En la calurosa noche de sábado 27 de noviembre, fue dable observar en Salta un inesperado fenómeno de masas. Varias cuadras de filas y apretujamientos para ingresar, como sea, al teatro Provincial para ver el espectáculo de Alejandro Dolina.
No era una orquesta sinfónica ni un concertista internacional ni la ópera ni el ballet ni una gran obra de teatro, sino la presencia de Alejandro Dolina, especie de versión chistosa y mediática de aquel Macedonio Fernández, a quien Jorge Luís Borges reconoció como su maestro.
Pero, salvando las grandes diferencias, Macedonio (a quien Dolina admira) filosofaba, en mesas de café, contra las cosas previsibles, usaba el humor y la conversación como armas para desnudar los reversos y mostrar el absurdo en el que todos estamos metidos, mientras que Dolina, aun con mucho humor y excelente ironía, termina por el contrario, por un rodeo paradójico, reproduciendo aquello mismo de lo cual se ríe e ironiza. Él mismo y su espectáculo no dejan de ser parte de la desproporción general que involucra a todos, no escapan a las generales de la ley. Por eso atrae tanto a ciertos espectadores que no seguirían a Macedonio Fernández ni a ningún otro que se le pareciera, pero que siguen a Dolina, en la medida en que su discurso, a diferencia del de Macedonio Fernández, es un discurso sin consecuencias, una diversión sin efectos que no altera la comodidad ni la alienación cotidiana de la vida de nadie, desde el momento en que no incluye como objeto el propio espectáculo ni sus propias reflexiones.
Pero la culpa no la tiene Dolina que no pretende ser más que un buen humorista que hace su negocio y reverbera en su modo de goce, sino los admiradores que creen que pueden encontrar algo distinto. A diferencia del teatro del absurdo que conmueve al espectador y provoca su extrañeza, el absurdo y la perspicacia de Dolina dejan las cosas tal como estaban, a todos contentos y sin que nadie se sienta aludido. No deja de ser un producto más del mercado y de los medios de prensa para el consumo de un segmento (nicho dicen los yuppies neoliberales) ávido de mercancía progresista y crítica, un humor interesante desvirtuado por la absorción de las actuales condiciones inherentes al mercado y al movimiento circular del capitalismo.
Pero esta reflexión sobre el espectáculo de Alejandro Dolina -que no vi- viene a colación a causa de otro espectáculo, esta vez sí con consecuencias, lamentable y muy poco chistoso, puesto en escena a la salida misma del teatro en medio de la calle Zuviría cuando la masa de admiradores se arremolinó improvisada en torno de la figura del cómico con el afán de tocarlo, pedirle autógrafos, la dedicatoria de su libro, etc. Casi una hora estuvo Dolina en medio de la calzada con la multitud fervorosa, mientras los desdichados automovilistas que pasaban por esa calle (yo fui uno de ellos) quedaron atascados en una situación que rememora aquella otra que narra Julio Cortázar en “Autopista del Sur”. Vanos fueron los bocinazos, los reclamos, los ruegos, los enojos, los pedidos. Alejandro Dolina y sus fanáticos continuaban de lo más campantes cortando la arteria y desoyendo al prójimo como si nada ocurriera, en una actitud de total desaprensión y desconocimiento hacia los otros, digna de una nueva obra que mostrara las enormes paradojas y las contradicciones, todo el egoísmo y la agresividad reinantes. Entre los automovilistas había remiseros y taxistas que vieron altamente entorpecido su trabajo. Sin poder avanzar ni retroceder debieron esperar a que el señor Dolina en su mismidad y sus admiradores se dignaran por fatiga a despejar la calle.
Algunos automovilistas decidieron entonces maniobrar sus vehículos y salir raudamente por el interior de la plaza, poniendo en riesgo a los transeúntes y generando situaciones de alta agresión y de insultos, mientras la policía observaba sin intervenir, como si todo se tratara de una obra del teatro pirandelliano y no pensaba que podía producirse un accidente o una catástrofe que no fuera una mera actuación teatral. Pero la verdadera obra seguramente estaba ahí, en medio de la calzada, desdiciendo, desmintiendo de mil modos las convicciones que un rato antes se habrían expresado en la sala, mostrando lo siniestro por el orillo.
