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martes, noviembre 26, 2024

Piazzolla, Piazzolla, Piazzolla

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Conmemorando la nacionalista idea de la unidad del país itálico, que tanto aportó a nuestra conformación poblacional, se reunieron cinco talentosos intérpretes locales que desgranaron con enorme musicalidad, diez páginas escritas por el notable compositor. Su formación imita la de aquel quinteto que hiciera famoso a Piazzolla.

Salta, viernes 20 de mayo de 2011. Quinteto integrado por Alicia Carbonell (piano), Germán Mercado (bandoneón), Nicolás Atampiz (violín), Guillermo Rubelt (guitarra) y Marcelo Sutti (contrabajo). Diez obras de Astor Piazzolla (1921-1992). Concierto Homenaje a la Unidad de Italia. Sala de la Sociedad Italiana.

Tucumán. Corría 1963. Se anunciaba la presentación del Quinteto de Astor Piazzolla y en aquel momento pensé que el salón auditorio que poseía la Caja Popular de Ahorros, frente a la Plaza Independencia y al lado del majestuoso Cine Plaza, sería ocupado por adeptos al tango. Fui porque tenía referencias que el compositor escribía música basada en el tango pero que no era tango. Luego él la llamó “música de Buenos Aires”. Sorpresa, la sala estaba colmada del público que todos los viernes iba a escuchar la Orquesta Sinfónica en el Teatro San Martín. Piazzolla deslumbró con su música y sus músicos con aquel inolvidable quinteto. Al día siguiente almorzamos con él y nos contó de su lucha por imponer su lenguaje musical denostado por los tangueros y curioseado por los de la música culta. El recuerdo viene a mi memoria cada vez que escucho su música, aquí o en cualquier parte del mundo. Para mí se trata del segundo gran compositor argentino en lo relativo a trascendencia internacional, luego de Alberto Ginastera, que a su vez, fue su maestro.

Conmemorando la nacionalista idea de la unidad del país itálico, que tanto aportó a nuestra conformación poblacional, se reunieron cinco talentosos intérpretes locales que desgranaron con enorme musicalidad, diez páginas escritas por el notable compositor. Su formación imita la de aquel quinteto que hiciera famoso a Piazzolla.

Por ello y otros detalles menores, el sonido es eminentemente piazzollístico. Carbonell, la excelente pianista platense radicada hace mucho en Salta abrió con un desolado pasaje para aparecer luego el nostalgioso bandoneón de Mercado, casi un adolescente aún, de sólo 21 años pero con un tremendo fraseo al servicio de la música. Llegaron discursos obsesivos, el tempo marcado a veces por la “chicharra” del violín (frotamiento del arco sobre las cuerdas pero detrás del puente) a cargo de un inspirado Atampiz, la eficiencia de la guitarra eléctrica de Rubelt, todos basados en la musicalidad de Sutti quien con su contrabajo completaba brillantemente el esquema armónico. Sobresalieron, entre otros temas, Soledad, Invierno y Primavera Porteños, Luz y Sombra para bandoneón solo, la melancolía de Oblivión, el recuerdo de las largas noches de Michelangelo, aquel mítico lugar de la calle Balcarce al 400 en pleno San Telmo y su mejor composición, Adiós Nonino, compuesta fuera del país cuando se enteró que su padre había muerto en pentagramas cargados de recuerdos, cariños, remembranzas, inocultable lirismo y el atrapante lenguaje del autor.

Un repertorio más que conmovedor y un público desbordante de entusiasmo. Mi opinión: muy bueno.

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