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domingo, noviembre 24, 2024

Cuatro personajes en busca de Comala, tierra de murmullos

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La obra «Los sueños muertos de don Ínsula» pinta un mundo de desolación, un mundo sin ruidos, una tierra infértil. Basada en la dramática obra mexicana de Juan Rulfo, es la metáfora de una vida fantasmagórica. Se repondrá este sábado en El Palacio.

La extrañeza que provoca nuestro hermetismo ha creado la leyenda del mexicano, ser insondable. Nuestro recelo provoca el ajeno. Si nuestra cortesía atrae, nuestra reserva hiela. Y las inesperadas violencias que nos desgarran, el esplendor convulso o solemne de nuestras fiestas, el culto a la muerte, acaban por desconcertar al extranjero.”Octavio Paz

Me atrevo a hipotetizar, que el nombre del grupo de teatro Espacio inverso, tiene que ver con la concepción del escritor Juan Rulfo, autor de la novela Pedro Páramo, en el que el mundo no es de los acontecimientos sino a la inversa: los hombres están imposibilitados de que algo les ocurra, diría más, privados de elegir.

Comala, es el lugar principal donde el desarrollo de la historia de la novela de Rulfo se desenvuelve con un aire tétrico y desolado, una atmósfera mortuoria.

En el espacio no convencional elegido por el grupo, se simula la perfección de un triángulo, la búsqueda de la aparente armonía. En palabras del director, Idangel Betancourt: “está pensado de esta manera, tiene que ver con la pintura, con la concepción de un mundo y con la creación que parte de un triángulo”. También tiene que ver con ese lugar cerrado que es Comala, sin posibilidades; entonces nos descubrimos en la escena junto a almas en pena.

Morir de tantos silencios, “alguien debe tocar”, exclama Don Ínsula (Idangel Betancourt). La opresión subyuga las almas de Mago (Pablo Aguierre), Adarbala y Longina (Noelia Gana), y del Sepulturero (Víctor Pagano).

Aunque las almas en pena intentan cantar y tocar el instrumento, en la obra se produce un semimutismo que se combina con gestos y movimientos farsescos. Hay un muy buen trabajo corporal. Los parlamentos son breves e inconexos, preguntas retóricas de nivel poético; escasos o nulos diálogos congruentes. Todo es metafórico y simbólico.

Estas almas están oprimidas y estáticas, aunque se mueven en el espacio escénico, son personajes que se desplazan casi mudos, entre murmullos, lacónicos.

Los personajes intentan la música porque no hay vida, los murmullos y el silencio son la muerte; los sorprende la desolación, se muestran como si estuviesen vivos: han perdido su identidad. No pueden tocar, ni crear, en este caso, el nazismo los ha despojado de su nacionalidad, de su tierra, de su voz, de su música, de su creatividad.

La obra me parece sugerente, envuelta de silencios que hablan, plagada de movimientos que encierran, llena de sombras que parecen luz.

Los personajes están mutilados, al punto de desfallecer, sin metáforas ni sueños, aunque la obra es un gran sueño y una gran metáfora.

Por momentos me trasladé a la obra de Eugéne Ionesco, El rinoceronte, una animalización de la sociedad a través de la figura de Hitler; por momentos sentí que era el circo del poder oprimiendo las consciencias. Me asfixié de tanta desolación y tanto desierto.

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Lo farsesco le quita mucho drama, y el realismo mágico coadyuva a creer en un mundo posible. Con la puesta logramos conectarnos con la historia latinoamericana de la pérdida del lugar, de los sueños, de la libertad, de la gloria, con una condenada esclavitud que nos soporta como latinos y nos envuelve en la fragilidad de una ideología como una gran telaraña que aniquila, cansados de pedir ser lo que somos; o como dice el programa de mano: “un gusano que cala en el germen de lo americano, que va de la carcajada al ocio, de la civilización a la barbarie, de la hibridez al esencialismo”.

Víctor Pagano, el actor más joven del grupo (15 años) expresó que están trabajando desde abril para esta puesta. Este año actuó en varias obras juntos a los alumnos del taller de Jorge Renoldi y planea continuar con Espacio Inverso, su grupo de teatro.

Idangel, autor, director y actor de la obra, por su parte relató: “me pidieron un trabajo sobre Pedro Páramo, hace unos siete años, en Cuba. Lo mío es la dirección, más que nada, estoy como actor por circunstancias y tuve que trabajar bastante en dos meses”. Se trata de un joven director cubano (34 años), Especialista en Literatura. Señaló también que su texto es poético. Escribe en el programa de mano: La representación y las ilusiones despiadadas transcurren en el dominio de la realidad; y que solo la técnica de un actor entrenado y una actitud estética puede poner en evidencia el material arbitrario con que esa realidad se construye. Quizá por eso, nunca se debe considerar una obra como totalmente terminada.

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Los actores crean la farsa de vivir mas intentan que por ellos vivamos; muy buenas composiciones rítmicas, acierto en el gestus y la caracterización de los personajes, buena dinámica corporal al unísono del tiempo-espacio de la obra; excelente manejo del espacio escénico marcado con una buena iluminación e interesantes y creativos elementos de utilería. Hay armonización escénica, ajuste de dirección.

Don Ínsula se consume en él mismo: todo empieza y termina con él; es un deshabitado de humanidad que no puede prolongarse en los otros, toca su melodía, solo para poblarse de su propio silencio, de su propia muerte, de su negación de toda raíz. Es el mundo; a su vez, sus personajes son submundos, quizá islas que alguna vez soñaron la composición de una melodía extraña, imperfecta pero melodía al fin.

Un teatro que echa vuelo en las preguntas por el ser que nos convoca, invocando la necesidad de volver a crearnos para empezar a vivir.

– Ficha técnica:

– Título: Los sueños muertos de don Ínsula

– Autor y director: Idangel Betancourt

– Elenco: Pablo Martín Aguierre, Idangel Betancourt, Noelia Gana, Víctor Pagano.

– Asistente: Pastor Hidalgo

-Colaborador: Julio César Bazán

– Profesor de danza: Diego Fadel

– Asesora de canto: Gabriela Jorge

– Entrenamiento y coreografía: Pablo Martín Aguierre

– Diseño de luces: Juan Carlos Sarapura y Daniel Rivero

– Fotografía y diseño: Ignacio Sallaberry

– Prensa: Sonia Carrasco

Reposición:

La obra subió a escena el jueves y el viernes a las 21 en la sala del Rectorado de la Unsa. Se repone esta noche de sábado en Galería el Palacio (calle Mitre, frente a la Plaza 9 de Julio). Entradas a 12 pesos.

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