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domingo, noviembre 24, 2024

Macarena Gelman tras la condena de los genocidas de Orletti

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La nieta del poeta Juan Gelman asegura que en Uruguay “algo está cambiando”, a pesar de la vigencia de la Ley de Caducidad. Son épocas muy movilizadoras”, sintetiza Macarena Gelman, nieta recuperada del poeta Juan Gelman, militante por los Derechos Humanos mitad uruguaya, mitad argentina.

Este jueves 31 de marzo escuchó la condena a los genocidas del centro clandestino Automotores Orletti, en donde estuvieron secuestrados sus padres junto con otras 63 personas. El mismo día, pero once años antes, se anunciaba que después de años de búsqueda era encontrada en Montevideo.

Macarena no viajó a Buenos Aires este jueves, como sí lo hicieron otros testigos y familiares de las víctimas de Orletti, porque tuvo una misión especial: organizar junto a la Secretaría de Derechos Humanos de la Argentina, para la cual trabaja como delegada en Uruguay, la transmisión del juicio en vivo por pantalla gigante para los testigos que no pudieron viajar, y también para todos aquellos que quisieran verlo juntos.

Orletti era el centro clandestino en donde mantenían secuestrados a las víctimas del llamado Plan Cóndor, una especie de coordinación de las dictaduras genocidas de los países del Cono Sur. De los 65 secuestrados que pasaron por ese centro clandestino, casi la mitad eran uruguayos. También había chilenos, cubanos, paraguayos y bolivianos.

“Estamos muy conformes con la sentencia. Acá no estamos acostumbrados, porque no tenemos el sistema oral y público, es todo nuevo. Vinieron chicos de un liceo (secundario), fue una convocatoria abierta y vino bastante gente joven. Estábamos muy emocionados, fue impactante. En una época hubo una coordinación para delinquir, hoy en día esa coordinación es para tratar de reparar”, opina.

En Uruguay rige la llamada Ley de Caducidad (ver aparte) por la que no se permite juzgar a los genocidas. A su vez, el 25 de octubre de 2009 se llevó a cabo un plebiscito en el que se discutió la revocación, pero no se logró.

Sin embargo, Macarena Gelman cree que en Uruguay “algo está cambiando”.

De hecho, en las calles montevideanas se leen pintadas que reclaman el fin de la impunidad. “Más allá de la conveniencia o no del plebiscito, ya que esa votación no correspondía porque el Estado es responsable por hacer justicia, la campaña por el plebiscito generó un punto de inflexión, porque se sensibilizó a mucha gente joven que hasta ese momento no sabía de qué se trataba. Se le dio mucha visibilidad al tema, generó una gran movilización entre los chicos que aportaron mucha fuerza, y a pesar de que el resultado no fue el esperado, a partir de ahí empezó un crecimiento de conciencia y discusión que antes estaba como dormida”, reflexiona.

¿Y ahora qué falta para poder avanzar?

– Ahora falta una solución. Hay un proyecto de ley que se está discutiendo en este momento en el Parlamento. Pero el tema ha sido muy maltratado. No fue tratado en forma sólida. Sigue generando muchísima polémica y una parte de la sociedad tiene muchos reparos. Pero si se analiza objetivamente, es una cuestión ilógica que unos tengan acceso a la justicia y otros no, que unos puedan ser juzgados y otros no. La Ley de Caducidad viola claramente la división de poderes, tiene muchísimos vicios, desde su creación, y está declarada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia. Ahora es el Parlamento el que tiene que hacer oídos a esta situación. La fuerza política del Frente Amplio está alineada y eso es un avance muy importante, porque recientemente se mandató por mayoría a los legisladores a votar el proyecto de ley que pondría fin a esta situación que, si bien es algo que la izquierda siempre defendió, en estos últimos tiempos ha tenido muchas contradicciones. Es un momento político muy particular. Esperemos que se llegue a un acuerdo y que se vote.

