Se probó que en caso de siniestro o emergencia de cualquier índole, el sistema creado no puede brindar seguridad a más de tres mil empleados, más la afluencia de público que concurre diariamente al predio de la zona norte.
Era media mañana del miércoles 2 de noviembre de 2011, cuando un anónimo y humilde Ordenanza de 42 años, situado en un piso alto de la Ciudad Judicial empezó a sentirse mal, al punto que tuvo que ser auxiliado por sus compañeros de trabajo, sin poder conseguir que se apersone con urgencia el Servicio Médico del Poder Judicial, integrado por dos médicos cuya identidad no se proporcionó. Así las cosas, se llamó al SAMEC a través del 911, el que no acudió con presteza por lo que fue trasladado por la empresa SUMED, la que lo llevara al nosocomio local pero ya era tarde… Este empleado ya había fallecido.
Dicen los testimonios de los presentes que ya habían pasado 45 minutos, ya que al pretender ingresar el servicio de emergencia médica, la camilla no entraba en el ascensor, por lo que tuvo que ser trasladado por sus compañeros hasta la planta baja… (…!!)
Tras el suceso, los empleados (la mayoría mujeres) se autoonvocaron en el hall de entrada del edificio y dispusieron elevar un petitorio a las autoridades, las que en ningún momento se hicieron presentes (Presidente o Ministros de Corte) para escuchar las demandas.
Entonces, al margen de todas las razones o disquisiciones oficiales que puedan dar las máximas autoridades de la Corte de Justicia de Salta, cuya responsabilidad social y administrativa les cabe, ya que se probó que en caso de siniestro o emergencia de cualquier índole, el sistema creado no puede brindar seguridad a más de tres mil empleados, más la afluencia de público que concurre diariamente al predio de la zona norte. Son demasiados interrogantes que los responsables de la Comunidad Judicial deberán responder más temprano que tarde e innúmeros factores de organización colectiva que no se tienen en cuenta en caso de imprevistos individuales o colectivos.
El que escribe, mientras presenciaba el rezo y oraciones de esa multitud femenina en memoria de su compañero desaparecido, evocaba a esa novela contada por Paulo Lins, donde reflejaba esa historia violenta que transcurría en un barrio de la zona oeste de la Ciudad de Río de Janeiro llamada Ciudad de Dios.
NO PREVEER, NO ORGANIZAR SISTEMAS DE PREVENCIÓN VÁLIDOS PARA UN COLECTIVO SOCIAL, ES TAMBIÉN UNA FORMA DE VIOLENCIA INSTITUCIONAL.
Pregúntese Ud., lector: ¿Le habría pasado lo mismo si el afectado hubiera sido el propio Presidente de la Corte o cualquiera de sus Ministros…? Son preguntas sin respuestas todavía…
– El autor es Periodista (De la Asoc. de Periodistas de Salta) – Columnista Político