Tuve la sensación de que este otro espectáculo, el de la calle cortada, es el que no mentía, el que decía la verdad.
– El autor es Escritor – Psicoanalista.
– Nota relacionada:
El éxito dolinesco y la paseyata de los looser: la venganza fue terrible
http://www.salta21.com/El-exito-dolinesco-y-la-paseyata.html
Snobismo y masificación
Que si, que a Dolina lo siguen muchos snobs, pero tambien hay gente que le gusta escucharlo porque es de los muy pocos que piensan al hablar. Y estos ultimos lo «quieren» como quieren a un amigo, sin reverencias.
Era necesario hacer un articulo acerca de Dolina solo para contarnos que te cortaron la calle? Para mi que estas enfocando mal tu problema y tenes que ir a hablar con los responsables reales del tema.
Para ser psicoanalista, me parece que se te escapo un paciente…
Snobismo y masificación
Muy bueno su artículo Sr. Gutierrez. Personalmente y lo digo con respeto y modestia, le hubiera suprimido el parrafito referido a las penurias de tacheros y remiseros.
Me gustan Dolina, Sabina, Serrat, etc, pero es bueno colocarlos en el justo termino de su irreverencia o de su sentido transgresor; y no es una crítica hacia estos artistas que son generalmente honestos en su propuesta. Saludos.
Snobismo y masificación
Censurar comentarios que no son agraviantes es propio de una prensa de otra época.
Snobismo y masificación
Es cierto, esta prensa es de otra época…
Snobismo y masificación
La mayoría de las respuestas a mi nota «Snobismo y masificación» (salvo dos notas con insultos, que no fueron publicadas pero que recibí por mail) son razonables y respetuosas. Debo reconocer que expresan algunas verdades que deben ser consideradas. Las leí con atención y me hicieron pensar. Además permiten instalar el debate y el disenso. Ello es muy bueno, nos permite revisar nuestras posiciones y restituye la participación y el sentido de la política en un sentido amplio, el compromiso con la realidad y con la hora. está muy bien disentir, debatir, pensar diferente. Yo también soy un admirador de Dolina, me gusta que admire a Macedonio Fernández, que cite a Roberto Arlt, que defienda al kirchnerismo, que sea antineoliberal, latinoamericanista, etc. Su humor es excelente, lo digo en la nota. Lo escuché en varias ocasiones y me divertí mucho. Comparto su posición política. Lo que dice es importante y contribuye de algún modo con este momento en latinoamérica. Lo que digo en la nota es que ello no quita que, aun cuando él no lo quiera, su espectáculo se inscriba, involuntariamente, en las condiciones de la circularidad del capitalismo. Esto último, es mi opinión, también es desde luego un tema para discutir y debatir. Respeto por supuesto otras opiniones. Pero Dolina no es culpable de las condiciones de la época, lo digo claramente en la nota inicial. Tal vez no me expresé claramente y di lugar a las malas interpretaciones. Si es así pido disculpas. Lo que sí critico es el corte de calle sin motivo alguno. No me refiero a los admiradores en general sino a un reducido grupo que se instaló en el medio de la calle y desoyó los pedidos y reclamos de los otros. La cosa no tendría mayor importancia sino hubiera sido que los automovilistas intolerantes saliendo por el interior de la plaza con sus vehículos, los taxistas y remiseros alterados, los insultos de los turistas, etc. estuvieron a punto de producir accidentes, corridas, peleas, etc. No es que yo pretenda expresiones populares ordenadas, prolijas y disciplinadas, etc. pero creo que todos tenemos que recobrar la responsabilidad.
Snobismo y masificación
No entiendo entonces porq el autor del articulo primero se detiene tan minuciosamente en criticar el espectaculo si lo importante era que los «pobres conductores» no podian circular por una de las calles de la ciudad, que dicho sea de paso deberia ser conciderada como peatonal y permitir a los transeuntes pasear libremente por alli.
