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domingo, noviembre 24, 2024

La opinión pública que no está en los medios

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Los funerales de Néstor Kirchner desafiaron aquella teoría de que si algo no está en los medios, en realidad no existe.

En los últimos tiempos, los medios de información monopólicos, algunos políticos e intelectuales adoradores de modas tardías, pontifican sobre los beneficios de la «Democracia de Opinión», que reduce la acción política a los resultados de las encuestas, de las que por cierto nadie duda que constituyan una herramienta de auxilio para la investigación social, pero que de ninguna manera establecen criterios de verdad.

El real peligro radica en la manipulación de las encuestas y sus resultados con la finalidad de establecer un Estado de Opinión Dominante, que nada tiene que ver con la Opinión Pública entendida de manera integral como todo aquello que se relaciona con la cosa pública, con el interés común. El resto no es opinión pública. A lo sumo expresiones legítimamente individuales, manifestaciones de los grupos de presión o intereses privados camuflados de interés público, en términos de Jurgen Habermas.

Así las cosas, desde el razonamiento tautológico de los libertarios del Boston Tea Party de la Democracia de Opinión vernácula, la movilización popular para despedir al ex presidente Kirchner resultó algo impensado. O por el contrario fue imaginada en cierto grado. Esto explicaría la elaboración de Estados de Opinión Dominantes para difuminar datos y logros concretos de la gestión del ex presidente Kirchner (2003-2007).

Sin embargo, en la Opinión Pública que a veces está en la agenda de los medios de información, pero que siempre transita el subsuelo de la patria sublevada (Scalabrini Ortiz), recordó cada una a su manera la reducción del desempleo y la pobreza; la quita de capital de la deuda pública (2005); la cancelación de deuda con el Fondo Monetario Internacional; la puesta en marcha del Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil que se reunió después de 14 años. Con seguridad percibió también que en 2010 el salario mínimo es de 1.740 pesos, casi un 900% más que en el 2003 y el salario promedio es de 2.890 pesos. O acaso la Ley de actualización bianual de los haberes jubilatorios, la política de derechos humanos y los acuerdos en el ámbito del MERCOSUR y UNASUR.

Como bien señala Alejandro «hay en el mundo mediático una especie de acuerdo perverso conforme al cual se puede decir algo falso y todo aceptaremos el código como algo válido». Según Dolina en el caso de la publicidad, todo sabemos que algo puede ser mentira y hasta podemos comprobarlo del mismo modo en que sabemos que a veces los diarios mienten. Pero alarma que en algún punto de la historia de la comunicación lo aceptamos, lo toleramos y a veces lo compartimos. Pero resulta mucho peor cuando involucra los asuntos periodísticos. También allí, reflexiona, se ha aceptado que uno pueda decir algo sin necesidad de demostrarlo y de sustentarlo de ninguna manera; de modo que se ha creado un país ficcional donde alguien hace acusaciones, el otro las contesta, las retruca y hasta que caemos en la peor de las cuentas: que no importa.

Por un momento el aserto según el cual si algo no está en los medios no existe, resultó falaz.

– Por Gabriel O. Negri – Profesor de la Cátedra de Opinión Pública I – Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP

– Diagonales

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