– Por J. M.
27 de septiembre de 2008. P.12
Mientras los colosos financieros siguen derrumbándose, el debate en la cúpula política norteamericana amenazaba con permanecer estancado, pese a que los principales actores están de acuerdo en ejecutar algún plan redentor que detenga la hemorragia del sistema con la que George W. Bush se despide de la Casa Blanca, debido a que no consigue superar las diferencias acerca de los posibles destinatarios de la multimillonaria ayuda estatal.
La corriente presidencial opina que el inmenso gasto vale la pena para salvar los fondos de inversión, pero en el Congreso representantes de los dos partidos mayores, republicanos y demócratas, presionados a su vez por la base electoral, sostienen que el socorro sólo se justifica si también acude al rescate de los ciudadanos que van a perder sus viviendas y sus empleos y si los contribuyentes tienen alguna garantía de recuperar aunque sea en parte la increíble cantidad de fondos públicos que demanda la tremenda bancarrota.
Un pleito inútil a juicio del presidente boliviano, Evo Morales, quien explicó en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que el capitalismo debería ser abolido puesto que origina los mayores problemas de la humanidad.
El socialismo de Morales hubiera enorgullecido al peruano José Carlos Mariátegui que, casi al mismo tiempo de la depresión capitalista de fines de los años ’20, publicó Siete ensayos sobre la realidad peruana , el primer intento de aplicar la visión marxista a la realidad de los indígenas andinos.
En el extremo opuesto de ese pensamiento, el conservador francés Nicolás Sarkozy opinó al regreso de su paso por Nueva York: “La crisis financiera por la que pasamos no es la crisis del capitalismo, es la crisis de un sistema que se ha alejado de los valores del capitalismo, que en cierto modo los ha traicionado”. Y marca “el fin de un mundo que se construyó sobre la caída del Muro de Berlín, cuando una generación creyó que la democracia y el mercado arreglarían por sí solos todos los problemas. La autorregulación para resolver todos los problemas se acabó; le laissez faire c’est fini, proclamó.
“Hay que refundar el capitalismo sobre bases éticas, las del esfuerzo y el trabajo, las de la responsabilidad, porque hemos pasado a dos dedos de la catástrofe”, advirtió. Repitió sus diatribas contra los sueldos y los beneficios de los ejecutivos financieros y amenazó con una ley para regular sus prebendas, además de proponer una reunión internacional para reemplazar los acuerdos de Bretton Woods, sancionados a mitad del siglo XX, que dieron lugar a la aparición del Fondo Monetario Internacional (FMI).
La presidenta Cristina Fernández participó de la Asamblea General de la ONU y además habló ante un par de foros donde suelen congregarse empresarios y políticos interesados en América latina. En sus intervenciones se ocupó de remarcar la contradicción evidente entre el plan de salvación que propone el Estado norteamericano y las fórmulas que recomendaba el FMI para las crisis, como la del 2001/02 en Argentina, que hundían a buena parte de la población en los países de la periferia en fosos profundos de miseria y exclusión.
Habría que decir, en verdad, que allá también el poder prefiere el capital antes que a las personas, pero es cierto que todos los discursos del libre mercado, como lo reconoce Sarkozy, agotaron su valor.
En uno de los foros, la Presidenta sorprendió a propios y extraños cuando anunció que reabría el canje de la deuda para los tenedores de bonos que habían quedado fuera de la gestión anterior, en esta oportunidad a través de la intermediación de tres bancos transnacionales, uno de ellos el Citibank, con sede central en Estados Unidos.
La privilegiada audiencia del foro neoyorquino tuvo la primicia antes que los ciudadanos argentinos, con la obvia intención de atraer la atención de eventuales inversores y negocios hacia una economía que pretendía mostrar su potencial entre el ambiente de agonía predominante en Wall Street.
El tiempo dirá si lo consiguió en el ambiente externo, pero es cierto que impactó bien en los mercados nacionales, pese a que la Bolsa sigue reflejando los trastornos de la primera economía del mundo y los nexos de la llamada globalización.
Los críticos que hasta ayer denostaban las políticas oficiales porque aislaban al país del mundo ahora renuevan sus críticas porque el Gobierno no se hace cargo de lo que consideran inevitables consecuencias en la economía real del cataclismo financiero norteamericano puesto que ningún país será ajeno a tales efectos. De todos modos, en los últimos tiempos hay una sensible atención gubernamental a las peticiones y necesidades de los mercados del país y del exterior y a la preservación del superávit fiscal como una presencia de buena conducta.
Las derechas opositoras no reconocen ninguna concesión ni mérito y alientan de todas maneras el hostigamiento político, social y económico destinado a quebrar la línea directriz del Gobierno que llaman, con cierto sarcasmo, “productivista”.
En esa dirección, el vicepresidente Julio Cleto Cobos se anota en todo lo que puede, con la ilusión de prolongar aquel voto “no positivo” en el Senado contra el proyecto del Poder Ejecutivo sobre retenciones agroexportadoras hacia un futuro liderazgo de una coalición “federal” que reúna los fragmentos de centroderecha que se escapan de la influencia directa de Elisa Carrió.
En el primer día hábil de esta semana, en ejercicio de la presidencia por ausencia de la titular, Cobos armó en horas una reunión con Mauricio Macri y Gabriela Michetti, la que el jefe de la ciudad se negó a tener con el jefe de Gabinete nacional porque no tenía agenda precisa. Según Macri, no estaba dispuesto a perder el tiempo en visitas sociales, aunque quedó en claro que la norma no aplica con el mendocino y que la intención de los tres era más simbólica que práctica.
