Las damas del Ateneo Radical Juana Azurduy tienen razón. Hay que limpiar y parquizar el río Vaqueros. Una idea ajena a los intendentes: se trata de un lugar de veraneo para pobres. Copacabana y el Arenales: otros chapuzones, otras épocas…
Escribe Noemí Quinteros, del Ateneo de la Mujer Radical Juana Azurduy: «Es un hecho de fácil comprobación que miles de salteños no estamos en condiciones de pasar nuestras vacaciones en lugares especialmente acondicionados para ello.
Es también cierto que miles de nosotros tampoco podemos abonar las cuotas de un club que nos brinde recreación adecuada en un espacio agradable y cómodo.
También es un hecho comprobable que ante la carencia de lugares adecuados cientos de nosotros recurrimos, cuando la naturaleza lo permite, a procurar un lugar de esparcimiento en las márgenes del Río Vaqueros.
Allí nos encontramos con la triste sorpresa que debemos hacinarnos en un lugar que no nos brinda la más mínima comodidad: no hay baños, no hay sombra, no hay una sola acción del gobierno que, sabiendo de nuestra concurrencia, haya procurado mejorar esta situación en beneficio de los que menos tienen.
Agrava estas condiciones que el Sr. Intendente de Vaqueros utiliza la margen correspondiente a su localidad como depósito de escombros (dicen que para un futuro relleno) que se ha convertido en un basural porque junto con la tierra se deposita allí gran cantidad de basura. A escasos metros, la gente se ubica buscando centímetros de sombra y allí comen y los niños juegan.
Es una lástima que una localidad como Vaqueros que podría ser un importante centro de recreación e incluso de turismo no tenga autoridades con la suficiente imaginación y empuje como para poder concretarlo.
Desde el Ateneo Juana Azurduy reiteramos la propuesta efectuada a las autoridades de gobierno anterior de hacer de esta zona, conjuntamente con el ex balneario, espacios verdes de Ciudad del Milagro, costa del río un importante espacio de esparcimiento y de práctica de deportes destinado especialmente
a la familia salteña».
Del espejismo menemista a la realidad Salta XXI
Lejanos quedaron (les confieso a ustedes, estimadas mujeres radicales) aquellos días en que el dólar a un peso y una más que oportuna inflación en Brasil nos depositaron a varios argentinos -entre ellos un riojano bon vivant al estilo Isidoro Cañones con el que recorríamos boliches y playas- nada menos que en el Otton Palace, hotel 5 estrellas, frente a la playa de Copacabana de Río de Janeiro. Estábamos rodeados de turistas yanquis y japoneses. No era real, no lo podíamos creer…
Recuerdos culposos de nuestra ex clase media. Porque luego vimos claramente que -como hicieron los militares con el mundial de fútbol para tapar la represión- fue una engaña pichanga de Menem, quien mientras pretendía que habíamos alcanzado el primer mundo con un mero truco monetario estaba dedicado a robar y destruir el país.
Sin embargo quisiera decirles, respetables y muy cívicas damas del Ateneo Juana Azurduy -infrecuente ejemplo de compromiso y participación ciudadana- que para muchos refrescarse en el verano en los ríos tiene un encanto igual o superior al de mares o piletas. Hay lindas playas sobre el Paraná en Corrientes y Entre Ríos. Y dicen que los riachos de las Sierras de Córdoba son un encanto.
Ahora por lo menos tenemos una ventaja con respecto a otros años. Los pobres del sur de la ciudad podemos llegar a Vaqueros tomando un solo bus: el Troncal o el Transversal.
Sin duda debiéramos apoyar masivamente el reclamo y las peticiones de limpieza y parquización que hace el Ateneo Juana Azurduy. Del lado capitalino -a unos 500 metros del puente- también se ha formado un basural y el intendente Isa no se da por enterado.
Hay que pedirle también a la gente que no tire botellas, pañales, preservativos, plásticos. Que cada uno recoja su basura y la coloque en cestos (que deben instalar los intendentes). Hace un par de años yo me propuse recoger -a la hora del regreso- algo de esa basura. Volvía al puente con varias bolsas que no tenía dónde dejar. Me harté. Una golondrina no hace verano. Hay que educar al salteño desde niño en la familia y las escuelas para que no seamos tan incivilizados y antiecológicos.
Otras épocas, otros chapuzones
Dicen que nuestros ancestros se bañaban antaño en las límpidas aguas del río Arenales que por entonces estaba en las afueras de la ciudad. Pensar que ahora es una cloaca a cielo abierto dentro de esta urbe de 600 mil habitantes, donde a pesar de todo se dan imprudentes chapuzones niños que viven en las villas cercanas.
Parece -según cuentan las crónicas de la época- que hombres y mujeres se bañaban en dos sectores distintos, lo suficientemente alejados para que no hubiera contacto visual. Las féminas se refrescaban introduciendo primorosamente en el río sus cuerpos con gran pudor cubiertos por una especie de camisón que ocultaba sus encantos… Cómo cambiaron los tiempos!
Se sabe también que en la Edad Media tener la piel clara era signo de status y distinción, porque el labriego que trabajaba en el campo era el que tenía la piel oscurecida por el sol. Los nobles permanecían blancos en el lánguido frescor de los castillos.
En cambio en la modernidad -y en la posmodernidad- los que permanecen pálidos son los oficinistas esclavizados en las urbes, quienes no tienen mucho tiempo para plácidos bronceados. Y son los políticos, los empresarios y los sindicalistas quienes muestran como señal de distinción sus cuerpos morosamente amorenados en las playas del Caribe. Porque tienen el tiempo de ocio y el dinero necesario para hacerlo.
Nada hay más democrático que el sol, que como bien se dice «sale para todos». Pero como están las cosas hoy parece que el mar es para los ricos y han quedado los ríos -como nuestro entrañable Vaqueros- como lugar de esparcimiento para pobres. ¿Y lo que quedó de la clase media? Seguramente irá a las piletas y piscinas que tantas hay en la capital y en el Valle de Lerma…