La muerte del periodista Sergio Hurlingham Mercado pone un punto final y abrupto a la ejemplar tarea de un cronista inmerso en el vértigo de la noticia y en la búsqueda infatigable de la información con una mirada puesta en lo social y un impulso irrefrenable para estar, ver y constatar.
Parecía que sus horas de trabajo nunca se acababan, su vida era una entrega constante e incesante a la labor de prensa, porque a la hora que se lo encontraba estaba siempre tras un dato, una entrevista, a punto de salir al aire por radio o de escribir una nota.
Lo que recordamos de él en Salta 21 es un contacto natural y desprejuiciado en el que compartía sin egoísmos todo lo que sabía e incluso tal vez en un desborde de generosidad o como una aceptación de la imposibilidad de abarcarlo todo, una recomendación para que investiguemos algo, digamos esto o aquello, o conozcamos tal o cual detalle de un hecho importante.
Uno se sentía admirado frente a tamaña máquina de informar y de estimular –sin ningún dejo de soberbia ni de egoísmo- a lo que parecía una tarea conjunta, algo que se tiene que hacer entre todos. Unos instantes con él, una breve charla, un encuentro fugaz, bastaba para sentir que este oficio es un hervidero interminable de preguntas, búsquedas y conexiones.
Ese contacto casual en medio de la tarea periodística mostraba un Sergio locuaz y confiado, que se dirigía a nosotros como si nos conociera de toda la vida, como si fuéramos amigos desde siempre y parte de su mundo, que era en realidad, el mundo común de lo social, lo político y lo informativo.
Así lo conocimos, en la lucha docente, en la crisis policial, en las marchas de los derechos humanos. Siempre parecía estar un paso adelante en la información, pero también siempre se mostraba atento a la opinión o a la acotación que le podíamos brindar.
La noticia de su muerte nos causa una gran pena a la vez que un gran asombro porque cuesta pensar que tanto vértigo, tanta entrega y vitalidad, tanta energía desplegada en forma cotidiana en las calles, los bares, los barrios, las redacciones, se hayan apagado para siempre.
Un luchador, un laburante incansable, a la vez un héroe social y un eslabón del engranaje mediático al cual nunca vimos gozar de un status tan cómodo como el que gozan los propietarios de los medios. Pero no se quejó jamás, absorto en el juego alucinante de perseguir la primicia y de vivir al límite, en una rutina tan agobiante como pasional.
Desde Salta 21 , con estas líneas escritas a la madrugada, le decimos adiós al colega y al amigo. Que su agitado paso por esta vida encuentre la paz necesaria y final en el descanso eterno.
Hurlingham Mercado, el adiós definitivo al periodismo vertiginoso
Verdaderament el periodismo pierde mucho con esta ausencia.