourdieu: desde un flanco, la soberbia, el deseo de poder, la fatuidad, el resentimiento, la vanidad, el espíritu destructivo, la noche oscura de la razón. Desde otro costado, querer anular a los otros, en nombre del Progreso, de lo verdadero, de lo correcto, de lo exacto, de lo puro, de lo justo.

Foucault, en Genealogía del racismo , se interroga por los saberes, las prácticas a las que anhelamos callar, marginar, destruir cuando invocamos lo científico, la ciencia.

Algo de esas exclusiones, se logra con la –mala– excusa de la “objetividad”. Se alucina que uno es inocentemente neutral, cuando detrás, en su desván, se arrumban toda clase de asunciones, de ideologías, de puntos de partida –la metodología, gnoseología, epistemología de la objetividad son una Mitología, una Metafísica y hasta una Moral. Sí; los fanáticos de lo neutro, de lo objetivo son los chamanes, los monjes, los sacerdotes de esa fe. Podría enunciarse sin exagerar, que la ciencia, los institutos de investigación, los científicos son morales: ciencia e instituciones, morales expuestas en, trasladadas a estructuras; los científicos, son seres morales –acaso la delimitación pulcra, neutra del tema, del problema y del objeto en una pesquisa sean una forma de defensa, de represión, de negación de lo que no se anhela au fond, investigar.
En otro orden de asuntos, en Los anormales , Foucault dice que algunos conocimientos al estilo de la Historia, de la Psiquiatría, etc. fueron empleados para tamizar lo que es políticamente aceptable de lo que no: el anarquismo fue condenado porque la Historia “demostró” que es imposible; la revolución se desestimó a causa de que trasluce dificultades con el Orden paterno, con la Ley –es la ingenuidad en la que se enredan Lacan y la Kristeva de Sentido y sinsentido de la revuelta (título que es bastante curioso –por el contrario, pienso que determinado anarquismo marxista, que cierta revolución es más actual y factible que en 1917…).

Lacan, en el capítulo “Ciencia y verdad” del libro II de los Escritos sugiere que los científicos son los religiosos, los monjes del saber. Incluso, constituyen una Corpo académica fatal, terrorífica, dispuestos a excomuniones –a Jacques-Marie Émile, se lo marginó en 1963 de la Asociación Psicoanalítica Internacional (AIP).

La habilidad, la treta se apoya en que como presuntamente, los científicos están libres de pasiones, son neutros, objetivos, casi angelotes, los civiles imaginan que es imposible que en una institución de académicos haya atrocidades como el acoso laboral, etc. Al disfrazarse aquéllos con el traje de la razón, los que los critican son irracionales… y si esos criticones están disconformes con lo que sucede en la institución pues, deben irse –es lo que oigo una y otra vez, insistentemente, con respecto a mí (que tendría que abandonar Salta, etc.).

Empero, la ciencia no es inevitablemente, solemnidad científica, o sea, lo que acabo de apretar en unos renglones. Es posible y necesaria la ciencia, mas, es impostergable deconstruirla, estar en guardia contra lo que se cuela en su ejercicio y contra los científicos, que son tan guachos como cualquiera.
Escuché en un programa de quien porta el pseudónimo “Alejandro Dolina”, la historia de un ayudante de boticario que descubrió la morfina. Al principio, un químico de comienzos del siglo XIX, leyó su informe y lo desestimó. Contrariado, abandonó sus pesquisas, hasta que las retomó años más tarde. Por la intervención oportuna de otro químico prestigioso, se le dio crédito a ese inestimable descubrimiento, pero médicos corsarios, disputaron la patente de la morfina. El “ñato”, como expresa Alejandro, que aisló del opio la morfina, feneció en el olvido. Anécdotas tristes como ésas, atiborran las historias de las ciencias.

Porque Marx intuía lo que delineé, es que había en sus textos, en sus obras el séxtuplo movimiento que comenté antes.

Double bind

¿No estarás queriendo desplazar una visión científica por otra, también científica y que en todo caso, se oculta en una mera apariencia de crítica?

– El Inconsciente, nuestro habitus -que no es el hábito…-, la época en la que vivimos, las frustraciones que cargamos, etc., pueden jugarnos, jugarme una mala pasada. No estoy libre de miserias, pero no creo que me suceda que disfrace la crítica, la posciencia, la ironía, determinada musicalidad de las frases, cierta apuesta por una militancia no déspota, no dogmática, con la solemnidad científica o con el totem de la ciencia.

