El ángel del rock nacional se fue para siempre. ¿Qué hacemos ahora? Mente y corazón están en blanco, como la letra de una canción que no será. Su genio musical inspiró a todas las generaciones que lloran la pérdida de uno de los grandes artistas de nuestro país.
No te fuiste, no te irás. Como dicen los sabios: «los actos trascienden, sólo la carne muere». Tenemos su música, que es nuestra música, y suena infinitamente aquí, dentro.
A su amorosa familia «gracias». Por haberlo cuidado hasta el final, por haberlo acunado a nuestro «niño dormido». Ahora, esta plegaria es para él.
¿Qué haremos ahora? Seguro El Falco se llevó los discos allá arriba y quizá se armó una fiesta por ahí. Aunque hoy, las guitarran lloran, los ánimos están de luto y las canciones no bastan para un largo duelo.
Duelo. Tanta cosa triste. No creo que a él le haya gustado. Por ahora, hay un pase libre para una fiesta en el cielo, para un músico que se llevó su historia y ahora es leyenda.
De tan alto que volaste, te convertiste en barrilete. No sueltes los hilos que nos atan a tu recuerdo, nunca…
¿Qué haremos ahora? Todo es espíritu y noche. Seguro que estamos dentro de un sueño del Flaco, todos alucinando un adiós.
El cielo también llora, será por eso que la lluvia no cesa.
¿Qué haremos ahora? Cuál es la receta. Yo que amaba el rock, que tenía una «Canción para los días de la vida». «Dime la forma».
Ahora que no hay ganas de saltar, reír o bailar, lo mejor es decirte buenas noches.
Qué mejor que hacer de cuenta que nada pasó.
Y soñar con un país de rock Spinetta.
Un poco de vos
Esperanza
Había declarado El Flaco «Mi nombre es Luis Alberto Spinetta.
Tengo 61 años y soy músico.
Desde el mes de Julio sé que tengo cáncer de pulmón.
Estoy muy cuidado por una familia amorosa, por los amigos del alma, y por los mejores médicos que tenemos en el país.
Ante el aluvión de información inexacta, quiero aclarar públicamente las condiciones de mi estado de salud.
Me encuentro muy bien, en pleno tratamiento hacia una curación definitiva».
De Pedro para Luis
Hoy todas las guitarras están de luto
La mía, que tendría que haberse puesto a repasar zambas
sólo puede pensar en la tuya,
tal vez porque el barro
tal vez porque este balcón donde te vi
casi por última vez
mira una nube de la forma y el color
de esas eléctricas con las que soñábamos de chicos
Este balcón que se quedó esperando una charla
unas palabras o un abrazo
más
que ya no llegará
Luto también en las palabras
habituadas como estaban a que les pusieras
cascabeles
guirnaldas asonantes
o ruedas de tren apocalíptico
caleidoscópicos ojos del fertil papel
de tu prolífica pluma
que suma y resta sílabas
del metro patrón de las esferas
apenas solas
a solas penas
Adiós
que sea A-Dios
a sus brazos
a ese rincón de magia
que seguramente Él guardará
para los que se animan a jugar
con los bloques con los que ha construido el mundo
haciendo pequeños nuevos mundos de cuatro minutos
donde el corazón se muestra
y baila desafiando al vacío
Adiós
Mientras me duele el pecho
te imagino en viaje
por inmensidades más vastas que las del Capitán
pero a diferencia de él
sé que tendrás todos los tangos silbados al oído
y nunca faltará un mate
ni perfume a malvones
En todos nosotros se queda un pedacito tuyo
serás inspiración multiplicada por millares
a lo largo de los años
y lo ancho de las geografías
Cambiaste nuestras vidas
abriéndole camino a la imaginación
cantándole salvaje o dulcemente
a los misterios que nos habitan
al misterio que somos
Adiós
No me resigno a tener que decirlo
Adiós
mensajero del infinito
Pedro Aznar
Música
Noticia
El cuerpo del músico Luis Alberto Spinetta será despedido por su familia y un grupo de amigos, y cremado hoy en el cementerio Memorial, de la localidad bonaerense de Pilar.
Historia
Futuro
¿Qué hacemos ahora? Vámonos de aquí…
El Flaco se fue… vámonos de aquí
Despedida al Flaco:
Ya es la noche, Astarosta el idiota se confunde entre los charcos y el pavimento de una ciudad cuadriculada. Rojas y verdes las luces del amor se arremolinan en el aire. Se siente, hay alarma entre los Ángeles mientras la lluvia borra la maldad y lava las heridas del alma.
Las mesas del café siguen afuera y la florista de la esquina se emborracha entre todos estos años de gente.
Siguiendo los tigres en la lluvia llego a una lejana playa del animus donde umbrales en penumbras parecen ya extrañarte. Una pequeña dama azul moja sus pies en el agua mientras alguien llora allí, en un alerce, en un café, en un bar, en un pozo en ezeiza.
Un fuego gris bebe la sal de esta noche para si y Ana no duerme, sus dedos de mimbre ocultan su cara mientras llora por las tinieblas sin poder comprenderlas. Hoy no queda luz ni amor de primavera.
La azafata de un tren fantasma me habla con sus manos, y guiada por las estrellas me devuelve al pasar a las calles inundadas. Pero no puedo olvidarme de tu caspa de estrellas, de tu cadalso temporal, de tus ojos de papel. No puedo olvidarme de tu nombre sobre mi nombre y de tu fina ropa blanca.
Desde hoy esto será siempre así, por mas enloquecido que vuelva buscando tu querer, solo me queda haberte visto pasar y sentirte como te fuiste convirtiendo en canción para todos los días de mi vida. Te convertiste en madre selva, en peteribi, en un espíritu que se fue. Si, te fuiste, en que carajo pensabas.
Sigo bajo la lluvia mientras recuerdo las historias que contaron los niños que escriben en el cielo, pero esta noche no estas y febrero pasará inútilmente como una bruma cansada de dar al muelle.
La noche se hace aliada de mis heridas, noche sin fin esperando tu despertar. Te llevaste el sol y por eso te vas con el, soñando hasta el alba, robándote los colores y riéndote como un niño dormido que quizás se sienta gorrión esta vez.