Baby Etchecopar pasó por Salta con su obra «Eso lo dirá el tiempo». Políticamente incorrecto, a él le gusta la derecha y tiene oficio de actor. Pero alcanzó fama nacional con sus diatribas televisivas y su personaje radial, tan encantador como desagradable.
Periodista y conductor radial, la personalidad de Baby es controvertida. Tiene algo original, una forma desfachatada de decir lo que que se le pasa por la cabeza que en ocasiones parece ser algo muy cercano a la sabiduría, pero también a veces exabruptos que son barbaridades. La ternura y la aspereza, la cordialidad y el insulto son parte de un juego oscilante en el que se enganchan miles de oyentes de rado porque tiene un estilo propio, único, inimitable.
El personaje que despliega en el teatro es él mismo, pero ojo, también hay mucho de construcción ahí, creo, de oficio de actor. Esta vez pasó con Salta con un trabajo en el que desplegó una irónica visión de la saga de un perdedor contada como la versión desopilante de la propia vida. De chico -le confiesa al público- era ese adolescente feo y petiso de barrio que no ganaba minas y que envidiaba al rubio del frente, de familia adinerada, ganador. La llegada al matrimonio como un logro y la idea de buscar la felicidad era parte de una escalada a la madurez, pero también una intrigante comedia dramática y farsesca para conseguir, por fin «coger», cosa que no logra en la luna de miel y que al final, ya casi sesentón se transforma en un milagro interrupto y frustrante impulsado por una pastilla que estimula al sexo pero no asegura su realización ideal porque hay problemas de columna, de volumen, de dolores, de intentar posiciones extravagantes sobre el incomodo sofá que finalmente devienen en calambre y desánimo. Y así, el odio a y de los padres como una rémora infantil, la decepción ahora con los hijos, que no se casan, ni se van, ni consiguen trabajo, la pesadilla de convivir con la suegra, en fin. El modesto sueño de la clase media devenido horror cotidiano. Luego al final un delirio un tanto romanticoide no alcanza para salvar ese cuadro que si no tuviera mucho de irónico y farsesco sería realmente desolador. La historia de un perdedor, pero bueno tal vez los sentimientos nos salven después de todo, el tiempo lo dirá.
Pero ojo, Baby no es ese perdedor. O sí. Pero no. Es uno de los popes de la radio que si bien parece estar entrando en declive. A él le gusta la derecha. Se ve que no lo quiere nada a Kirchner. Dice que es de mal gusto hacer chistes con Néstor ahora que se murió. Pero los hace igual, como una travesura secreta y culpógena. Y la gente se ríe. La verdad, cuando transparenta sus ideas políticas algo se rompe. O no. Porque conecta con ese enano fascista que anida en lo más recóndito de nuestra clase media argentina. Y el es un radical de esos bien gorilas. ¡Si le parece que Scioli en un buen tipo y potable si se alejara de los K! ¿No será un Cobos más suave y maquiavélico que nunca se animó a ir más lejos con la traición y espera su momento para ser el elegido de los grupos de poder de la derecha para heredar el gobierno? Hmmm. Críticas a León Gieco, a los músicos que son de izquierda pero que los canta, mal, pero los canta. Y así comienza el espectáculo: con una zamba de Balderrama que sólo puede salir bien si la acompaña el público, porque él solo es bastante regular como cantante y allí no lo salva lo paródico, aunque está claro que quiere crear climas. Reírse un poco de sí mismo. Sabe que no es Ricky Martin. Y a propósito. Dice que ahora hay que ser puto, porque si a uno le preguntan ¿vos sos gay? y uno contesta que no, entonces te miran raro: «¿pero qué, sos pelotudo vos?». Y él no. El no quiere, no puede. A él le duele. Porqe él confiesa que es hetersexual y que le resulta muy humillante cuando tiene que ir al proctólogo y dejarse introducir el dedo en el recto. Qué se le va hacer, cuestiones de la edad.
Entonces ¿es fascista Baby?. Bueno, suscribe la teoría de los dos demonios. Critica a los guerrilleros del 70, pero luego (¿para compensar? abomina de los militares de la dictadura. Pero tiene un fondo rebelde que lo salva. No es un fascista a la salteña, que pensamos en seguida en un ultracatólico del opus dei cuando decimos «fascista». Habla de sexo, de coger, de que al final el matrimonio es una mierda… Pero sí, está a la derecha, porque algo ganó seguramente y quiere vivir tranquilo, a resguardo de la inseguridad. «A vos te gusta la izquierda, pero esperá a ganar algo de dinero y vas a ver que te va a gustar más la derecha», o algo así le dijo a Romina Chávez Díaz en una entrevista que le dio en su visita anterior a Salta. O sea: la izquierda es la ideología del resentimiento. La estrategia de los perdedores para estropearles la fiesta a los exitosos. Y algo de eso tiene la clase media, cuando se ve mal se abraza con los pobres, cuando cree que puede ascender en lo social y lo económico coquetea con los oligarcas. O sea: es el dudoso encanto de un fascismo lait. Tan argentino como el dulce de leche, pero claro, más áspero y más amargo. Lejos de los dulces sueños de los ideales adolescentes de un mundo mejor.
Entonces ¿A dónde iremos a parar si se apaga Balderrama? No sabemos, Balderrama es una gran mentira. Pasó de una fonda de cuarta con vino barato para poetas pobres y bohemios a un negocio desalmado de cartón para turistas crédulos. ¿Somos esto que somos hoy o recuperamos la mística aquella? No sé. Tal vez Baby tampoco lo sabe. Y entonces claro: eso lo dirá el tiempo.
Nota del autor: propongo castellanizar el término inglés light, difícil de traducir por suave o liviano, de este modo: lait.
– Notas relacionadas:
Eso lo dirá el tiempo. Vuelve Baby Etchecopar a Salta
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Baby Etchecopar vs. Mario Pergolini, otro revés judicial para el ex de CQC
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Baby Etchecopar: “El Chaqueño las pelotas»
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