Procuré no empozarme en ello, a tal punto que una de las tantas evaluaciones negativas que recibí por mis artículos, enunciaba que no intentaba demostrar nada y que mi trabajo era un sencillo efecto de lindas oraciones, de palabras bonitas. Sigo la máxima deleuziana de no constituir tribunales contra nadie: cuando me tocó ser “árbitro” o evaluador de artículos de otros colegas, no actué como se comportaron conmigo, sino que me limité a unas pocas apreciaciones que encima, las poblaba de consideraciones, de disculpas –generalmente, los Jurados se conducen como si fueran sumos sacerdotes; es realmente, no sólo muy molesto, sino grosero. Proceder así, revela una falta total de delicadeza, de pruritos.

Creo que en este nuevo libro, que es el octavo desde 2008 a la fecha…, hay una aproximación mucho más dialéctica a la teoría, a pesar que vos mismo lo eludís, colocando pasajes de la vida ordinaria. Al revés de Duendes, apostillas y comentarios …, ¿no será que al novelar el discurso, terminaste por filosofar sobre la economía y la historia?

– Sí, es factible. Habría en cualquier circunstancia, un double bind: la noveladiscurso en torno a Marx y el marxismo –aunque no sólo en redor de ellos–, y un pensamiento no novelado sobre economía e Historia.
En ese doble juego, doble escena, doble enlace o “banda”, cumple un papel lo anecdotario, lo cotidiano: es no únicamente, lo que me permite novelar el discurrir en torno a Marx y al marxismo y en simultáneo, racionalizar lo que profiero sobre economía e Historia, sino que es lo que “chorrea”, rebalsa lo académico, fisurándolo, estallándolo, partiéndolo.

Lo que me resulta claro –y por eso te agradezco tanto los reportajes– es cómo se estructuró mi proceder –previo a adelantarlo, debo confesar que en las entrevistas que me fuiste haciendo desde 2008, fui madurando el conocimiento de lo que concretaba o de lo que intentaba hacer (los reportajes me obligaron a pensarme, a volver continuamente sobre mis propios pasos y a sistematizar lo que acontecía).

Bien; Deleuze opina que uno tarda en encontrar su voz, su palabra, su estilo, su forma de escribir, de leer. Añado que no se llega a cada una de esas etapas de modo prolijo, sino por saltos y de acuerdo a lo que caóticamente emerge. En mí, alucino que primero fue la elaboración de una manera de aproximación a las obras, a los textos. En esa insignificante tarea, estuve años: primero se aprenden las técnicas elementales de estudio (subrayado, resumen, síntesis, fichas de contenido, mapas conceptuales, etc.), luego se prescinde de ellas y se edifica una notación muy personal, que con el correr del tiempo se convierte en cada vez más sobria. E. g., sigo con las acotaciones en los libros, pero ahora les hago al costado una marquita apenas visible.

Lo antes detallado, se completa con una forma más profunda de leer, que en mi ejemplo, es el de la interpretación curva, aberrante, desenfocada, que se fija en lo marginal, en los bordes, en las glosas al pie. Años después, eso se enriqueció con el modo de detectar núcleos temáticos o “isotopías”, ciertas palabras; una especie de lectura “psicoanalítica”, sintomal, para expresarme como Althusser.

Esta manera de interpretación tardó siglos en constituirse en mí; no fue lineal ni tan continua como asoma en mi relato. Luego, a la par, se configuró la manera de organizar las frases: no repetir estructuras de oración, esquivar obsesivamente redundancias, apelar a sinónimos, etc., lo que me condujo a desvíos, circunloquios, remolinos, circunlocuciones, tal cual lo enunció “Dalilo Vica” en la entrevista del pasado 15 de mayo –cf. http://www.salta21.com/El-barbado-de-Prusia-circunloquio.html. Tampoco eso fue de un tirón, lineal.
Lo otro que maduró fue el modo de componer mis trabajos, mis libros: las notas al pie o ubicadas al final de texto, son sustanciales, de tal guisa que son otro palimpsesto que habla en simultáneo a lo sopesado central, por lo que al cabo, es indeterminado si lo medular es el cuerpo central del artículo o de la obra, o si lo son las apostillas. Algunos dirán que es un gesto típicamente derrideano; sí, pero yo no lo elaboré por su influencia; arranca desde antes que conociera sus teorías.