Si la idea era buscar culpables al embotellamiento deberiamos fijarnos en los que estan mas arriba… Para los partidos se pueden usar cientos de policias, y para Alejandro Dolina no se puede cerrar una calle por una hora? Para pensarlo…
Snobismo y masificación
Uno en 4 o 5 mil personas que estuvieron ahi que critiquen….
Snobismo y masificación
Me cabe decirles a quienes mandan agravios e insultos, que cuando disientan con las notas y respondan lo hagan con argumentos y no con simples improperios. Se debe exigir un mínimo de reflexión y nivel. Al lector que me insulta y dice que nunca escuché a Dolina, que me enteré de su existencia porque quedé atascado en el tránsito, le cuento que yo sí he escuchado en varias ocasiones a Dolina y que me gustó su humor, que estoy informado de las cosas. _ Además en la nota digo que es un buen cómico, que tiene un humor y una ironía inteligente. Además comparto plenamente la posición política de Dolina, me agrada, por ejemplo, que valorice a Macedonio Fernández, a Roberto Arlt, que defienda al kirchnerismo, que desenmascare a la «oposición», que tenga una posición progresista (No sé si muchos de los que se regocijan un rato viendo a Dolina, después continúan, por ejemplo, siendo kirchneristas). Esto no quita que pueda ser, involuntariamente, desvirtuado por el movimiento circular del capitalismo que todo lo recicla y lo relanza como mercancía (El fenómeno de masa que se produjo con episodios de intolerancia, es una prueba). Pero también digo en la nota que Dolina no tiene la culpa de ello. Creo que hay que saber leer.
En síntesis, lo que critico no es la calidad del espectáculo de Dolina, sino ese otro espectáculo, el de la calle cortada por un reducido grupo de fanáticos que no cortaban la calle porque estuvieran reclamando justicia ni reinvindicaciones sociales, sino simplemente porque se les ocurrió no respetar los derechos de los otros (esto también es una condición de la época). Lo cierto es que podría haber ocurrido un grave accidente, con los automovilistas intolerantes saliendo por el medio de la plaza, los insultos de los turistas, los remiseros descontrolados realizando maniobras temerarias con sus automóviles, etc. Podrían haberse producido corridas, peleas, etc. Después nos hubiéramos lamentado como siempre ocurre en Cromagnon. El clochard de la obra de teatro Nekrasov, de Sartre, hubiera respondido: «deja, es la época».
El problema no puede ser atribuible simplemente a la policía que trató de convencer a Dolina para que se corrieran un poquito hacia la plaza. El problema fue de quienes ejercieron esa violencia sistémica. Al mismo Dolina no se le ocurrió, a pesar de los bocinazos y las protestas, correrse un poquito hacia la plaza, tal vez, como buen porteño, pensó que el tiempo en estas crueles provincias no cuenta. Un lector me dice que ando malhumorado y que debería tomarme unas vacaciones. Tiene razón, es verdad, ando un poco malhumorado, de a ratos, y unas buenas vacaciones no me vendrían mal (le agradezco por recordármelo), pero ello no deja de ser un signo de salud; aún conservo la capacidad de indignarme: ante el neoliberalismo, ante las maniobras desestabilizadores de los grupos de la economía concentrada, ante el fenómeno de la exclusión en el mundo, ante el aumento de la violencia, inclusive ante las muestras de desconsideración hacia el otro, ocurridas a la salida de un teatro. Pero yo sé qué hacer con mi malhumor: escribo, me comprometo con mi escritura, tomo posiciones ante las cosas que suceden.
Snobismo y masificación
Sr. Antonio Gutiérrez:
Puedo estar de acuerdo parcialmente con sus conceptos acerca de la desaprensión generalizada que hace que generalmente no se respete el derecho ajeno en el nombre de un interés propio (en este caso, conseguir un autógrafo o conversar con un artista admirado), pero, en honor a la justicia, deberíamos aplicar igual criterio para juzgar, por ejemplo, las innumerables procesiones religiosas que se llevan a cabo en su provincia ¿No lo cree así?.
