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lunes, noviembre 25, 2024

Saber, comprender, sentir

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“El paso del saber al comprender al sentir y viceversa del sentir al comprender al saber. El elemento popular “siente”, pero no comprende ni sabe; el elemento intelectual “sabe” pero no comprende y especialmente no siente.

El paso del saber al comprender al sentir y viceversa del sentir al comprender al saber. El elemento popular “siente”, pero no comprende ni sabe; el elemento intelectual “sabe” pero no comprende y especialmente no siente.

Los dos extremos, pues, son la pedantería y el filisteísmo por una parte y la pasión ciega y el sectarismo por la otra. No es que el pedante no pueda ser apasionado, todo lo contrario: la pedantería apasionada es tan ridícula y peligrosa como el sectarismo o la demagogia apasionada.

El error del intelectual consiste en creer que se pueda saber sin comprender y especialmente sin sentir y estar apasionado, es decir, que el intelectual pueda ser tal siendo distinto y estando alejado del pueblo: no se hace historia política sin pasión, esto es, sin estar sentimentalmente unidos al pueblo, esto es, sin sentir las pasiones elementales del pueblo, comprendiéndolo, o sea explicándolo [y justificándolo] en esa determinada situación histórica y vinculándolo dialécticamente a las leyes de la historia, esto es, a una concepción superior del mundo, científicamente elaborada, el “saber”.

Si el intelectual no comprende y no siente, sus relaciones con el pueblo son o se reducen a relaciones puramente burocráticas, formales: los intelectuales se convierten en una casta o un sacerdocio (centralismo orgánico): si la relación entre intelectuales y pueblo, entre dirigentes y dirigidos, entre gobernantes y gobernados, es dada por una adhesión orgánica en la que el sentimiento pasión se vuelve comprensión y por lo tanto saber (no mecánicamente, sino en forma viva), sólo entonces la relación es de representación y se produce el intercambio de elementos individuales entre gobernantes y gobernados, entre dirigidos y dirigentes, o sea se realiza la vida de conjunto que es la única fuerza social, se crea el “bloque histórico”.

Gramsci, Antonio, Cuadernos de la Cárcel, 2 (1930 1932), p. 164. Ediciones Era / Universidad Autónoma de Puebla, 1999.

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