Mi paleta conceptual se integra pues, de una lectura oblicua, por contornos; de frases con circunloquios, desplazamientos y circunlocuciones; de largas, interminables y desesperantes notas, que son el espanto para los árbitros, que me objetan todo el tiempo que las suprima, las acorte, las ubique en el cuerpo central. Pero a esa confluencia llegué a mis 42 años…

Lo que restaría por decir es que no hago filosofía, al menos, no conscientemente, dado que estimo que la Filosofía es ideología, algo que hay que dejar de lado. Eso no implica que no esté sostenido por ideologías, pero no por alguna Filosofía.

El escribidor

El “escribidor” de tu “abecedario”, ¿es un “glosarista” libérrimo o un antiacademicista probo?

– Son ambos momentos, los dos gestos: un comentarista líbero y un antiacademicista, aunque empleando el registro universitario, institucional –es también, uno de los factores que tornan difícil seguirme, como vos aclarás.
Verdad que se trata no de Un “abecedario” sino de “mi” abecedario. Son las palabras que empleé para la redacción de la Tesis Doctoral de 1000 hojas –por eso es un “estrato”, un “hojaldre”… Mas, como la tal investigación es una de mis obras importantes, al menos, en mi trayectoria académica, es el “universo semántico López” desde y con el cual gloso el “cosmos semiótico Marx”. De allí el título del libro: Alucinar (en) los intersticios: “abecedario” mínimo. Un susurro de palabras . Es impostergable imaginar, construir, abrir fisuras, intersticios. En paralelo, alucinar en las fisuras, dentro de los intersticios.

Por lo demás, siempre los hay, aun en los textos que asomen compactos, sin fisuras, sin desencajes o desconyunturas.

El abecedario sería mínimo no únicamente por lo breve, sino porque elude ser mayor, de bloque, molar, áspero y moral. Es un conjunto de significantes que no sólo me representan y que son las llaves con las que leí a Marx, sino que es un abecedario para lograr explotar los intersticios.

Es un murmullo porque no es el vozarrón paterno, el canto de un barítono, aceptando, reconociendo que se trata de palabras a propósito de palabras y que no habrá que esperar de eso, que la revolución aflore completa, realizada, eclesial –soy alérgico a las recetas, a las fórmulas, a pesar que asuma que Lenin, el leninismo, en tanto slogans para la organización, orientados a la pelea, etc., son caducos.

Anteriormente, deslicé que en la implementación de las insurgencias del siglo XX, se colaron “deliriogemas” o “chifladogemas” (ir a http://www.salta21.com/Los-gozos-y-las-sombras-en-la.htm): es una categoría alrededor de la que me encuentro laburando y asomó en Alucinar… La idea loca es que las prácticas, los discursos, los textos, los enunciados, las épocas históricas, las culturas, están zurfiladas por nodos semánticos desquiciados, insólitos, delirantes. Esos “chiflademas” o “delirogemas” justifican argumentos chiflados que a su vez, legitiman los campos semánticos insanos que apuntalan tales axiomas: Foucault, muestra en Historia de la locura … cómo, a partir de la demencia que significa el miedo a esa figura de la Sinrazón, se deduce que es ineludible protegerse de los insensatos y se justifica la camisa para los alienados. La cuestión es que hubo que estar ya algo loco, para dedicarse a escribir tratados que eran superficialmente argumentados pero que eran, en el fondo, demenciales. Había ya que estar lo bastante insano para creer que se era normal al legitimar el encierro, el castigo, la represión, etc. de lo que se calificaba de “locura”… –las chifladuras de la razón, engendran “mostros”.

Otro ejemplo. Los sistemas penales, los dispositivos de encierro –hospicios, cárceles, etc.–, las teorías de los castigos, se apoyan en verdaderos sistemas prácticos de inferencias: a ciertos delitos, corresponden determinadas penas; a tal forma de locura, tal régimen de internamiento. El asunto es que esas estructuras de deducción práctica, acaban en absurdos, antinomias, paradojas, callejones sin salida. Supongamos a alguien que cometió determinada falta que, según el sistema penal actual, “merezca” la prisión. Correlativamente, se comprueba que presenta cierta “insanía”: si se lo destina a la cárcel, es un “loco” que se acompaña de “delincuentes”, lo que es atentatorio contra el resto de los encarcelados cuanto para el “alienado” mismo. Se lo traslada al manicomio: es un preso que está en medio de insanos que no son criminales. Es patente el callejón sin salida y eso indica no que se debe mejorar el sistema de internamiento, etc., sino que señala que existen “deliremas”, chifladuras que están en la base de los dispositivos de encierro que exigen que tales dispositivos sean eliminados.

