Salta 21 ha reproducido en los últimos días un tema delicado. Nunca faltan las provocaciones hacia el trabajo que realiza nuestro medio con la intención de descalificar el contenido.
No somos árbitros ni jueces de la libertad de opinión que aquí ha reinado. No nos arrogamos un diosismo que no padecemos. Para referirse a personas que han dado su parecer, han empleado adjetivos calificativos más infames que lo que intentan denominar como tales, con posturas provenientes de pseudo intelectuales que se rasgan las vestiduras cuando tienen la Ética por el piso y pretenden decirnos qué es periodístico y que no, cuando conviven con la razón de estado, se palmean entre sí las espaldas y se chocan las manitas, señal de autoexpansión parásita.
Estos pobres chupamedias montados en el Olimpo de la soberbia, mediocres rebeldes sin causa, practican el juicio a diestra y siniestra con total arbitrariedad y desparpajo. Buscan el encendedor rojo cuando debajo de sus patitas están los fósforos azules. Incursionan en la defensa de valores que no tienen y sublimados en la artificiosa – y mentirosa- búsqueda del bien, carecen de todo sentido. Exigen cordura y hasta literatura cuando no pueden coordinar ni dos ideas juntas cuando no sea para insultar.
Meros inquisidores, descubren el velo de la vergüenza con desvergüenza y se amparan en convicciones que no practican. Falsas moralinas de falsos moralistas.
Para bien de muchos y enojo de los insensatos, no vamos a parar cuando nos digan que debemos parar. Ellos no nos van a decir cuándo o cómo cierra un debate o una polémica o cuándo y cómo hacer periodismo. Vamos a parar cuando se nos venga en ganas o se detenga por propia inercia.
Las burlas también ocultan un odio de género al pretender asociar lo femenino con el chisme, síntoma de que quien critica es un machuelo de polleras que se sale de la vaina por usar tacones.
Para qué enviar al poder a vigilarnos si el pseudo poder de quienes pretenden tener la voz de mando juegan el papel perfecto de subalternos, alzando la pluma analfabestia para rotular, caratular o dar órdenes de archivar un caso.
La lógica de los sistémicos insensatos repugna. Por eso reinventamos el anarquismo, que sin ser buscado, resulta el mejor hallazgo contra la pretendida opresión.