Por otra parte, hacia el final de su comentario, usted dice:
“Al mismo Dolina no se le ocurrió, a pesar de los bocinazos y las protestas, correrse un poquito hacia la plaza, tal vez, como buen porteño, pensó que el tiempo en estas crueles provincias no cuenta.”
Y eso, en mi opinión, descalifica sus argumentos ya que lo muestra a usted como alguien prejuicioso que adhiere a la generalización de la conducta de los «porteños», esa categoría odiada por muchos habitantes del Interior.
Lo saludo atentamente
Snobismo y masificación
Con el respeto que se merece el autor de este artículo, creo que sus conceptos insultan la inteligencia de los admiradores (no fanaticos) de Alejandro Dolina, y su trayectoria artística (no comica) que a esta altura creo que el Sr. Gutierrez desconoce, de lo contario no se referiría a ella con la superficialidad y el menosprecio que percibo en sus dichos.
Como perioditsa enarbolo la bandera de la libertad de expresión, pero es deber del comunicador social informarse antes de informar u opinar sobre un tema. Y creo que en este caso no se cumple ese principio.
No vale la pena referirse a su critica al espectáculo, que en realidad es un programa radial con publico y no una obra de teatro, porque evidentemente usted no solo no lo vio, sino que tampoco lo escucha.
La concurrencia fue masiva en gran parte porque se trata de una presentación gratuito como no sucede con concertistas internacionales ni la ópera ni el ballet ni una gran obra de teatro que probablemente muchos oyentes de «Lavenganza será terrible» tambien estarían encantados de ver si fueran mas accesibles.
Mas que criticar a quienes tuvimos la intención de concurrir al teatro, me alegraría de que tanta gente (mas de la imaginada) este interesada en disfrutar de un espectaculo cultural inteligente y deje de lado shows mediaticos y a sus protagonistas. A propósito, me gustaría leer una critica suya sobre los mismos.
Griselda Guaymas
Comunicadora Social
Snobismo y masificación
GRISELDA.Excelente tu postura. Además, en ningún post se notó palabras injuriosas. Solo opiniones que no coinciden con
el sentido que se le dió al artículo publicado que no constituye una información periodística sino por lo contrario, una opinión personal. La cual publicada en este medio, amerita como mínimo, una respuesta.-
Snobismo y masificación
a ver, aver más allá de la dura crítica a Dolina que hace el autor de la nota, resaltando lo que ya es demasiado evidente (que es un cómico, que su programa esta dentro del sistema de radiodifusión ¿de qué otro modo saldría al aire?) lo interesante es la expresión «masificación» en tono incriminatorio y denostando la capacidad crítica de los asistentes al espectáculo (es un espectáculo no hace falta repetirlo) esa gente que «dificilmente lea a Macedonio Fernández» y que lamentablemente no hacen filas de más de 10 horas para ver a alguna gran orquesta o ballet pero si para escuchar a Dolina.
La bronca entendible por la obstrucción del tránsito y el criminal perjuicio a los tacheros no son motivo suficiente para dilapidar a las personas (en su mayoría jóvenes) que asisten a un espectáculo. Que lastima que no sea todo bien ordenadito y de etiqueta como a algunos le gustaría mantener a los espectaculos POPULARES, perdón por esta última mala palabra…
Snobismo y masificación
Alejandro Dolina aparte de ser una buena persona, es muy bueno en su actividad artística. El hecho de que tanta juventud haya ido al espectáculo, es prueba fehaciente de que no todo está perdido es una bocanada de aire fresco y pone en relieve, el cambio que se está produciendo en nuestra querida Argentina (y aunque a alguno esto le duela,) en Latinoamérica. Por tanto, no es ni ahí un producto mediático
porque llegar a ése nivel, le costaron varias décadas de trabajo, esfuerzo y sacrificio como: Escritor, poeta, periodista conductor de radio y televisión decir lo contrario, es como mínimo compararlo búrdamente con personajes como Fort, La mole Moli y toda esa fauna vacia de contenido y de cerebro.