Hoy, a los 34 años, Macarena Gelman quiere retomar la carrera de Biología en la Universidad de la República de Uruguay. Su vida cambió cuando tenía 23 años y la mujer que la crió le contó que sus padres no eran sus padres y que su abuelo, el poeta Juan Gelman, la estaba buscando.

Desde entonces, comenzó a reconstruir su identidad. Pero también generó un cimbronazo político en su país, similar al que se generó este 24 de marzo cuando se conoció el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que condenó al Estado de Uruguay por la desaparición de su mamá, María Claudia García, y la supresión de su identidad. También se estableció que la Ley de Caducidad no puede volver a ser un obstáculo para la investigación.

¿Cómo analizás las repercusiones políticas que tuvo tu caso antes y ahora?

– Pocos días antes de que me encontraran, cuando ya se sabía mi paradero, el que era presidente, Julio María Sanguinetti, dijo que acá no había niños desaparecidos y desacreditó todo lo que había planteado mi abuelo. Hoy es el mismo que dice que no hay que cumplir sentencias internacionales. Eso habla de su calidad de persona y ciudadano, de su ética bastante cuestionable. Estaba en sus manos la posibilidad y la responsabilidad de actuar cuando tuvo que hacerlo y no lo hizo. Y ahora quiere influenciar al Estado para que incumpla algo que de por sí es obligatorio.

¿Cómo fue ese nuevo camino que empezaste a partir de la recuperación de tu identidad?

– Fue un proceso bastante natural dentro de una situación que no es natural. La exposición sí fue y es complicada y me afecta, pero la relación con la familia, los amigos y la Argentina se dio muy natural. Empecé a ir y a conocer gente, se comentaban unos a otros y se ponían en contacto conmigo. Jugaron un papel muy importante los amigos de mis viejos, le dieron un toque totalmente distinto, la relación con la familia es naturalmente más complicada, porque tiene una carga más fuerte, pero los amigos se sienten más libres. Ahora en Buenos Aires tengo otra vida, como la de acá, con familia, amigos, mi casa. Es un poco desdoblado, pero bueno, es producto de la situación.

¿Por qué te sentís expuesta?

– En Uruguay hasta ahora sólo somos dos los nietos recuperados, a uno lo encontraron en la Argentina y después se vino para acá, y yo. Es una situación de bastante soledad. En la Argentina hay 103 nietos recuperados y la situación es más visible. Además, está el conocimiento público de mi abuelo.

Sin embargo estás dispuesta a dar tu testimonio, ¿es una forma de militancia?

– En cierta manera sí, parte de la necesidad de dar a conocer cosas que mucho tiempo se ocultaron. Hoy el tema tiene más visibilidad y de una forma u otra está en la opinión pública, aunque de una manera muy problemática. Pero eso lo tenemos que resolver, porque si treinta y pico de años después seguimos con este problema es porque no se resolvió, aunque algunos digan que ya se saldó. Falta mucho sentido común. Y dar testimonio tiene que ver con una actividad militante, pero está también relacionada con necesidades personales, y las dos cosas de alguna manera se potencian. Me gusta poder colaborar con otras personas que están atravesando situaciones que derivan de la misma causa, me gratifica mucho.

¿El contacto con los organismos de Derechos Humanos en la Argentina te ayudó en tu historia personal?

– ¡La experiencia en la Argentina me ayudó y ayuda a sobrevivir! Tenés incorporada otra mirada, ya no podría no viajar a Buenos Aires. Acá es una situación más solitaria, en la Argentina me siento más acompañada, ya la historia posterior a las dictaduras de ambos países tiene una gran diferencia que es el Juicio a las Juntas. En Uruguay arriesgamos menos, pero esta situación no se sostiene para siempre. Si no arriesgás, no podés avanzar. Eso lo aprendí de mi experiencia personal.

– Por Gimena Fuertes – Tiempo Argentino

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