Freud en el texto Dostoievski y el parricidio sostiene la tesis de la culpa inconsciente como el motivo que determina que el sujeto termine de algún modo atentando contra sí mismo y arruinando sus propias conquistas.
El odio de los Hermanos Karamasov, Dimitri e Iván, hacia el padre no sería en realidad la causa del crimen que planifican (y acaba cometiendo un tercer hermano, epiléptico, enfermedad que padecía el mismo Dostoievski), sino más bien la culpa inconsciente que sobreviene por el solo hecho de haber fantaseado la muerte de ese padre violento y cruel, culpa que requiere de un castigo para ser atenuada.
Pero ese castigo ni siquiera necesita sobrevenir de afuera (de la policía, de la justicia, etc.) sino que la mayor de las veces proviene del mismo sujeto que pasa a ser su propio verdugo, su propio inquisidor, no permitiendo sus triunfos, desarmando sus logros, etc. A diferencia del discurso social (y del discurso político, etc.) que considera que el sujeto es igual a sí mismo y que los seres humanos se mueven exclusivamente función del “principio del placer”, es decir, que buscan el placer y evitan el displacer y el sufrimiento, la tesis del psicoanálisis, por el contrario, tesis que resulta antipática para la cultura, es que el sujeto humano está dividido, en muchos casos contra sí mismo y que no siempre propende a su bien, o mejor dicho, que ese “bien” puede ser muchas veces un bien paradójico que no coincide con su bienestar. El ejemplo más cabal es el del masoquismo.
Es lo que se conoce como “el más allá del principio del placer”. Esa división es consecuencia de la estructura del lenguaje y tiene lugar por el sólo hecho de que el sujeto habla y al nombrarse deviene objeto de su propia mirada, de propia observación, puede reflexionar sobre sus actos y sus procederes, etc. Es el tema del Superyó, esa instancia en principio destinada a regular y sociabilizar al sujeto, pero que por un rodeo, a causa de la culpabilidad que genera la distancia entre el ideal soñado y las miserias de la propia realidad fenoménica, termina incitándolo a lo contrario, mandándolo en algunos casos inclusive a delinquir. Dicho de otra manera; la subjetividad humana se edifica al borde de un crimen que se sitúa en el contexto del complejo de Edipo. En “Tótem y Tabú”, de Freud: los hermanos planifican el crimen del padre de la horda primitiva (el padre feroz que se reserva para él a todas las mujeres), pero cuando cometen ese crimen, sobreviene la culpa y por consiguiente la obediencia retrospectiva, el cumplimiento de los mandatos inconscientes. Y hay individuos en los que el sentimiento inconsciente de culpabilidad es tal que solamente encuentran un alivio cuando reciben un castigo, por eso terminan delinquiendo efectivamente, cometiendo crímenes en lo real. Hay abundante literatura psicoanalítica sobre al respecto. Están los textos de Freud: Los que fracasan al triunfar, Los delincuentes por sentimientos de culpabilidad, etc. Hay sujetos que experimentan una culpa inconsciente que los atormenta, necesitan entonces delinquir para poder así recibir el castigo que los aliviane de ese sentimiento y les otorgue una certidumbre, o sea, les permita saber de qué son culpables.
Esto por supuesto no implica creer que todo aquel que comete delitos lo haga por un sentimiento de culpabilidad. La mayoría de los delincuentes muy difícilmente se arrepienten o sienten alguna culpa. Por el contrario, los individuos más compelidos por los preceptos morales y más severos consigo mismos son generalmente quienes mayor culpabilidad inconsciente cargan consigo. Algunos de ellos terminan delinquiendo por culpabilidad. El es caso de la obra de Shakespeare “Macbeth”, el mejor militar del Rey Duncan, que luego de obtener toda la gloria, arruina sus propios logros, fantasea matar al rey, experimenta la culpa por esos pensamientos y termina matándolo efectivamente, es decir, asesina a su benefactor y se vuelve de este modo contra sí mismo. Si no consideramos esa tesis freudiana, no podemos entender ciertas acciones humanas inexplicables en algunos casos. En síntesis, siempre la posibilidad del delito como necesidad inconsciente de castigo está asechando al sujeto en el recodo menos pensado.
¿No habrá quizá algo de todo esto en el caso Schoklender?, si no ¿cómo se entiende que alguien que había logrado en parte reivindicarse luego del parricidio cometido, que estudió y se recibió de abogado en la cárcel, que fue “adoptado” por una madre y puesto al servicio de las causas más nobles, es decir, que tuvo la oportunidad de lavar socialmente su nombre, etc. haya terminado cayendo tan fácilmente en la corrupción y apareciendo como un ser deleznable a los ojos de todo el mundo? Podría tratarse de un caso de perversión lisa y llana, pero aun así cuesta entender la cuestión, que alguien con tales antecedentes se cave de esa manera su propia fosa y traicione a su benefactora. Por otra parte, la ambición por el enriquecimiento y el afán de lujo no bastarían para explicar tanto despropósito, ni siquiera la presencia de una intencionalidad corrupta. Es que tal vez, como Edipo Rey (que acaba encontrando en una de las vueltas del camino aquel mismo destino del que había creído huir), hay individuos que finalizan ejecutando aquellas mismas acciones de las que creían haber escapado al pretender cortar con su historia familiar. Caen así, por ejemplo, en la misma corrupción, el delito, la frivolidad, los vicios, la vida disipada, etc. de la que pretendían huir. Es lo que se conoce en psicoanálisis como la “repetición”, la obediencia a los mandatos inconscientes.
Pero sólo son preguntas, posibles conjeturas, intentos de arrojar alguna luz sobre hechos repudiables. Además cada caso lo es en particular y de ningún modo deben realizarse generalizaciones. Por otro lado, no obstante la presencia de un determinismo psíquico, el psicoanálisis no va en dirección de una desresponsabilización del sujeto ni de una justificación del delito, sino todo lo contrario: propone en todo caso que cada cual debe responsabilizarse de sus propios actos y acciones y responder por ellos. Cabría recordar que Dante sitúa en el último círculo del Infierno, junto a los traidores contra Dios y la Patria, a aquellos individuos que han traicionado a sus benefactores.
– Nota publicada el lunes 20 de junio en el diario “Punto Uno” de Salta.
– El autor pertenece a Carta Abierta Salta