Al día siguiente, el presidente en ejercicio recibió al titular de la Federación Agraria, poco antes del congreso nacional de la institución, en la que Buzzi fue reelecto pero sujeto a la línea del entrerriano Alfredo De Angeli, el Minga, de activa oposición al Gobierno. El resultado de la combinación fue un plan de tres días de agitación, ahora para demandarle al Gobierno que baje o anule las retenciones vigentes, esas que Minga aceptaba como las únicas tolerables cuando armaron la trifulca contra la Resolución 125.
“Lo único que pedimos –decía Minga en aquellos días– es volver al 10 de marzo” y lo consiguió. En los días posteriores fue evidente que la mirada desde el tractor era ambiciosa pero de corto plazo, porque la crisis en Estados Unidos, cuyos primeros síntomas aparecieron en marzo de este año, afectó el precio de las materias primas y los efectos inflacionarios, acelerados por el conflicto, congelaron la cotización del dólar, por lo cual las ventas al exterior bajaron el nivel de rentabilidad por las dos vías.
Así como se atribuyó al voto de Cobos en el Senado la virtud aparente de interrumpir un pleito que estaba encerrado en un callejón a oscuras, hoy en día algunas de las propuestas de la Resolución 125 son añoradas por pequeños y medianos productores, que quieren los mismos derechos pero sin ninguna obligación de contraparte. La chancha y los veinte, en el dicho popular. Eso es lo que van a buscar con la movilización de los tres días y, de paso, renovar la unidad de acción de la Mesa de Enlace porque la Sociedad Rural y sus socias estarían dispuestas a prenderse si se trata de golpear al “régimen” peronista.
Estas no son las únicas expresiones de la hostilidad contra el Gobierno porque es amplio el abanico de iniciativas en la misma dirección.
Basta con repasar las alianzas naturales y algunas contranatura que se forman en el Congreso cada vez que atiende algún proyecto del oficialismo. Por lo mismo, no resulta exagerado suponer que la operación del FBI conocida como “el caso de la valija” puede anotarse en la corriente, ya que los reflejos del imperio contra los discursos antinorteamericanos y el hábito de considerar a los amigos de enemigos como Evo y Chávez como enemigos propios podrían explicar tanta tarea enconada y el empleo de agentes como Antonini Wilson.
Ninguna persona sensata puede suponer que a la derecha norteamericana le preocupa la moral de la administración pública, ni siquiera en su propio país, lo que no quiere decir que utilice los tráficos ilícitos cuando le conviene ventilarlos en beneficio propio o en perjuicio de regímenes de sus listas negras, en las que el populismo figura desde antes de los ataques terroristas en Manhattan.
Casi siempre es complicado separar la paja del trigo y esa dificultad provoca teorías conspirativas que se aplican a cualquier movimiento o crítica que moleste al Gobierno.
Algunas veces las explicaciones no son sencillas, como sucede en estos días con el asesinato de José Rucci, ejecutado mientras vivía Perón, que se reactivó desde varios centros al mismo tiempo. Por un lado, los hijos que reclaman justicia, por otro un libro oportuno cuyo autor, Ceferino Reato, fue un operador del embajador Caselli, un hombre de fácil llegada a los conservadores del Vaticano y desde allí a sectores vinculados con la dictadura militar, una campaña de difusión mediática propiciada por espacios que suelen acompañar al hostigamiento antigubernamental, y el respaldo de un presunto amigo de los Kirchner, Hugo Moyano, lo que, todo sumado, ya produjo la reapertura del trámite judicial que estaba paralizado desde hace casi una década. El objetivo político, descontados los legítimos sentimientos familiares, es involucrar a la guerrilla de aquel tiempo en “crímenes de lesa humanidad”, lo más parecido a una revancha del terrorismo de Estado, ya que los insurrectos sobrevivientes, según Luciano Benjamín Menéndez y otros voceros de idéntico prontuario, “ahora están en el gobierno”. ¿Hasta dónde y quiénes están anotados en esta causa con buenas intenciones?
Hay conflictos, sin embargo, que tienen las mejores intenciones, como el de los docentes en varias jurisdicciones, porque si bien en algunos casos parecieran exagerar la puntillosidad de sus demandas, si uno compara las reivindicaciones gremiales con los discursos de todos los políticos sobre el valor de la educación en el siglo del conocimiento para el mejor futuro nacional, la verdad es que ninguna razón presupuestaria puede justificar la postergación salarial de los maestros, incluso en relación con actividades de la producción.
Las escuelas y los hospitales, bien se sabe, no dan ganancias sino servicios públicos y forman indisoluble parte de lo que se llama redistribución de la riqueza.
¿Cuánto cotiza un niño mal nutrido y mal educado?
Hay situaciones que son inexplicables: si hay disponibilidad de recursos para afrontar los pagos de la deuda con el Club de París y para reabrir el canje de la deuda, la salud y la educación no deberían descuidarse por insuficiencias administrativas. Es equivalente a que mañana alguna provincia, por más que su gobernador sea amigo o no de la Casa Rosada, tenga que suspender el programa de distribución de alimentos porque las remesas del Tesoro nacional están demoradas en varios meses sin ninguna razón justificada. Una cosa es la malicia de las derechas y otra muy distinta la estrechez política o la estupidez burocrática.