Snobismo y masificación
jaaja me encanto la ultima palabra, «Que lastima que no sea todo bien ordenadito y de etiqueta como a algunos le gustaría mantener a los espectaculos POPULARES»
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Bueno, bueno, bueno…Parece que a pesar de no haber asistido a la emisión en vivo de «La venganza será terrible» ,el sr. Gutiérrez, con dotes de vidente no hay dudas, se extiende largamente sobre las características de su labor. Parece ser que, a su juicio, Dolina es una especie de «fool on the hill» que se pone a mirar y decir sin generar ninguna alternativa nueva de reflexión o acción. Esa noche fui uno de los que se topó con su iracundia ante un embotellamiento ante el que él preguntaba irónica y desaforadamente «…quién este? ni que fuera Borges!!». Desde los parámetros del sr Gutiérrez, Borges y Dolina pretenden cosas distintas.
Puede ser…Dolina es heredero real de la literatura de Leopoldo Marechal, (con quien Borges no se llevaba del todo bien). Dolina heredó ese enorme placer por humanizar la tragedia griega y romana, sus mitologías e historias para trasvasarlas a la realidad cotidiana y permitir al oyente escudriñar su propia insignificancia en el devenir histórico y tratar de asumirla como mejor le parezca, o sea cambiando su historia, repitiéndola, o simplemente entretenerse hasta la próxima.
Ahora…veamos…tratemos de entender esta paparruchada de la «masificación». A ver, don Gutiérrez, Ricardo Montaner u otros por el estilo no provocan este tipo de contratiempos, tal vez porque a su juicio no son masivos…no se. Cada vez que se ha hecho un casting diurno para alguno de los refritos de Talento Argentino o algun otro bodrio masivo por el estilo, ni hablar de cuando se hacían los castings para Pancho Dotto, las veredas de la España se ponían intransitables…pero claro…no era para quejarse, no?
¿Pretende Dolina ser masivo y masificar a su público? ¿Pretende estupidizar con banalidades a un público, (sorprendentemente masivo, informado, no cholulo), cuyas edades iban en su mayor parte de los 16/17 a los 30/60? Un público que lo acosaba con libros para ser autografiados…¡¡LIBROS, Gutiérrez!! ¡¡LIBROS!! como los que escribe Ud y tantos otros…Libros revoleados buscando la firma del autor, nada más…¿le parece penoso?, ni Bucay en su mejor momento provocó algo parecido.
¿Busca Dolina el aplauso fácil al entonar canciones como «La moza del Portezuelo » de Yupanqui, o algún tango, en vez de recurrir a temas más profundamente poéticos como «La ley y la trampa?
No sé, pero Ud parece que sí, aún sin haber estado, sabe que el público presente estaba sumido en un letargo idiota, narcotizado por un Hamelin que no recurre ni a la chabacanería ni a recursos de rápida y fácil digestión y, por ende, evacuación.
Qué lástima, Gutiérrez, no me pasó igual…Ver esa juventud, ese número de personas, ver tanto libro sobre el aire caluroso y pesado de la calle, ver tanto entusiasmo después de una misa radial inteligente, me devolvió parte del alicaído optimismo que logro mantener.
Snobismo y masificación
Totalmente de acuerdo con el señor Hernan Viaggio. En la ciudad de Salta hay miles de manifestaciones diarias inscriptas en el más salvaje capitalismo, manifestaciones que no parecen molestar al autor de la nota.
También asistí al teatro esa noche y también me conmoví por la cantidad de jóvenes que esperaron durante horas con sus libros en la mano, cosa que no he visto que le pasara a ningún «cómico» .
Lamento el prejuicio respecto de los porteños. Como detalle le cuento que Dolina no es porteño, tampoco es cómico, ni capitalista, ni un snob, ni alguien que hace su «negocito».
Gracias Hernán Viaggio por valorar estos eventos. Su opinión como artista es valiosa.
Snobismo y masificación
Agradezco su opinión Madame R., afortunadamente no he sido el único, (ni mucho menos el primero), que reaccionó ante un comentario tan superficial pero dañino, en fin…La radio tiene estas raras aves, como dolina, y muy pocos pero bellísimos escapes desde el parlante a la realidad. Por suerte estábamos allí, no?