Pero…, ¿qué hacer si las formas de militancia se hallan contaminadas de “deliriogemas”? No sé si se los puede desmantelar por completo, mas, lo que aflora es que es impostergable ser cautos en las pretensiones de subvertir el mundo, no porque no haya que arriesgarse a la bella locura de soñar utopías, sino a causa de que las revoluciones pueden incubar “chiflademas” horribles, feos –las ideologías (sean religiones, opciones políticas, costumbres) son sistemas de significación desquiciados, fantásticos, delirantes, fanáticos que enferman a quienes depositan fe en ellas (he visto a más de un militante leninista y no leninista, ser anti semita, homofóbico, racista, machista, agresivo, fascista, impaciente, autoritario, dirigista, implacable, verticalista, prejuicioso, insolidario, chismoso, puritano, altanero, perverso, grosero, morboso, inquisidor, conservador, odioso, reaccionario –nada que envidiarle a lo peor de la derecha, ¿eh?…) –es que los leninistas no se enteran que los “etiquemas”, “moralogemas” o valores a partir de los cuales actúan, son mitemas y que cualquier ética, moral es una Mitología, una superstición y encima, peligrosa, fascista.

Artefactuando felicidades

Por último, ¿sós feliz?

– ¡Uy…!, ¿cómo estamos hoy, no?

En calidad de boceto, transcribo una esquela redactada por el mismo Derrida para el día de su funeral, pero con un color de alegría y no de pena, como era en la ocasión –la hermosa esquela fue citada en una ponencia dedicada al Prof. Eduardo Bellavilla, titulada “Las brumas de Elsinor. Nostalgias” (espero que estas palabras hagan comprender por qué el filósofo es de un gran oficio y por qué sobrepasa mi modesta obra…):

“Jacques no quiso ni ritual ni oración. Sabe por experiencia qué prueba supone para el amigo que se hace cargo. Me pide que [les] agradezca el haber venido, que [los] bendiga; [les] ruega que no [estén] tristes, que no [atesoren] más que los momentos dichosos, que le [regalaron] la [alternativa] de [compartirlos] con él. [‘Sonrían’], dice, como yo [reiría] hasta el final.
[Prefieran] la vida y [afirmen] sin descanso la sobrevida…”

Artefactuamos felicidades, Romi, incluso, al borde de la muerte: con un determinado arte “menor”, pequeño, contra institucional, que no se institucionaliza, que no se cristaliza en una receta, que es rebelde, disfrutamos, elaboramos dichas que son intermitentes, como la existencia misma. Las saboreé insistente, asiduamente; en la flaquita, en mis hijos, en los amigos, en lo que escribo, en lo que leo, en lo que oigo. En los días, en sus goces.

A falta de originalidad en mí, Proust cincelaría:

”Nunca las auroras, nunca los claros de luna que me han hecho delirar tan a menudo hasta las lágrimas, han sobrepasado para mí en apasionada ternura ese amplio incendio melancólico que durante los paseos del final del día, matiza tantas aguas en nuestra alma, que el sol cuando se pone, hace brillar en el mar. Entonces precipitamos nuestros pasos en la noche […] Es con emoción afectuosa que recordaremos el campo oscuro y saludaremos las encinas llenas de noche, como el campo solemne, como los testigos épicos del impulso que nos arrastra y que nos embriaga. Elevando los ojos al cielo, no podemos reconocer sin exaltación, en el intervalo de las nubes aún conmovidas por la despedida del sol, el reflejo misterioso de nuestros pensamientos: nos hundimos cada vez más rápido en el campo, […] más aún, cuando a veces no hay ningún ser viviente a nuestro lado, la flor de nuestra solapa o el bastón que revolotea alegremente en nuestras manos febriles, reciben en miradas y en lágrimas el tributo melancólico de nuestro delirio”.

No podría, no, tallar mejor lo que sería un instante, un segundo, una chispa de ternura, de felicidad…

– Nota relacionada:

– I Parte de la entrevista

Los gozos y las sombras en la escritura de Adrián López, sobre Marx

http://www.salta21.com/Los-gozos-y-las-sombras-en-la.html

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